Aunque la representación artística de la Pasión de Cristo es casi coetánea a la corriente religiosa, será con el arte románico y gótico cuando comience la evolución de la escultura en madera o imaginería, con fin catequético. En España abundan los cristos y vírgenes que surgieron de la nada, atendiendo a una fantástica explicación. Un hecho que se multiplica en la provincia de Salamanca, donde se cuentan por decenas las tallas con milagrosas propiedades para satisfacer el vacío que una explicación lógica es capaz de acarrear al ser humano. Es el caso del Cristo de los Afligidos, en Monsagro.

Cuenta la leyenda que la tranquila vida de este pueblo al sur de la provincia charra se vio un día interrumpida por la llegada de un misterioso forastero. Alquiló una casa frente a la iglesia, pagó por adelantado y pidió que nadie le molestase durante su estancia. No respondería a ninguna llamada. No abriría la puerta. Tan sólo recogería puntualmente la comida que le fuese entregada cada día a través de la gatera.

 

Los lugareños comenzaron a preguntarse quién era aquel extraño visitante. Muchos dudaron de sus intenciones y algunos quisieron acercarse hasta la habitación para conocer el secreto del misterioso ser. Pero nadie se atrevió. Cada día el posadero introducía la comida a través de la parte baja de la puerta y cada día era retirada. Las jornadas transcurrían y cada parte cumplía con lo tratado. El huésped recogiendo la comida y los vecinos sin molestarle. Pero una mañana el plato continuó intacto, repleto de comida. Lo mismo sucedió durante la cena y al desayuno del día siguiente. ¿Le habrá ocurrido algo?, empezaron a preguntarse los lugareños. La curiosidad era máxima.

 

Al no tener noticias del forastero, un grupo de vecinos acudió dispuesto a tirar abajo la puerta de la habitación, temiendo que hubiera sufrido alguna enfermedad. Esta vez no lo dudaron un instante. Se dirigieron a la casa frente a la iglesia y golpearon con fuerza la puerta. No hubo respuesta. Insistieron. Nada. Igual resultado. Así que decidieron derribar la puerta, pero cuál fue su sorpresa al no hallar nadie en el interior. Registraron cada rincón del salón, la cocina y el baño. Nada. Ni rastro del huésped. Se había ido sin dejar rastro. ¿O tal vez sí? Junto a lumbre hallaron todos los platos de comida que le fueron entregados cada día desde su llegada a Monsagro. Uno tras otro, apilados. Y lo más incomprensible, con todos los alimentos intactos, sin estar putrefactos pese al tiempo que ya había transcurrido desde que fueron dejados a través de la gatera de la puerta. ¿Cómo era posible?

 

Cuando, incrédulos, los lugareños abandonaban la casa, uno de ellos reparó en una puerta cerrado, dando paso tal vez a una despensa o trastero. No estaba cerrada con llave, así que la abrieron rápidamente. En su interior encontraron un objeto que terminó por desorientarles. Era una preciosa talla de un Cristo crucificado, tan alta como el más estirado de los vecinos de Monsagro. Junto a ella, más platos de comida intactos y en perfecto estado de conservación. Los lugareños comprendieron que Dios envió un ángel para tallar al Cristo de los Afligidos, como así se le denomina desde entonces y recuerda cada año.

 

Relatan los más viejos del lugar que se trata de una imagen milagrosa, capaz de otorgar amparo a los feligreses que acuden en su auxilio. Pero sobre todo recuerdan que incluso durante la Guerra de la Independencia el Cristo sobrevivió a cuantos saqueos esquilmaron la iglesia parroquial. De ahí que se le venere con fervor en toda la zona. Porque el afligido cree con más facilidad lo que desea.

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