​La madre de Carbajosa cuya hija fue abusada en Madrugadores: “Llego a un acuerdo porque es la única forma de mantenerlo lejos de mi hija; las leyes tienen que cambiar y que esta gente no quede impune”

En una entrevista con SALAMANCA24HORAS, esta madre lamenta que, pese que el propio abusador se declara culpable, apenas recibirá una orden de alejamiento de su hija de cinco años y otros cinco años de inhabilitación para trabajar con menores. Una pena que probablemente hubiese sido menor en ese aspecto en caso de ir a juicio por tal y como están establecidas las leyes

 ana (nombre ficticio)
ana (nombre ficticio)

Hace dos años, Ana (nombre ficticio) recogió a su hija del colegio de Carbajosa de la Sagrada. Después de comer, fue a cambiar a su pequeña de ropa para ir a ballet cuando, de repente, le dijo que su cuidador de Madrugadores le había agarrado por la mañana, le había metido la mano por debajo de la braguita y le había hecho “cosquillas en la chocheta”.

Una historia real como la vida misma y que sucedió en 2017. La madre cuya hija fue abusada, que prefiere mantenerse en el anonimato, lo recuerda como si fuera ayer mismo en conversación con SALAMANCA24HORAS. En ese momento, le preguntó que qué le había dicho, y su hija, de tan sólo cinco años, le contestó que le había dicho a su cuidador que dejara de hacerle eso, que no le gustaba nada. “Le dije que lo había hecho fenomenal y, acto seguido, me tuve que ir al baño porque no podía ni hablarle”, lamenta esta madre, quien asegura que “no podía creerlo”.

Ana, para no alarmar a su hija, la vistió y la llevó a sus actividades extraescolares. Después se fue a trabajar y, desde la oficina, llamó a su pareja, el padre de la niña, quien tampoco podía creer lo que había pasado. De hecho, cuando llegaron todos por la noche en casa, su padre le preguntó por lo sucedido, “y con él no quiso hablar, dijo que ya me lo había contado todo a mí”.

En ese momento, Ana le dio un pequeño cachete en el culo a su hija en plan gracia y le espetó “mira, como lo que te ha hecho el cuidador”. Pero su pequeña, de manera seria, le replicó: “No, él me ha rascado la chocheta”. Al día siguiente, esta madre no llevó a su hija al colegio, sino que fue ella y quiso hablar con la Dirección para, días más tarde, poner la denuncia por el abuso sexual que había sufrido su hija.

Dos años después, sale el juicio. Mientras, el presunto abusador puede haber estado trabajando con menores

Pese a que estos hechos pasaron hace ya dos años, los mismos iban a ser juzgados el próximo 19 de julio en la Audiencia Provincial. Entre tanto, “dos años horribles en los que tienes la sensación de que este señor estaba impune en la calle y que me lo podía encontrar en la tienda, en la calle, en el supermercado o que, incluso, podía estar mirando a otros niños”, cuenta Ana.

Y decimos que iban a ser juzgados porque esta madre, en pos de defender y proteger a su hija lo máximo posible, ha llegado a un acuerdo en el que el hombre se declara culpable y en el que ha logrado lo que quería a toda costa: una orden de alejamiento para el abusador, ya que también vive en Carbajosa de la Sagrada. Es más, Ana se lo ha cruzado, lo que le ha producido una sensación indescriptible, pero no peor de la que sintió cuando su hija le contó todo.

“La primera sensación es que ha pasado algo como lo que veo en la tele. Pero te das cuenta que le puede pasar a tu hija”, detalla, antes de continuar: “Es que no te crees lo que está pasando. Yo la he llevado con toda la confianza del mundo a Madrugadores. Yo he visto al chico y se la he dado. La ha cogido de la mano. Y no sabes qué sensación es esa, de impotencia, por la sociedad en la que vivo y donde vivo”, relata estremecida.

Ana cree que algo así “cuando se tienen hijos, es de lo peor que te puede pasar, porque piensas que eres el responsable, que tú la las llevado ahí, que tienes que tener mil ojos… He llevado a mi hija, y se te rompen todos los esquemas”, prosigue, concretando que las veces que lo ha visto por el pueblo “te saltan todas las alarmas, un instinto básico de protección”.

Porque ese chico, durante estos dos años, puede que haya estado trabajando con menores. Sí es cierto que en el colegio lo retiraron inmediatamente, “pero hasta que no hubiese juicio con sentencia, puede que ni le aparezcan las denuncias”.

Precisamente, otra de las cosas que ha logrado Ana en el acuerdo es que este hombre reciba una inhabilitación de cinco años para trabajar con menores. Sin embargo, una de las cosas que más le choca es que, pasado ese tiempo y habiendo cumplido la condena, puede volver a trabajar con niños si demuestra que está rehabilitado, algo que no entiende por qué es así, y lamenta que la legislación sea tan permisiva en ese aspecto.

Creen que los hechos sólo sucedieron un día aunque no lo pueden saber con certeza

Los primeros días tras los hechos, la hija de Ana “se sintió muy protegida”, ya que a su presunto abusador la retiraron del colegio “y a la semana la volví a llevar a Madrugadores para que tuviera normalidad”.

Eso sí, pese a su corta edad entonces (cinco años), “se acuerda, y sabe que no estaba bien. Le dijo que no le gustaba lo que le estaba haciendo, pero aun así la agarró por detrás y la limitó. Hay una frase que siempre le he dicho, y es que cuando esté en una situación incómoda, diga que respeten su espacio. Y eso hizo, le dijo que no la agarrase y que no le apretase, que no le gustaba”, recuerda Ana, quien también confirma que su pequeña “se acuerda de los juzgados”.

Por las investigaciones que hicieron en su momento, creen que esos presuntos abusos “sólo sucedieron un día”. Sin embargo, ocurre que no pueden saber con certeza si hubo más niños afectados, ya que valora que el colegio no actuó de la mejor manera. Por ello, y al no llegar al resto de los padres en su momento, hace dos años, lamenta que “todo quedará en el olvido, y no sabremos si hubo más niños”.

Todo porque el colegio no siguió el protocolo adecuado, algo que conocerían después. "Se preguntó a las niñas del entorno de mi hija, pero hay muchos más niños”, recalca, puesto que el hombre que abusó de su hija “iba a lo que iba, y lo habrá intentado con más. Mira si tenía ganas que estaba haciendo las prácticas con un pie escayolado”.

Que el centro no siguió la normativa establecida de la manera correcta se enteraron cuando fueron a denunciar. Lo primero que hicieron Ana y su pareja fue acudir al Tribunal Tutelar de Menores -en Gran Vía-, y estos les recomendaron que acudieran inmediatamente a la Guardia Civil a cursar la denuncia correspondiente. De hecho, les explicaron que debía de haber sido el colegio, nada más tuvieron constancia de los hechos, los que tenían que haber denunciado al monitor, algo que les confirmó después la Guardia Civil, ya que es como lo marca el protocolo.

“Lo único que te queda es llegar a un acuerdo para proteger a tu hija. Quiero que las leyes cambien para que, si pasa, nunca más vuelva a suceder”

Ana tenía una cosa muy clara: que no quería que esto se alargase. Y temía además que, con un juicio, la condena fuera menor e, incluso, pudiera llegar a quedar absuelto, motivo por el que su abogada negoció con la defensa un acuerdo por el que el hombre se declara culpable de los abusos a la pequeña. La condena: un año de prisión -que no cumplirá al no tener antecedentes-, cinco años de inhabilitación y cinco años con una orden de alejamiento de la hija de Ana.

Un acuerdo que alcanzó, como reitera, “para proteger a tu hija. Es lo único que te queda”, vuelve a clamar con rabia e impotencia. Así, espera que su caso sirva para “modificar las leyes para no llegar a este tipo de circunstancias”, porque no comprende, que, pase lo que pase, en cinco años pueda volver a estar en total libertad y trabajando con menores.

“Esto es por mí y por el resto de padres y madres. La ley tenía que estar hecha para que, si pasa una vez, nunca más volviera a suceder”, y pone de ejemplo el caso de su hija, que sufrió abusos por un hombre “que no llevaba ni 10 días trabajando en la empresa, que estaba de prácticas, e hizo lo que hizo. En un campamento de 15 días qué no hará”, explica de manera sosegada pero remarcando el temor que tiene.

Si el acuerdo establece que tanto la orden de alejamiento como la inhabilitación para trabajar con niños son de cinco años es porque no podía solicitarlo por más. Pero esta era la única manera para que se alejase “definitivamente” de su hija. Eso sí, sabe que, una vez se cumpla ese tiempo y cumpla la condena, “puede solicitar que se retire de penales todo eso, argumentar que está rehabilitado y volver a estar en contacto con niños”. Algo que no le entra en la cabeza cómo puede ser posible, reiterando que “es una vergüenza”.

La pregunta es, ¿cómo pudo llegar una persona así a trabajar con menores? Simple y llanamente “porque nadie le ha hecho una entrevista y lo han revisado, y nadie ha tenido la autoridad de decir tú sí vales o tú no”.

Hay una cosa que Ana tiene más que clara. Que ese hombre es “el máximo responsable por ser mayor de edad y por estar en plenitud de condiciones físicas y mentales”. Pero esto no implica que crea que sea la única persona inculpada. Primero, quiere saber dónde estaban las otras cuidadoras y por qué no advirtieron lo que ese chico estaba haciendo, al menos, con su hija. Y segundo, quiere conocer por qué este hombre se coló en el sistema.

“El secretario técnico me trató como una puta mierda, y de ahí me fui directa a la Guardia Civil"

Una vez habló con el colegio, estos le remitieron al inspector, “que tardó mucho en llegar”. Fue él quien la llevó ante el secretario técnico de Educación en Salamanca, “y me trató como una puta mierda. Me decía que ni a mí ni a mi abogado nos iba a dar ningún papel, y que sólo lo haría si el juez se lo pedía. Y le contesté que sí, que se lo iba a pedir un juez porque en ese mismo instante se iba ante la Guardia Civil”. Esa huída del funcionario de la Junta, que tendría que haber sido otra de las personas que al conocer los hechos hubiera denunciado automáticamente, es otro de los fallos que Ana recuerda con especial clamor, ya que sintió que se pretendía ocultar el caso o no darle credibilidad.

Por el camino, el propio inspector, que hasta el momento había sido borde con ella, le prometió que iba a llegar hasta el final de la investigación. Pero Ana ya tenía claro que había algo más detrás de ese caso, porque cree que lo que temía el secretario técnico es que denunciase a la empresa, ya que la misma no había hecho ninguna entrevista a este hombre antes de contratarlo. Tampoco se le exigió el Certificado de Delitos de Naturaleza Sexual -obligatorio desde hace unos años para trabajar con menores-. “Aunque no tenga delitos, no se le puso ningún impedimento con alguna entrevista personal, y este tipo de gente va a ir donde haya niños”.

Uno de esos lugares es la propia ludoteca. Allí también iba la hija de Ana casi todas las tardes, porque le cae cerca de casa. Pero, desde aquel día, esta madre lo pasó mal, porque sabía que el abusador vivía en el mismo pueblo “y temía que hubiese pillado una obsesión con mi hija y la volviese a liar”. Dos años han pasado hasta que se ha alcanzado un acuerdo que espera que le sirva para poner paz y tranquilidad.

De haberse celebrado el juicio, probablemente la orden de alejamiento sería menor

Ana cree que la empresa podría haber hecho mucho más, porque contrataron a un abusador sexual “como podían haber contratado a un asesino, como pasa en América, y que al ritmo que vamos puede ocurrir aquí dentro de poco”, exagera para poner en valor lo ocurrido: nadie hizo ningún tipo de entrevista a este hombre o comprobó que era apto para trabajar con menores.

Pero, ¿quién tiene la responsabilidad? ¿El colegio, la empresa o la Junta? “Quiero verlos cara a cara y que salgan retratados, que me digan la responsabilidad social dónde está. La última vez que hablé, me dijeron que tuviese cuidado con lo que acusaba. Pero creo a mi hija, y voy a llegar hasta el final. El secretario técnico me dijo que, si tenía valor, nos veríamos en los juzgados, y ahí nos veremos”, afirma de manera rotunda.

El problema es que, tal y como está la ley, en como mucho la empresa será responsable subsidiaria del crimen. Es decir, pagarán la responsabilidad civil y ya, “pero no salen retratados”. De hecho, uno de sus temores es que, de haberse celebrado el juicio, en vez de los cinco años de alejamiento que ha conseguido sólo le hubiesen condenado a dos y medio, motivo por el decidió llegar a un acuerdo y, aunque el presunto abusador de su hija no entre en la cárcel, se mantenga lejos de su pequeña cinco años. Porque, como dice, ¿para qué va a entrar en la cárcel dos años si a los seis meses va a estar fuera por buen comportamiento pero renegado? No me soluciona nada. Yo solo quiero que nos deje en paz de una vez”.

Respecto a la empresa, reitera que “han dejado a tus hijos con un degenerado por cuatro duros, porque esa gente no estudia veterinaria, estudia lo de monitor de tiempo libre porque está en su salsa”, y considera que todo es “burocracia pura y dura”.

“Habrá que ver si esto puede afectar a mi hija cuando se enfrente a su sexualidad”

Ahora faltará por ver si esto, en el futuro, puede afectar a la hija de Ana. Por el momento no necesitó ningún tipo de tratamiento psicológico. De hecho, en todo momento se sintió muy protegida “y a la semana volví a llevarla a Madrugadores, para que tuviera normalidad”. Eso sí, sabe que en el futuro su pequeña tendrá que enfrentarse a su sexualidad “y puede recordar esto como algo traumático o no. No lo sabremos hasta que no llegue”.

El no recibir ningún tipo de tratamiento cree que le vino muy bien para superarlo, ya que decidieron no acudir con ella a ningún psicólogo tras recibir asesoramiento de uno. “Nos dijo que si no replicaba el momento, tenía pesadillas o cambiaba el comportamiento, mejor no llevarla, porque podía ser hasta contraproducente”.

“El pediatra me dijo que fuésemos al Clínico, pero que allí la iba a ver un psicólogo, la iban a desnudar y hacer un tratamiento para haber si había habido penetración. Y eso, para una niña de cinco años… sabía lo que me había contado y sabía que no había habido más”.

Pero también ha jugado en su contra porque “al haberlo asimilado y no acudir, es uno de los motivos para que la sentencia sea liviana, porque no puedes pedir más al no presentar lesiones psicológicas ni físicas”. Tampoco ninguna medida preventiva, que ha facilitado que este hombre lleve dos años en la calle.

Cree así que a este tipo de abusadores “se les da carta blanca y se les refuerza, porque sale muy barato en este país poder hacer eso”.

Un mensaje para las familias: “Que denuncien, y que hasta que no tengan una sentencia en la mano, no se callen”

Ana sólo tiene un mensaje para todas las familias cuyos hijos e hijas sean víctimas de abusos: “Que denuncie, que denuncien y que denuncien. Que intenten que los abusadores se reconozcan culpables y que hasta que no tengan la sentencia donde ponga culpable en la mano, que no se calle. Y que se les ponga cara y que no queden en la impunidad, porque están más protegidos por la ley que el resto de personas, y no hay derecho”.

También anima a contar su caso, como hace ella, porque “los medios de comunicación están para eso. Antes, si ocurría en un pueblo como Carbajosa, rápido se enteraba todo el mundo, pero ahora hay muchos casos que no salen del entorno familiar o del colegio, y eso se soluciona denunciando”.

Por desgracia, con ella el colegio no actuó de la manera correcta. “Me sentaron en la mesa y me intentaron convencer para que no fuera a la Guardia Civil. Pero cuando fui, los agentes me comentaron que, automáticamente y por el protocolo de actuación, tenían que haber denunciado”, reitera.

Una denuncia que interpuso ella después de hablar con el secretario técnico de Educación en Salamanca “y ver del palo que iba. Al principio pensaba que iba a ser un escándalo y que mi hija iba a quedar retratada, pero después me dio el pálpito de que lo que buscaba era que no hurgase, porque estaba la defensiva total, y eso me hizo saltar la alarma”.

Así, si Ana no hubiera interpuesto esa denuncia, nadie sabe qué podría haber llegado a ocurrir, ya que “como mucho se habría hecho un informe y aquí paz y después gloria. Así me lo dijeron en la Guardia Civil, detallándome que muchos casos no se llegan a denunciar”.

Esa insistencia no valió para nada, y Ana denunció. Este acuerdo le dará, al menos, cinco años de paz. Pero esta madre lo tiene muy claro: va a llegar hasta el final por su hija y por las de todos, y pretende cambiar las leyes para vivir en un país y en una sociedad más justa y mejor.

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