¿Por qué debería importarnos el envejecimiento de la población en Salamanca?

Se calcula que para el año 2033, la provincia de Salamanca habrá perdido 30.000 habitantes. El problema del envejecimiento de la población y el despoblamiento en las zonas rurales se presentan como uno de los principales retos de cara al futuro

 Despoblación
Despoblación

En el mundo hay muchas personas. Algunos quizá piensen de vez en cuando que demasiadas personas, lo cual puede llevar a plantearnos por qué deberíamos preocuparnos si nacen más o menos niños y niñas. Pero el problema de fondo está en las consecuencias que estos procesos van a tener en un futuro más próximo de lo que cabría esperar. La provincia de Salamanca se encuenra inmersa en un proceso irreversible de despoblación en el medio rural y envejecimiento de la población que marcará los desafíos a los que tendrá que enfrentarse la provincia en los años venideros.

Nacen pocos

Salamanca cuenta en la actualidaad con una población de 332.776 habitantes. Según datos del INE, para el año 2033 se proyecta una población de 303.882 habitantes aproximádamente. Esto supone la pérdida un 9% de la población en apenas 15 años. Con unos datos del paro tan elevados como los que se encuentran en todo el país, este dato podría parecer un alivio. Menos personas significa más población ocupadas en términos relativos. Pero las cosas no funcionan así.

La tasa de reproducción, que no es otra cosa que el número de hijas que las mujeres tienen en la población salmantina, se sitúa para 2016 en 0,75 hijas por mujer, muy debajo de una tasa de una hija por mujer que garantiza el reemplazo generacional Este dato se refiere al comportamiento individual de las mujeres y nos dice que no sólo nacerán menos niñas que serán las mujeres que tengan hijos en el futuro, sino que estás también tendrán menos hijas. Por lo tanto, estamos hablando de un proceso de largo recorrido que no dispone de un remedio a corto plazo. Menos personas también supone no sólo una contracción en términos demográficos sino que también supone una contracción de la economía en la provincia.

Y mueren pocos

A esto hay que añadirle el problema del envejecimiento de la población. La esperanza de vida para un niño o niña que nace en 2017 en Salamanca se situa en los 84 años y se espera que este dato siga aumentando en el futuro. Por sí mismo, no hay nada de malo en este dato. Cada vez disponemos de mejores cuidados y métodos para preservar la salud de nuestros mayores. El problema es que los mayores viven cada vez más años y hay cada vez menos jóvenes. Los mayores viven de pensiones que se pagan con las cotizaciones de los jóvenes que trabajan hoy. Así ha funcionado siempre. Sin embargo, nos acercamos cada vez más al momento en el que el salario de trabajador tenga que mantener a dos pensionistas a la vez que al propio trabajador y, como es evidente, esta situación es insostenible.

Cuando se propone postergar la edad de jubilación tiene mucho que ver con esto. Si los ancianos viven más y no disponemos de suficientes jóvenes, reducir los años de pensión acortando la jubilación parece tener sentido. Pero el problema va mucho más lejos. No hay soluciones a corto plazo que puedan revertir esta situación, pero si atenuar su impacto a futuro. La inmigración, por ejemplo, tiende a traer gente jóven en edad de trabajar. Además, los inmigrantes suelen tener comportamientos demográficos distintos que ayudan a acentuar este efecto. Pero también es cierto que plantea nuevos desafíos en cuanto a conflictividad social y choques culturales.

Salamanca y el desfase entre campo y ciudad

Todas estas cuestiones afectan en mayor o menor grado a todo el país. Lo que caracteriza a la provincia de Salamanca es la acentuada despoblación del medio rural frente a la ciudad. Gran parte de estos 30.000 habitantes que se prevee que desaparecerán de Salamanca en 2033 provienen en términos relativos mayoritariamente del campo. La mayoría de jóvenes ha emigrado hacia las ciudades en busca de oportunidades laborales y es particularmente grave el caso del oeste salmantino, donde en muchos municipios de la zona de Arribes no se superan los cuatro habitantes por kilómetro cuadrado. Se considera que una cifra por debajo de los diez habitantes por kilómetro cuadrado significa la muerte demográfica para dicho territorio, y en el oeste encontramos cifras que no se encuentran en ningún territorio de Europa salvo en ciertas regiones como Laponia.

Esto ha dejado a su paso una larga colección de pueblos abandonados en medio de la dehesa salmantina y cada vez hay mas zonas abandonadas a medida que los mayores que habitan estos núcleos van muriendo. A excepción de algunas localidades como Ciudad Rodrigo o Vitigudino, el oeste está siendo abandonado y con él todo un inmenso patrimonio natural y cultural. En esta área se encuentran varias reservas naturales y zonas protegidas con un alto valor ecológico, siendo la cuenca del Duero la más destacada. Aunado a esto, la ganadería autóctona y los característicos encinares de la dehesa son un emblema de la región que poco a poco se irá perdiendo.

¿Quién cuidará y preservará el patrimonio ecológico y cultural de esta zona? Muchos inmigrantes extranjeros han revitalizado algunas localidades de la zona. Pero la verdad es que la opción de una vida en el campo para los jóvenes no parece ser viable por el momento. La población sigue concentrándose en núcleos urbanos cada vez más grandes y abandonando las áreas rurales en busca de oportunidades. Con la burbuja de los alquileres en las grandes ciudades y el hacinamiento de mucho jóvenes en pequeños pisos compartidos, cabe preguntarse si este modelo supone una mejora ya no solo en términos económicos, sino en términos de calidad de vida y las aspiraciones y metas que deberíamos proponernos como sociedad.

¿Hay soluciones para el futuro?

Con todo este panorama, parece que el futuro no es halagüeño. Nada más lejos de la realidad, es la hora de repensar qué queremos. Es hora de plantear un modelo que garantice tanto la sostenibilidad medioambiental como económica. Y con las elecciones a la vuelta de la esquina, es hora de demandar un compromiso político que garantice un futuro a la provincia. La edad media de maternidad se situa entorno a los 33 años en Salamanca debido a que la gente jóven que quiere ser padre o madre no puede conciliar su vida laboral y familiar. La inestabilidad económica entre los jóvenes mina sus planes de futuro y trasladan esta incertidumbre al futuro conjunto de la región. Mientras tanto, las demandas de los jóvenes son desatendidas porque representan una parte minoritaria del electorado y tienden a abstenerse de votar. Pero, al fin y al cabo, son los jóvenes quienes serán parte de ese futuro. Los jóvenes son el garante de ese futuro para Salamanca. Siempre y cuando haya jóvenes, habrá futuro. Y viceversa.

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