¿Residencia universitaria o piso de alquiler? El dilema de los jóvenes universitarios

Con ventajas e inconvenientes, los estudiantes procedentes de otras ciudades se deben decantar por acudir a una residencia o a un piso de alquiler. Las cuentan en otro reportaje de los sociólogos Íker Uriarte y Miguel Núñez

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Si pensamos en Salamanca lo primero que se nos podrá venir a la mente es que estamos ante la ciudad universitaria española por excelencia. Esto significa que cada año acuden decenas de miles de estudiantes que necesitan una vivienda durante, al menos, 9 meses. Esto ya de por sí- sin entrar a medirlo- tiene un efecto en los precios del alojamiento: a mayor demanda-sin entrar a analizar el lado de la oferta- mayores precios. De todos modos, este no es el objetivo del presente reportaje. Nos interesa ahondar un poco más en las razones de la gente que, a la hora de encontrar un alojamiento para acudir a la universidad, se debate entre dos opciones: vivir en un piso o en una residencia.

Residencia: Entre la comodidad y la dependencia

“Eso lleva desde que venimos ahí colgado”. Una pancarta festiva celebrando el año 2015 cuelga en el salón del piso de Javier llena de nombres desconocidos que probablemente dejaron Salamanca hace ya tiempo. Nos sentamos en torno a una tabla de conglomerado apoyada entre un saliente de la pared y un bloque de madera que Javier llama mesa. Javier nos ha advertido que no nos sentemos en una de las sillas porque está a punto de romperse. “Llevo ya dos años en este piso y la verdad que bien, aunque cuando llegué a Salamanca estuve un año en residencia”.

Javier llegó a Salamanca hace cuatro años y, como todos los estudiantes que vienen de fuera, tuvo que buscar un lugar donde vivir durante su estancia. Como otros muchos, Javier paso sus dos primeros años en una residencia universitaria, aunque lo común en opinión de Javier es que “la gente suele ir el primer año a la resi porque todo es nuevo pero ya una vez que conoces gente te vas a un piso”. Vivir en una residencia ofrece un camino intermedio entre la indepencia total y la comodidad de tener todo resuelto. “Había un chico en mi resi que llevaba muchisimos años. Tenía como casi treinta, que se había metido tarde a la carrera y también creo que se tocaba un poco las narices, pero él decía que de la resi no se iba y que estaba muy cómodo allí”, dice Javier. Sin embargo, él estaba deseoso de poder salir de la residencia. “Si por mí hubiese sido, hubiera ido directo a piso. Además, yo me moría por vivir ya a mi bola lejos de mis padres. Aunque bueno, el primer año bien porque te ayuda a adaptarte al cambio. Pero el segundo año me obligaron mis padres porque les daba miedo que me fuera solo a piso”.

Los padres de Javier han tenido un papel fundamental. De hecho, desconoce cuánto pagaba por la residencia porque eran sus padres quienes manejaban todo, aunque tiene entendido que eran en torno a 800 euros al mes. “Yo ahora en el piso pago algo más de 300 euros. Que está bien teniendo en cuenta que es un piso grande entre comillas, pero hay que tener en cuenta que en residencia pagas todo con eso: limpieza, comida, mantenimiento... Aquí hay que hacerlo nosotros”. Javier vive ahora con un compañero que conoció en la residencia y otro chico. Según él, una de las grandes ventajas de su estancia en la residencia es que tuvo la oportunidad de conocer a gente recién llegado a Salamanca: “Aquí en Salamanca salgo de fiesta con los de la residencia. Si que tengo relación con los de clase pero mi grupo de amigos por así decirlo sigue siendo el de las resi. Yo creo que es la mayor ventaja de ir a residencia. Llegas nuevo a Salamanca y no conoces a nadie. No todos hacen amigos, pero te da la oportundiad a conocer más gente y aunque yo era el primero que quería irme a piso ya, tengo que admitir que en ese sentido agradezco mucho haber ido a residencia porque la mayoría de mis amigos aquí los conocí allí”.

¿Alquilar como universitario?

Era una soleada tarde de invierno con sabor a primavera en la Rúa, la gente caminaba animadamente, un chico se encontraba sentado en un banco mirando su teléfono tranquilamente. Le preguntamos si accedía a una entrevista. Accedió. En estos momentos se encontraba en su cuarto año de educación social, por lo que este era su cuarto año alquilando un piso.

En un primer momento le preguntamos sobre cómo fue la “negociación” en casa para tomar la decisión de alquilar un piso: “mi madre, aunque no lo dijera, sé que parecía preferir que el primer año estuviera en residencia, no se fiaba mucho”, nos decía riéndose al evocar ese recuerdo. Acto seguido, sin necesidad de preguntarle más, ni tratar de “explotar el silencio” continuó: “pero yo quería estar a mi bola, que además vivir con mucha gente me agobiaría fijo”.

Aquí parece que nuestro entrevistado tenía claro que prefería vivir en un piso, y ante la falta de una clara preferencia por parte de sus padres se decantó en su favor la decisión. Posteriormente le preguntamos si creía que la cuestión económica tuvo algo que ver en su caso: “yo al menos lo utilicé para convencer a mi madre”, nos dice refiriéndose-interpretamos- a que empleó el argumento del menor coste del alquiler frente a la residencia para “convencer” a su madre.

Cuando le preguntamos sobre su experiencia en piso nos hace referencia a la “suerte de poder vivir con colegas”, es decir, nuestro entrevistado tenía otra razón de peso personal para elegir el piso: la de vivir con amigos y conocidos, que además no son muchos (recordemos que le agobiaba la idea de compartir espacio con mucha gente). Esto parece importante ya que mucha gente cuando viene a un piso al primer año no conoce a sus compañeros previamente. Otra cuestión que nos comentó acerca de su experiencia, y que no podemos dejar de mencionar, es el hecho que nuestro entrevistado mismo nos verbalizaba: “la convivencia tiene sus roces”.

Finalmente cuando le preguntamos si él, personalmente, había notado una subida de los precios del alquiler nos comenta: “eso ya no lo sé, pero si lo que he notado diferencia de unos pisos a otros en lo que me gasto es el rollo de la calefacción central, antes pasaba frio y aún así pagaba un huevo y ahora me quejo de calor, pero al menos no pago mucho más”.

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