Fray Leopoldo 'El Prodigioso'

Entrevista con el escritor, investigador y comunicador José Manuel Frías en otra entrega de Crónicas Atlantes

 FrayLeopoldo 001
FrayLeopoldo 001

Fue hace ya un puñado de años cuando conocí a José Manuel Frías, un incansable buscador de historias, comunicador de los grandes, y magnífico y prolífico escritor malagueño al que debemos una veintena de libros publicados. Con su libro “Tras las huellas de Fray Leopoldo de Alpandeire” ha dado un paso más hacia adelante, mostrándonos la vida y obra de este personaje a través de un completo y ágil monográfico no exento de historia y misterio. Abrimos el archivo personal para desempolvar una interesante entrevista mantenida con Frías hace un tiempo.

Fray Leopoldo de Alpandeire, ¿un gran desconocido?

- Creo que en términos generales es bien conocido en nuestro país. En Alpandeire y Granada es una figura muy querida. Pero también es popular en otros lugares de España, sobre todo entre la gente mayor. Así, a su vez, son muchos los jóvenes que han podido observar su rostro en estampas y otros elementos, pertenecientes a sus padres y sus abuelos.

Conocido en esencia, sí, pero muy pocos se han preocupado de ahondar en la vida de Fray Leopoldo, un hombre bueno y especial.

Un hombre bueno, un hombre humilde, un hombre de Dios… ¿Es acertada esta definición para Fray Leopoldo?

- La mejor, porque más allá de los prodigios, de los sucesos sobrenaturales que le acompañaron y que asombraron a tanta gente, lo más destacado de su existencia es su bondad para con los más necesitados. Era limosnero, pero daba más de lo que pedía, y dejó una huella indeleble en aquellas personas con las que se cruzó a lo largo y ancho de Andalucía.

Alpandeire, pequeño municipio malagueño en la que nació Fray Leopoldo, ¿vive de espaldas a la relevancia del beato tal y como ocurre con otras personalidades, o la figura de su paisano forma parte del ADN de la localidad?

- Alpandeire y Fray Leopoldo son una misma cosa. Allá no sólo lo quieren; lo adoran. Estamos hablando de un pueblecito pequeño, de gente mayor, de personas que han sabido transmitir a lo largo de las dos últimas generaciones las historias y recuerdos de aquel paisano que compartió tiempo y espacio con ellos hasta los treinta y cinco años, y que después, sin él quererlo, se hizo enormemente popular.

José Manuel, ¿Qué lleva a un escritor como tú, destacado principalmente por escribir sobre enigmas y misterios, a trazar un monográfico sobre un religioso como Fray Leopoldo?

- Bueno, no es tan raro si tenemos en cuenta que a Fray Leopoldo lo envuelven muchos misterios, muchos prodigios, milagros con multitud de testigos. Pero no es ese el origen de mi interés. Por una parte, mis abuelos paternos y mis padres sentían devoción por su figura, y de pequeño me llevaban frecuentemente a la cripta de Granada. Eso hizo, a su vez, que me interesara por el personaje y leyera sobre su vida, descubriendo así a un hombre especial, lleno de maravillosos matices. Y como tercer punto, he de reconocer, aunque esta sea una cuestión muy subjetiva, que a lo largo de mi vida como adulto he sentido la ayuda de Fray Leopoldo en momentos difíciles en los que he acudido a él.

¿Qué hechos relevantes podemos achacarle a este buen hombre de Dios para que sea tan venerado?

- Supongo que una simbiosis entre su manera de ser, siempre preocupado por los demás, por los más necesitados, y sus capacidades sobrenaturales. Era una persona capaz de leer el corazón de la gente, de vaticinar veladamente acontecimientos. En su vida se han producido bilocaciones, levitaciones, multiplicación de alimentos, curaciones espontáneas. Pero repito que lo más importante fue el Fray Leopoldo humano, aquel que pidió limosna hasta los 89 años (y porque un accidente le obligó a refugiarse hasta su muerte en el convento). Por poner un ejemplo, una vez, solicitando unas monedas a un grupo anticlerical, uno de los presentes lo tiró al suelo y lo pateó. El fraile se levantó, se limpió el polvo de la túnica, y le dijo al agresor: “ya me has pegado… ahora dame limosna”, limosnas que, en contra de las órdenes de sus superiores, repartía entre los pobres antes de llegar al convento.

¿Es osado afirmar que muchos pasajes de su vida son todavía hoy un misterio, o hablamos de un hombre transparente?

- Como hombre era transparente, con una trayectoria limpia y diáfana. Pero, por otro lado, cualquier persona capaz de obras prodigios supone un misterio, un reto para la razón. Para mí es un enigma, por ejemplo, el caso de aquella señora que tenía una hija con una enfermedad en la garganta que le impedía hablar. La chiquilla tenía ya nueve años y los médicos decían que su problema era crónico, que nunca hablaría. La madre fue a visitar a un Fray Leopoldo ya anciano, con 89 años, pidiéndole que intercediera en la curación de su hija. El fraile le dijo una críptica frase: “la niña hablará cuando yo calle”. La señora se marchó pensando que el anciano no sabía lo que decía debido a su edad. Tres años después la niña se despertó hablando. A pesar del tiempo transcurrido, la madre se acordó del fraile y levantó el teléfono para llamar al convento y darle las gracias. Pero los frailes le dijeron que Fray Leopoldo no se podía poner porque acababa de fallecer en aquella madrugada del 9 de febrero de 1956. Ahí se entendió la frase de “la niña hablará cuando yo calle”. Todo un misterio.

Es común entre los ermitaños y frailes que sus últimos días estén rodeados de la misma pobreza y entrega que durante toda su vida. ¿Cómo fueron los últimos días de Leopoldo de Alpandeire?

- Él, hasta los 89, estuvo pidiendo limosna, a pesar de que sus superiores le recomendaban descanso. Pero una tarde, al bajar una escalera, sintió un empujón en la espalda. Mientras caía, se giró y no había nadie. Siempre pensó que fue una entidad demoníaca. El caso es que tuvo una grave fractura, y su estancia en el hospital sacó a la luz otras dolencias aletargadas hasta entonces. Fue en ese momento cuando sus superiores, contra su voluntad, le obligaron a permanecer en el convento el resto de sus días. Allí vivió como siempre, con humildad, sin ningún tipo de lujos, con una túnica que remendaba una y otra vez porque consideraba una ostentación tener dos túnicas. Murió tan pobre como nació y vivió.

En Granada sorprende conocer que la Cripta de Fray Leopoldo es el segundo lugar más visitado después de la Alhambra. ¿Qué representa la figura del beato para los granadinos?

- Lo representa todo, hasta el punto que muchos creen que Fray Leopoldo nació en Granada, o que Alpandeire está en la provincia granadina en lugar de en la Serranía de Ronda, en Málaga. Es su personaje más popular. Si Fray Leopoldo, tras más de cincuenta años en la ciudad de la Alhambra, se enamoró de Granada, también Granada se enamoró de Fray Leopoldo.

Con tu libro “Tras las huellas de Fray Leopoldo de Alpandeire”, no solo nos muestras la vida y obra de este gran hombre, sino que hay un fondo benéfico adosado a él. ¿Podrías explicarnos en qué consiste?

- Siempre he sentido que en mi vida, la presencia de Fray Leopoldo me ha acompañado en momentos difíciles, por ello quise devolverle parte del favor, en este caso escribiendo una biografía diferente, personal, amena, reflexiva, cuyos beneficios fueran a parar a la construcción de una ermita en su pueblo natal, y a otras obras de caridad. Es sólo un grano de arena en un desierto, pero es mi grano de arena.

Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios

Lo más leído