El clásico de la Liga Femenina de baloncesto, el Avenida ? Girona, cumplía con otros clásicos: el clásico triunfo local (entre Liga y Supercopa, el equipo catalán acumula once derrotas seguidas en Salamanca), el clásico duelo intenso en el interior y en el exterior entre los dos primeros clasificados, el clásico buen dato tangible de De Souza (20 puntos anotados y 31 de valoración) y, cómo no, el clásico empuje de la ?Marea Azul?.
Y eso que la afición salmantina acudía al pabellón de Würzburg digiriendo todavía la eliminación europea del jueves. Mal postre tras casi dos semanas engullendo alegría por la victoria en la Copa de la Reina. Pero la jornada 23 de la Liga acogía la reedición de la final del torneo del KO y el hambre por ganar un nuevo título podía con la indigestión provocada entre semana por el Nadezhda
Así, en el entrante del primer cuarto, Miguel Ángel Ortega ofrecía una variedad de jugadoras. Las rotaciones que hacía porque el Girona poco a poco dañaba a un Avenida más ambicioso, pero menos consistente, acababan saliéndole bien. Asurmendi y De Souza se echaban al equipo a las espaldas y el aperitivo concluía con las charras tres puntos arriba (20-17).
El estómago pedía más y el primer plato resultaba delicioso. Nada más arrancar el segundo acto, dos puntos de Givens y otro par de Robinson avisaban de que había prisa por terminarlo. Domínguez empezaba a coger la cuchara desde el puesto de base y la renta subía hasta la llamada ?barrera psicológica? de los diez puntos de ventaja con los que el Avenida se marchaba al descanso (36-26).
Tras el tiempo para el refresco y el bocadillo destinado a los seguidores que llenaban las gradas del recinto-restaurante, tocaba dejar atrás otro clásico: empanada de los conjuntos que inician el tercer cuarto con la balanza decantada a su favor.
Por tanto, Ortega prefería no jugársela con nuevos condimentos y repetía los aperitivos. Si algo gusta, ¿para qué tocarlo? Y al chef, a las jugadoras y al público le estaba deleitando lo que estaba en el parqué-mesa de Würzburg. Por eso, las cinco que comenzaban el partido, iniciaban los terceros diez minutos: Asurmendi, Elonu, Eldebrink, De Souza y Gil. Pero un parcial de 0-12 confirmaba que más que sí, que se había servido empanada. Para remediarla, tocaba cambiar los planes. ¡Fuera ese alimento y vuelta a las rotaciones! La fortaleza física, la pausa en momentos dados, la aceleración cuando había que darla y el acierto desde el perímetro de Givens y Loyd, que entraban desde el banquillo, unidas a la experiencia aportada por la mejor jugadora de la Copa de la Reina, De Souza, permitían al cuadro azul encarar la pieza decisiva con el cuerpo preparado para disfrutarla: 16 puntos por encima del adversario (59-43).
El primer puesto se acariciaba y esta vez sí, el Avenida cumplía con otro de sus clásicos: que la hinchada se marche con buen sabor de boca. Givens y Loyd lo tenían en mente y seguían con su festival de triples (dos en el encuentro para la primera y cuatro para la segunda). Sus compañeras y ellas alcanzaban una distancia de 25 puntos a favor, lo que las acercaba a los 26 por los que perdían en la primera vuelta. Y como la venganza se sirve en plato frío, ese es el que le entregaban al Girona en los últimos minutos. El sufrimiento del cuadro catalán se acrecentaba a medida que se acercaba la conclusión del menú. Y De Souza se empeñaba en que así fuera. A 113 segundos para el final, las salmantinas ganaban por 27 puntos, los mismos por los que terminaban haciéndose con el triunfo (80-53), con la diferencia de puntos ante el Girona y con la primera posición de la Liga.
En definitiva, el Avenida se relamía con su comilona ante su gran rival y, después de lo ocurrido esta semana en la Eurocopa, también cumplía con otro clásico. En este caso, un dicho popular: tras la tempestad, viene la calma.
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