"Si no salgo de casa, mi hermana se muere": una vecina del barrio de Los Alcaldes denuncia insultos y voces cuando va a atender a su hermana con discapacidad

María Ángeles sólo sale de casa para dar las medicinas y comida necesarias a su hermana, que tiene un grado de discapacidad del 87% además de problemas cardíacos y respitarorios. El atender a personas dependientes es uno de los supuestos que contempla la ley para salir de csaa

 Los alcaldes
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María Ángeles es una salmantina que, normalmente, vive en Valladolid, ya que trabaja en la Fundación ONCE atendiendo, desde su función de orientadora, a personas con discapacidad. Un tema que conoce bastante bien ya que su hermana tiene un grado de discapacidad del 83%, a lo que hay que sumarle problemas respiratorios y cardíacos.

Su hermana, pese a tal grado de discapacidad, es autónoma en casi todas las situaciones. Ya sea con una silla de ruedas o con una moto, puede ir desplazándose tanto en su propia casa como por la calle. Sin embargo, en determinados momentos, sí que necesita la ayuda de una tercera persona que la pueda atender y ayudar.

Desde que comenzó la crisis del coronavirus, y días antes de que se decretase el estado de alarma, la hermana de María Ángeles decidió instalarse permanentemente en su apartamento, en el barrio de Los Alcaldes. Esta decisión la tomó por dos motivos: el primero, que es una paciente de riesgo y, por tanto, su situación es muy delicada; el segundo, por no dar tarea extra a sus padres, con los que vive normalmente -salvo los fines de semana-, mayores y también pacientes de riesgo.

Además, a menos de 200 metros de ella vive, precisamente, María Ángeles, que también desde unos pocos días antes del estado de alarma decidió confinarse en su domicilio en Salasmanca, ya que la Fundación ONCE habilitó el teletrabajo antes incluso de que fuera 'obligatorio'.

Así pues, María Ángeles acude diariamente a casa de su hermana a entregarle tanto las medicinas -o útiles sanitarios- que necesite así como comida, además de preguntarle si necesita algún tipo de cuidado especial. Es un paseo de no más de 15 minutos, tiempo que tarda en ir y volver desde su casa y darle todo lo que sea a través de un balcón -su hermana vive en un bajo-, eso sí, después de desinfectarlo todo bien.

Los primeros días del estado de alarma todo transcurría con la relativa normalidad que es necesario afrontarla. María Ángeles acudía a donde su hermana, le daba lo que necesitase y se iba a su casa. Pero en los últimos días, la cosa ha cambiado por completo. Y es que María Ángeles ha comenzado a escuchar gritos e insultos hacia su persona, especialmente desde una vecina cercana a la casa de su hermana, que la increpan cuando va a entregarle las medicinas y la comida, según relata a SALAMANCA24HORAS.

Me dicen que me vaya a mi puta casa, me ponen a parir y me insultan”

Pese a que la hermana de María Ángeles compró todo lo que puso los días previos antes de recluirse en su casa, ya son 17 días los que lleva confinada (18 contando este viernes). Por ello, esta salmantina tiene que ir a llevarle ciertos alimentos además de esas medicinas que necesite o apósitos para que se pueda curar las heridas que le van saliendo.

El apartamento de la hermana de María Ángeles está totalmente adaptado a sus necesidades. De hecho, ni siquiera necesita ascensor, al ser un bajo. Cara a la calle, es como si fuera un primero bajo o una entreplanta, por lo que cuando va a verla puede entregarle todo por el balcón, “como si fuéramos una especie de Romeo y Julieta”, comenta entre risas.

Todo se lo da desinfectado previamente, ahorrándose así cualquier tipo de contacto con ella porque, aunque también lleva dos semanas enclaustrada en su casa y no presenta ningún síntoma, “hoy en día nadie estamos libres de tener el Covid-19”. Es un acto rápido, sencillo, en el que también le pregunta que cómo está y si necesita algún cuidado especial o ayuda -recibiendo, por el momento, respuesta negativa siempre-.

Pero desde hace unos días, María Ángeles es increpada por muchos vecinos que la ven por la calle. “Son los que menos, todo hay que decirlo. Pero se asoman a la ventana y me mandan a mi puta casa, me ponen a parir y me insultan”, cuenta. Especialmente se ha obcecado con ella una vecina de un bloque contiguo al de su hermana que, desde el primer día, la tiene en su punto de mira.

“La gente del propio portal conocen a mi hermana y sus circunstancias, y no ponen ni una pega. Pero esta mujer vive en un tercer bloque de la misma manzana y, cuando voy a verla, pone música a todo volumen para que no me pueda comunicar con ella, y me pone a parir con unos insultos increíbles”, lamenta María Ángeles, que ya se cansó y le espetó que, si tenía algún problema, llamara a la Policía.

Una decisión que tomó porque dicha mujer salió al balcón junto a toda su familia para insultarle. “Yo no sé por qué la gente hace un juicio de valor tan rápido con alguien que está en la calle, porque puede estar por algún motivo legal, pero mucho menos sé por qué increpan”, prosigue.

Salir a la calle para atender a personas dependientes es algo que contempla y acepta la ley

Esta vecina sí termino llamando a la Policía pero María Ángeles estuvo esperando y no llegó, por lo que se marchó a su casa, ya que su hermana tampoco puede pasar mucho tiempo en la ventana para no coger frío. Pero justo, al poco de irse, llegaron los agentes, por lo que retornó y mostró tanto su documentación como la de su hermana, certificado de discapacidad incluido.

De hecho, aprovechó para contarle a los agentes lo que le ocurría desde hacía unos días, en especial con esa señora, “y la Policía incluso se avergonzó, pidiéndome perdón por el comportamiento incívico de las personas”. Además, le comunicaron que lo que hacía estaba contemplado dentro del Real Decreto en el que se establece el estado de alarma, ya que se desplaza para atender a una persona dependiente. “Me dijeron que estaba totalmente amparado en la ley y que siguiera igual”, relata María Ángeles, quien también pudo conocer de boca de los agentes que su caso no es único en la ciudad, sino que por toda Salamanca hay personas “que increpan a personas que van a ayudar a personas dependientes o a sus abuelos”.

El disgusto de los insultos, más que para ella, es para su hermana, que “está sola en casa y sufre mucho, y no está para ello”. Ya son 17 días los que lleva confinada “y, si no salgo, mi hermana se muere”, recuerda María Ángeles, quien insiste en que a ella le influye poco que le insulten y que tienen que darle un motivo muy fuerte para que vaya a dejar de atender a su hermana.

“Que llamen a la Policía y hagan lo que tengan que hacer, porque a mí me han dicho de todo. No voy a repetirlos, pero sacaron el diccionario de los insultos” prosigue, lamentando que haya gente que se pueda comportar así. “Yo, si veo gente por la ventana, como mucho llamaría a la Policía, pero nunca les insultaría”, apunta.

Es una persona con mucha capacidad y mucha fuerza, pero si se infectara, es de muy alto riesgo”

María Ángeles cree que es difícil que la señora que más le increpa conozca a su hermana ya que, pese a compartir zonas comunes, “no es de hacer mucha vida en comunidad. Normalmente vive con mis padres y los fines de semana se baja a su apartamento para tener su espacio, como hace cualquier persona joven, y así libera de trabajo a mis padres esos días, porque ella ahí se puede duchar y cocinar sin problemas”.

Su hermana es alguien que ha estado muchas veces ingresada y que, para esta enfermedad, “es de muy alto riesgo”. Pero eso no importa porque “fijo que no está infectada, ya que lleva 17 días sin salir de casa, y es una persona con mucha capacidad y mucha fuerza”, por lo que tiene asumido que este es un 'mal trago' que tiene que pasar.

Ni sus padres ni su hermano -que también vive en el barrio-, aunque les gustaría, bajan a verla por precaución, por lo que María Ángeles es la única ayuda que tiene durante estos días. “Pero voy, le doy lo que necesita, y listo”, finaliza su relato, pidiendo que nadie más le insulte porque, como recuerda, “si no salgo, mi hermana se muere”.

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