El día en que Franco pudo morir en Pelabravo... pero el que murió fue un ciclista

El 22 de agosto de 1935, el general Francisco Franco, por entonces inspector general del Ejército, y su mujer Carmen Polo, sufrieron un grave accidente de tráfico en el que el vehículo en el que viajaban por la carretera de Madrid, en el término municipal de Pelabravo, arrolló a dos ciclistas. El suceso pudo cambiar la historia de España

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Veintidós de agosto de 1935. El mismo día en que la prensa internacional se mostraba expectante ante la más que posible invasión del ejército de Mussolini de Etiopía (que finalmente se produjo dos meses después), Candelario celebraba una gran comida en honor del por entonces jefe de Gobierno de la II República, Alejandro Lerroux, que en una visita anterior a Salamanca había prometido dejarse caer por Béjar y comarca unos meses después. Y así lo hizo. Acompañado por el gobernador civil, por el alcalde de la capital, Miguel Iscar Peyra; y por los primeros ediles de Béjar y Candelario, los señores Ramón Olleros y Cándido Bayo; el anciano Lerroux compartió paella y cochinillo asado con numerosos coritos y posteriormente visitó la colonia de Llano Alto, antes de volver a Salamanca para poner rumbo de nuevo a Madrid.

Precisamente en esa misma jornada y por la carretera de Madrid circulaba un automóvil de la lujosa marca Hispano-Suiza. A las 13:00 horas, cuando Lerroux se disponía a dar buena cuenta de la paella en Candelario, entre las localidades de Pelabravo y Calvarrasa de Abajo el chofer del potente coche arrolló a dos ciclistas. El vehículo sufrió el reventón de una rueda y acabó volcando en la cuneta tras dar una vuelta de campana. El siniestro fue muy importante y alertó rápidamente a los vecinos de ambos pueblos. Pronto descubrirían la identidad de los pasajeros que viajaban en el coche accidentado.

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"Sobre la una de la tarde de ayer comenzó a circular la noticia de que en la carretera de Madrid había volcado un automóvil, que iba ocupado por el inspector general del Ejército, don Francisco Franco y su señora, Carmen Polo. Esta, según la primera versión, había resultado herida y había sido trasladada a Salamanca", contaba la edición de El Adelanto del 23 de agosto de 1935.

Efectivamente, aquel día en Pelabravo pudo cambiar la historia de España, pero pese a que el golpe fue tremendo, Franco salió ileso del siniestro y fue su esposa la que requirió asistencia sanitaria. La peor parte, claro, se la llevaron los dos ciclistas. Se llamaban Agustín Curto Pérez y Matías Martín Miguel, de 24 y 26 años. Eran dos jornaleros de Calvarrasa de Arriba que aquel día habían salido en bicicleta a la homónima de Abajo, a buscarse la vida y trabajar en alguna era. A la llegada de los efectivos de emergencias, Agustín Curto ya estaba muerto.

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Como consecuencia del accidente, Carmen Polo sufrió una herida de poca importancia en el parietal izquierdo. Tras ser curada en la Casa de Socorro de Salamanca, que se encontraba en la actual biblioteca de Gabriel y Galán, fue trasladada al Gran Hotel, donde le esperaba el general Franco. Según la prensa, ambos estaban "consternadísimos por el accidente". La mujer fue atendida hasta por tres médicos, llegando a acudir a comprobar su estado el ilustre doctor y político Filiberto Villalobos. Según escribió Luis Santos Gutiérrez en un artículo titulado Por qué no fusilaron a Villalobos en su libro De todo lo visible y lo invisible, que don Fili acudiera raudo a prestarle asistencia a la mujer de Franco pudo salvarle un año después de acabar asesinado en la Guerra Civil que el general y otros compañeros de armas desencadenaron casi un año después.

Para Santos Gutiérrez, "gracias a esos buenos oficios de Filiberto Villalobos, el suceso pasó de puntillas por los periódicos locales, el chófer (el sargento Emilio Arranz) fue exonerado de responsabilidad y el superviviente pasó a disfrutar de un puesto de trabajo fijo que le buscaron en el cercano municipio de Pelabravo". 

Aunque eso último parece que no fue tal que así. "Nunca le dieron un trabajo en Pelabravo; sólo un vaso de leche cuando le dieron el alta, y tuvo que irse a su pueblo andando", lamentó ya en la época de Internet uno de los nietos de Matías Martín Miguel y recogió en El Día de Salamanca el periodista Fernando Rodríguez. Matías vivió hasta los 90 años y está enterrado en el cementerio de Tejares.

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Al día siguiente, mientras se velaba el cuerpo del finado, el matrimonio prosiguió su viaje a Asturias, tierra en la que pretendían pasar unos días de breve descanso. "Lamentamos el accidente, deseando el total restablecimiento de la ilustre dama", concluía su información El Adelanto.

(Las fotografías del accidente, que recupera SALAMANCA24HORAS, fueron captadas por el fotógrafo Almaraz y publicadas en la edición del 23 de agosto de 1935 en El Adelanto. Posteriormente, en 2005, fueron recogidas en el libro Sueños de Concordia: Filiberto Villalobos y su tiempo histórico, editado por Caja Duero)

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