Un reciente estudio de la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos afirma que los pacientes que se someten a procedimientos como liposucción o abdominoplastia experimentan mejoras significativas en su autoestima y en la calidad de vida. En el estudio, se evaluó la calidad de vida de 360 pacientes. La liposucción, combinada con abdominoplastia, produce la tasa más alta satisfacción del paciente, (más del 99 por ciento) , seguida de la mamoplastia o aumento de pecho, con un 98%.

El 86% de los pacientes reportaron una mayor sensación de autoestima después de la cirugía, y reconocieron una mejora en su calidad de vida. Además, el 98% de los pacientes afirma que se sometería de nuevo al procedimiento, y un 99% lo recomendaría.

La calidad de vida es una medida o factor de atención cada vez más importante para medir la eficacia de los tratamientos médicos y quirúrgicos. A pesar de que los procedimientos de cirugía estética cada vez son realizados con mayor frecuencia, pocos estudios habían evaluado formalmente hasta hora su impacto en la calidad de vida y autoestima de los pacientes. El aumento de pecho es el procedimiento quirúrgico más realizado y demandado junto a la liposucción.

 
Todo ello va a menudo de la mano con hábitos saludables y encaminados a cuidarse, como correr o montar en bici. La intervención de cirugía estética es un recurso más, y su demanda no ha dejado de crecer, aunque la crisis no facilite el acceso de este servicio a muchas personas. Tradicionalmente se ha asociado la cirugía estética con la superficialidad, el exceso y el lujo, pero lo cierto es que cada vez es algo más corriente, que ha dejado de pertenecer al mundo del glamour para abrirse paso como un simple medio de sentirnos mejor con nosotros mismos.
  
Los sectores de población que demandan estas operaciones son muy variables, y sus interesen cambian según la edad. De 19 a 34 años, el cuerpo ha completado su desarrollo, y  los tratamientos quirúrgicos pueden corregir desequilibrios tanto faciales como corporales, mientras que los procedimientos no invasivos pueden retrasar los primeros signos de la edad. Los procedimientos más habituales en este rango de edad son la rinoplastia, aumento de pechos o mamoplastia de aumento y los tratamientos microdermoabrasivos para corregir las pequeñas imperfecciones faciales. En cuanto a los no quirúrgicos, la toxina botulínica la y depilación láser son la principal prioridad.
 
De 35 a 50 años, la toxina botulínica encabeza la lista en este rango de edad, como estrella de los tratamientos no invasivos, seguida del uso de láser y técnicas de rejuvenecimiento de la piel (peelings). En estas edades sí se puede hablar de aumentos considerables de demanda en cuanto a tratamientos quirúrgicos se refiere: liposucción, abdominoplastia y cirugía de mama (aumento o disminución de pecho, embellecimiento o elevación mamaria) y para las mujeres que han sido madres, existe el llamado mommy makeover.
 
De 51 a 64 años el abanico se abre a hombres y mujeres, donde el lifting facial, la cirugía de párpados o blefaroplastia, y en general las intervenciones de cirugía facial son las más demandadas.
 
A partir de los 65 años el número de intervenciones se ha visto incrementado en un 80% en los últimos 10 años, bien por pacientes que deciden someterse por primera vez a una intervención o bien por aquellos que quieren mejorar los resultados de tratamientos cosméticos anteriores. El lifting cervical y todos aquellos métodos que eliminan la flacidez cutánea son los más demandados.

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