Carlos Escobedo (Sôber): "Nosotros creemos en este tipo de festivales donde se da cabida a todo tipo de estilos"

Carlos Escobedo (Madrid, 1975) siempre ha sido la voz y el bajo de Sôber, absoluta referencia del metal alternativo patrio. Junto a su hermano Jorge Escobedo, Antonio Bernardini y Alberto Madrid (este último fallecido en 2006) conformó la alineación de la banda cuando el grupo publicó Paradysso en 2002, su mayor éxito, y no dejó de sonar Arrepentido. Tan icónica fue y es esta canción que hace sólo cinco días 120 baterías establecieron un nuevo Record Guinness al tocarla todos a la vez en Quintanar de la Orden (Toledo)

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En 2004, la banda se separó para tomarse un respiro. Los hermanos Escobedo emprendieron distintos caminos y formaron dos proyectos paralelos: Savia y Skizoo. El resto del grupo se dividió en ellos y, con otras propuestas, siguieron cosechando éxitos. En 2010 anunciaron su regreso. Este viernes, a las 22:00 horas, sus guitarras atronarán en el escenario de la plaza de Anaya, dentro de la programación del FÀCYL. Carlos Escobedo ha atendido a SALAMANCA24HORAS poco antes de derrochar energía junto a la Catedral... y decir sí a ser libre.

¿Cómo llega Sôber a la cita en Salamanca y en qué momento se encuentra la banda tras dos décadas de trabajo?

Llega en un momento buenísimo y con muchas ganas, ya que el FÀCYL nos marca el inicio de los festivales de verano, por lo que abandonamos el corsé de la gira sinfónica que hemos realizado en los últimos meses, y que ha sido maravillosa, pero extenuante en cuanto a logística. Entonces, acogemos estos festivales como aire fresco. Tenemos muchas ganas de darlo todo y tocar canciones que en nuestra versión sinfónica no hemos estado interpretando. Vamos a soltar la rabia y la ira que hemos estado guardando, porque con la gira anterior hemos tratado de ofrecer una sensibilidad mayor para transmitir.

Comenzásteis siendo una banda de metal alternativo más o menos ortodoxo, pero el último disco de Sôber hasta el momento ha sido una grabación sinfónica...

Tras dos décadas de trabajo nos propusimos marcar un punto de inflexión, y esa idea la convertimos en lo que ha sido La Sinfonía del Paradysso. Porque Paradysso fue un disco muy querido por el público, que logró el disco de platino (100.000 copias vendidas) en el año 2002. Sin embargo, queríamos que aquellas viejas canciones alcanzaran una dimensión mayor. Buscamos convertirlas en algo más grandilocuente, en una auténtica banda sonora. Por ello, nos unimos a la Orquesta Sinfónica de Cámara de Siero (OCAS). 

No debió de ser fácil adaptarse al trabajo con una orquesta sinfónica…

Tú lo has dicho. Fue realmente complejo. Además, no nos propusimos hacerle a las canciones unos arreglos orquestales sin más. Comenzamos de cero para que la banda y la orquesta conviviera de la mejor manera. Evidentemente, teníamos discos de bandas de rock y heavy que ya habían incursionado en la unión con orquestas sinfónicas, como Metallica, ScorpionsKiss o Deep Purple; pero lo habían hecho siempre en directo. Nosotros hicimos un disco de estudio con una sinfónica, por lo que el proceso nos obligó a grabar en Madrid unas pistas primigenias, enviar a Asturias unas partituras para que fueran ensayando y, luego, viajar nosotros para grabar ya con la orquesta. Fue un complejo y muy creativo proceso de ensamblaje.  

Supongo que este tipo de discos se sacan cuando la carrera de una banda está más que consolidada, porque parece jugársela.

Sí, es así. Llevamos veinte años en esto y fue un "lo vamos a hacer porque nosotros lo valemos". Era necesario hacer un impase para volver a coger impulso. Y aquí estamos.

¿Qué os parece el FÀCYL? ¿Os lo han vendido bien?

Nos lo han vendido muy bien, porque nosotros creemos más en este tipo de festivales, donde se da cabida a todo tipo de estilos y músicas, y en los que incluso se suman otras artes. Me recuerda un poco al viejo Mediatic Festival de Alcoi de hace ya muchos años, en los que podía tocar primero Seguridad Social, luego Sôber, más tarde actuaba Bunbury y ya de madrugada Mägo de Oz. Era una mezcla de géneros, pero era muy atractivo y enriquecía al público, que a priori podía no conocerte y acababa el concierto apuntándose una nueva banda. Con decirte que en el siguiente festival vamos a actuar con Rosalía...

¿Y Salamanca? ¿Guardáis un buen recuerdo de alguna otra ocasión en la ciudad?

El final de gira de Vulkano, a finales de 2017, se hizo en Salamanca y vendimos todo. Tenemos un gran recuerdo porque fue un petardazo total y lo dejamos todo en el escenario porque significaba llegar al último concierto y, además, despedir el año, Vinieron muchos amigos y fue especial.

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¿Cuál va a ser la propuesta en el concierto de este viernes en el FÀCYL?

Estamos preparando un setlist que se salga del que hemos tocado con la orquesta sinfónica, con algunas canciones antiguas y relevantes de nuestro repertorio que hace tiempo que no tocamos. Va a ser un poco como regresar al concierto del Potemkin de 1999, cuando vinimos a presentar Morfología. Será enérgico y muy potente.

¿Qué ha cambiado en la música en España desde que Sôber lanzó al mercado Paradysso, su mayor éxito, en 2002?

Internet nos servía por entonces para enviar tres correos y poco más, y ahora es, básicamente, el modo de comunicar la música. Todo ha evolucionado mucho, porque entonces salías a vender tu música en las radios comerciales y ahora todo se centra en las redes sociales y YouTube. Es una época completamente distinta. Ahora nos planteamos, a la hora de sacar un disco al mercado, grabar material para colgar en redes sociales del proceso de creación. Hay mucho más contacto con los fans, mucho más directo. 

Hay dos momentos diferentes en la historia de Sôber que coinciden con el paréntesis de la banda, con la creación de Savia y Skizoo, y con el posterior regreso. La banda se ha abierto a otras músicas y ritmos desde el regreso en 2010...

Sí, la experiencia de Savia y Skizoo nos hizo abrir mucho la mente. A día de hoy, tenemos público que nos conoce a través de ellas, que incluso generaron cierta rivalidad entre unos y otros seguidores; aunque la gran mayoría eran los mismos. Ahora contamos también con un público más joven que se ha enganchado en esta nueva etapa y, pese a su juventud, nos exigen mucho porque son un público bien formado en la música. Nos demandan producciones más elaboradas y arreglos más altos. Es fantástico contar con dos generaciones de fans. Los jóvenes, que se colocan delante en el concierto, y los veteranos, que se sitúan detrás, pero que jalean como siempre. Sôber cuenta con un público muy fiel, que se mueve mucho y nos ha apoyado siempre.

Savia y Skizoo eran dos auténticos grupazos. ¿Fue difícil desprenderse de ellos?

Fue difícil, bastante difícil, pero la vida es cumplir épocas. Savia tuvo tres discos y muchos ritmos, incluso más discotequeros al final. Skizoo también realizó un gran trabajo. Al final acabamos coincidiendo, nos miramos todos y nos dimos cuenta que teníamos nuevas cosas que contar. Volvimos y surgió Náufrago, que fue un emblema, y todo lo demás fue fluido. Ya han pasado diez años del regreso y, cuando cumplimos veinte años como banda, en 2015, volvimos a juntar a Savia y a Skizoo y a reconciliar a una parte del público que se había enfadado. Hicimos dos noches en La Riviera que fueron apoteósicas.

¿Qué balance haces de vuestro regreso a la actividad como Sober?

El regreso es muy positivo, creo que ni haciéndolo aposta hubiera salido así. En 2004 necesitábamos oxígeno después de unos años vertiginosos en los que vendíamos muchos discos y hacíamos muchas entrevistas. Créeme que estábamos más tiempo con la banda que con nuestras respectivas familias, y eso que algunos la acabábamos de crear. Yo mismo había estrenado paternidad y todos necesitábamos una mayor tranquilidad. Tocar en sitios más pequeños y hacer otras cosas. Ese oxígeno del que hablo nos vino muy bien. En 2020 sacaremos nuestro nuevo disco y no tenemos intención de parar.

¿Fue duro volverse a llamar Sôber tras la pérdida de Alberto Madrid? Su recuerdo seguirá muy presente en la banda.

La pérdida de Alberto Madrid fue el momento más duro que hemos vivido. No sólo como grupo, también a nivel personal. Alberto formaba parte de Savia conmigo y habíamos estado horas antes tocando en Pamplona. Pasé algún tiempo de psicólogos y no volvimos a subirnos a un escenario hasta ocho meses después. Ahora siempre pensamos, a la hora de hacer un disco, en cómo compondría su batería Alberto Madrid. En este sentido, Manu Reyes lo ha hecho fenomenal, pero claro, él era fanático de Alberto. En La Sinfonía del Paradysso respetamos al máximo el trabajo que realizó con la batería en 2002, porque era espectacular. Tengo que decirte que Alberto está presente en todos los conciertos, porque es su voz la que nos da paso en cada canción a través del pinganillo. Tenemos grabada su voz diciendo: "One, two, three..." y tras él empezamos a tocar.

¿Qué va a ser lo próximo de Sôber? ¿Qué os queda por hacer?

Estamos componiendo todavía. No sabemos hacia dónde llevar la producción, pero será novedoso siempre dentro de nuestro estilo. Evidentemente, no nos vamos a vestir de blanco porque engorda y siempre lo hemos evitado (ríe). Seguimos buscando canciones que nos motiven y nos emocionen. La música se trata de esto. 

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