Animadas por su enorme devoción y el buen tiempo, miles de personas han vuelto a mostrar, como cada 18 de junio, su fidelidad al Cristo de Cabrera, cobijado en el monasterio de carmelitas descalzas de Las Veguillas. Una marabunta humana, que en la mayoría de los casos inició la peregrinación a pie muchas horas antes, inunda la finca donde se ubica el santuario y en la que puestos de artesanía, ocio y alimentación, principalmente, se mezclan con los devotos.

Como de costumbre, las colas se hacen interminables desde primera hora de la mañana para venerar la imagen de quien protagoniza la romería más concurrida de la provincia salmantina. Además, bajo las encinas y los robles, las diversas familias y grupos de amigos instalan sus mesas y sus sillas para, al finalizar los actos religiosos, dar buena cuenta de las viandas y disfrutar de la jornada en tan singular paraje campestre.

Una tradición arraigada

"Santo Cristo de Cabrera, // a tu ermita he de llegar // aunque destroce mis plantas // en lo áspero del bardal" reza un dicho que, tres siglos después, siguen llevando a rajatabla todas aquellas personas que dedican este día del año a dar gracias en el más multitudinario acto de fe de toda la provincia.
 
La devoción al Cristo de Cabrera se inició a finales del siglo XVII. Ya desde 1714 existen testimonios de fieles forasteros que dejan donativos para que se les digan misas ante el Santo Cristo. La fiesta principal, la romería del Cristo de Cabrera, desde el siglo XVIII, tiene lugar el 18 de junio aunque se desconoce el motivo exacto de la elección de este día.
 
Los actos de culto, con ligeros cambios, no se han modificado en su conjunto desde la misa de antaño con sermón a cargo de un gran orador, procesión y ofrenda. La salida de la imagen de la iglesia, por la dificultad que ofrece dadas sus dimensiones, ha sido siempre uno de los momentos más emotivos de la celebración.
 
La impresión que ofrece la imagen es inmensa, pues son dos metros de los pies a la cabeza y otros dos metros de un extremo a otro de las manos. La imagen pertenece a la tradición de los cristos castellanos, de origen popular, con toda probabilidad obra de algún artesano local, al que Unamuno describe como 'Cristo campesino'. Es imposible dar una fecha de su talla, alguien ha dicho que pertenece al siglo XI, debido en parte a las reminiscencias románicas que conserva y por la imperfección de las formas.

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