El problema se originó al negarse los párrocos a aceptar la entrada como mayordoma de Carmen, una mujer con antecedentes muy arraigados en el seno de la Cofradía que, de hecho, ya fue mayordoma en otra ocasión.
Los estatutos de la Cofradía establecen como criterio de admisión a la misma que quien lo solicite ha de estar “en comunión con las costumbres de la iglesia católica”. Entienden los sacerdotes que, al vivir la mujer en pareja sin estar casada, se contraviene ese principio. Por tanto, debería ser la propia Cofradía la que adoptara la decisión que, incluso, recomendaría la expulsión de la mujer de entre sus miembros mientras persista su situación sentimental.
Desde el entorno familiar de la mujer afectada prefieren ser cautos y esperan que el asunto “se solucione de la mejor manera posible”.
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