​“El último de los grises” recuerda sus 44 años como policía en Salamanca: “El 90% de las situaciones a las que te enfrentas en la calle no vienen escritas en ningún libro”

Ha lucido los uniformes gris, marrón y azul. Ha servido en Salamanca pero también en el Mundial’82 y en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Ha participado en la detención de asesinos, atracadores y ladrones. Pero ahora es el momento de dedicar su tiempo a su mujer, sus hijos (también policías) y sus nietos

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El pasado viernes, Domingo Miguel Lozano afrontaba su último día de servicio como funcionario del Cuerpo Nacional de Policía tras 44 años. Toda una vida dedicada a servir y proteger a la ciudadanía española y salmantina, ya que ha sido en la ciudad charra donde ha desarrollado prácticamente la totalidad de su carrera.

Domingo, o “el último de los grises”, atiende a SALAMANCA24HORAS desde su recién estrenada jubilación, asegurando que el trabajo desarrollado como policía nacional durante estos 44 años no le ha supuesto un esfuerzo especial sino al contrario. Ha sido una labor que ha desarrollado con dedicación y a la que ha dedicado miles de horas de su vida pero siempre con energía y motivación.

Una motivación que le vino de familia, tal y como reconoce. Su abuelo materno fue sargento de la Guardia Civil y su padre fue capitán de la Policía Nacional (antes de la Policía Armada). Y ese legado familiar continúa, ya que los dos hijos de Domingo también han pasado a integrar el Cuerpo Nacional de Policía pese a que él no influyó (al menos, voluntariamente) en su decisión. Y puede que no sea la última generación de policías en la familia, ya que uno de sus hijos se ha casado con una subinspectora, por lo que sus nietos podrían seguir sus pasos. “Tiene pinta”, admite con alegría.

“El 90% de las situaciones a las que te enfrentas en la calle no vienen escritas en ningún libro”

Era 1977 cuando Domingo accedió al Cuerpo de, por entonces, la Policía Armada y Tráfico. Desde entonces “todo ha cambiado muchísimo”, asegura, si bien su primer día lo recuerda con “mucha responsabilidad” ya que se iba a enfrentar a situaciones que no había vivido hasta ese momento.

Lo que más peso cargaba sobre sus hombros era saber responder adecuadamente a las peticiones de los ciudadanos, si bien al principio siempre estaba acompañado de un agente veterano que le ayudaba en todo momento (tal y como sucede ahora con los ‘novatos’). Eso sí, también rememora que rápidamente se dio cuenta de que ser policía consiste en “un trabajo de improvisación”, ya que no hay respuestas escritas para lo que uno vive.

“En la Academia te enseñan muchas cosas y se estudian muchos libros, pero a la hora de trabajar te plantean cosas que no has estudiado”, prosigue, afirmando que “el 90% de las situaciones a las que te enfrentas en la calle no vienen escritas en ningún libro”. Por ello, considera que para ser un buen agente es actuar con prudencia y sentido común, ya que siguiendo esas directrices se desarrollarán actuaciones policiales “excelentes”.

Actuaciones que, con el paso de los años, han permitido alcanzar una sociedad más segura o, mejor dicho, “con muchos más medios para la seguridad”. Y es que Domingo huye de comparaciones entre la Salamanca que conoció cuando daba sus primeros pasos como policía, hace más de 40 años, con la de hoy en día.

Antaño “había otra mentalidad entre la sociedad y la vida se vivía de otra forma”. Recuerda que, por las noches, apenas había una dotación policial patrullando las calles. “Teníamos un sereno y una patrulla para toda la ciudad, y casi no había problemas”, explica, más allá del típico rifirrafe en algún bar. Pero, desde luego, “no había los problemas de hoy en día”.

Unos problemas que cree que vienen motivados por la cantidad de sustancias estupefacientes que toman, especialmente los jóvenes. Sustancias sintetizadas que provocan que estos se vuelvan “muy violentos, y esto no pasaba antes” y que terminan en adicciones que llevan consigo la delincuencia “para costeársela (la droga)”.

Una evolución significativa de la Policía, tanto en imagen como en funciones

Haciendo memoria, Domingo recuerda sus inicios en el Cuerpo de Policía Armada. “En los grises”, como todo el mundo conocía al cuerpo y que finalmente le ha valido su mote en estos últimos años. Por aquel entonces, la función de la policía era proteger edificios e intervenir en el caso de que hubiera un conflicto o algún problema de orden público. Sí que había un par de patrullas por la ciudad, “pero era para que se vieran. Nada más”.

Fue el fallecimiento de Franco lo que comenzó a motivar un cambio. Primeramente, su imagen, para lo que modificó el color de su uniforme. “El gris se asociaba a una policía represiva; recordaba a los palos en las manifestaciones estudiantiles. Y había que cambiar esa imagen”, explica Domingo.

Así, la Policía Armada dio paso al Cuerpo de Policía Nacional (CPN), que cambió el gris por el marrón (y que dio paso al sobrenombre de los maderos para los agentes). Pero el cambio no podía residir solamente en el uniforme. También se debía modificar las funciones de la Policía “y adaptarlas a la sociedad”. En definitiva, hacer ver que estaban “para ayudar a la gente y no para pegar palos”.

Años después, el Cuerpo Superior de Policía (lo que era la secreta, puesto que sus agentes iban de paisano) se fusionaban con el CPN, dando paso al actual Cuerpo Nacional de Policía (CNP). Una unión que Domingo considera “beneficiosa” para ambas partes, como así cree que sería bueno que el CNP y la Guardia Civil también se unieran, ya que esto evitaría problemas de duplicidad y facilitaría la labor de los agentes al compartir recursos y bases de datos. “Se dejaría de malgastar personal y se sacaría más y mejor provecho con todos remando hacia una sola dirección”, valora.

Del papel cebolla a los ordenadores: “Van a pasar años hasta que mi firma y mi número desaparezcan de los documentos”

Domingo fue número uno de su promoción (de hecho, fue su padre el que le puso el galardón que lo distinguía como tal). Desde un primer momento pasó a integrar parte de la Policía Judicial, donde tuvo muy buenos maestros que le permitieron formarse en investigación. “Yo aprendí mucho de esa gente, como espero que ellos aprendieran de mí”, apunta. Domingo ha desarrollado toda su carrera en esta Policía Judicial, por lo que ante el conocimiento de cualquier hecho delictivo ha tenido que investigarlo, reunir las pruebas e implicar a las personas que habían cometido el crimen, participando en sus detenciones y tramitando las detenciones correspondientes.

WhatsApp Image 2020 08 10 at 17.25.33Domingo recibe el galardón que lo acredita como número 1 de su promoción de manos de su padre

Todos estos años han llegado a provocar que “el 90% de los abogados me conozcan”, bromea, puesto que no han sido pocos los juicios a los que ha tenido que acudir. Y, con un tono similar, añade que pasarán años hasta que el Comisaría se consulten casos antiguos y no aparezca, por algún lado, su firma y su número de placa. “Van a pasar bastantes años hasta que mi firma desaparezca de los documentos”, indica con alegría.

Una forma distendida que no le quita méritos a todo su trabajo, sino todo lo contrario. Porque, como recuerda, él pasó del papel cebolla con los que rellenaba los primeros partes a los ordenadores, pasando entre medias la máquina de escribir. En definitiva, “hay mucho papel escrito”.

En todos estos años ha podido vivir, por tanto, diversas situaciones de más o menos peligro. De hecho, admite haber sentido en diferentes momentos que su vida peligraba, si bien no ha sido por enfrentarse a un delincuente en un tiroteo, sino por vivencias de riesgo. La que más recuerda fue cuando estaba asistiendo a un camión que estaba ardiendo en la carretera y, de repente, se vio envuelto por una nube de humo negro. “Empecé a respirar y pensé que era mi último momento”, detalla.

No ha sido el único golpe que ha recibido en estos 44 años. Más que físicos (reconoce haber tenido muchos enfrentamientos porque “los delincuentes no están, por lo general, de acuerdo con ser detenidos”), en su memoria están los golpes morales. “En multitud de ocasiones me he sentido fatal anímicamente. Sobre todo tras ver la muerte de otras personas, ya fuera por homicidio, accidente o suicidio”, explica. Situaciones trágicas en las que también tenía que hablar con las familias o incluso con otras víctimas y que suponían un duro pulso.

También pone otro ejemplo de cuando estuvo enfermo por Hepatitis B tras sufrir, involuntariamente, el pinchazo de una jeringuilla. “Estaba cacheando a un delincuente que era toxicómano y llevaba una jeringuilla en la capucha que me clavé y me infectó”, relata, si ben se congratula porque “no fuera otra cosa que podría haber sido (VIH)”.

De hecho, cree que la década de los 80 fue de las peores de Salamanca, ya que llegaba a haber hasta niños de 14 años que ya consumían heroína. Apenas sabe de cuatro o cinco delincuentes de aquella época que queden con vida, ya que muchos fallecieron por sobredosis en aquellos duros años.

Unos años en los que no sólo se destrozaron las vidas de los jóvenes que consumían, sino también de sus familias, que acudían a la Policía pidiendo ayuda. “Pero no podíamos hacer nada, y eso te mata por dentro. Hemos tenido que soportar las lágrimas de las familias y hemos llorado con ellos, porque eran casos muy duros. Porque detrás de cada toxicómano hay una familia”, recuerda.

El recuerdo y el buen hacer de su padre, una de sus motivaciones; sus dos hijos, su gran legado

Domingo, al hablar de su vida laboral, lo primero que hace es recordar a su padre y su actuación durante el 23-F. Durante el intento de golpe de estado, su progenitor era el capitán de la Policía Armada en Salamanca. “El Capitán Bailón, como lo llamaban, porque era su segundo apellido”, detalla.

En el momento que su padre tuvo constancia de los actos que estaban sucediendo, desde el Cuartel de la Policía Armada (situado en la calle San Pablo, donde el Palacio de Castellanos) se puso a la entera disposición del que en ese momento era el gobernador civil de Salamanca, Jaime Royo-Villanova y Paya.

“No esperó a que el gobernador lo llamara, sino que acudió a su despacho y se puso incondicionalmente a sus órdenes. Y a toda la Policía Armada de Salamanca, por supuesto”, detalla Domingo, quien resalta que siempre que Royo-Villanova y Paya habla de los hechos, destaca la actuación de su padre, ya que no realizó un acuartelamiento como sucedió en otras muchas ciudades, sino que optó por actuar con normalidad viendo cómo se desarrollaban los hechos.

Además, como si de una herencia se tratase, sus hijos siguieron los pasos de padre y abuelo. “No intervine en su decisión. Es que no contaron conmigo ni para formarse, sino que cuando ya estaban estudiando para entrar en la academia me contaron a lo que se querían dedicar”, asegura.

Esto no ha sido motivo de disgusto, sino todo lo contrario. “Estoy muy orgulloso de ellos. Y no porque hayan decidido ser policías, sino porque son muy buenos profesionales”, aclara, valorando que sus vástagos demuestran “con creces” lo que significa ser buen policía. Por supuesto, también reconoce tener algo de miedo por si les pasa algo, ya que es una profesión de cierto riesgo porque “te enfrentas a lo peor de la sociedad”. De hecho, cree que sufre más por ellos que cuando él estaba en la calle, porque “cuando eres tú el que realiza el trabajo, no eres consciente”.

3327524Domingo junto a sus dos hijos

Su primera gran actuación, cuando descubrió a unos atracadores intentando huir del lugar de los hechos o una detención junto a su hijo, de los momentos que más recuerda

En 44 años da tiempo a realizar muchas actuaciones policiales. Si no, que se lo digan a Domingo. Pero él se queda con unos pocos momentos que, aunque no hayan sido los más importantes de su carrera, sí que los recuerda con cariño, ya que cada uno tiene algo especial.

La que considera su primera gran actuación fue en 1985, cuando ya vestía de marrón. Él, junto a sus compañeros, sorprendió in fraganti a tres individuos que estaban tirando pelotas de tenis desde una explanada situada donde ahora está el CAEM hacia la cárcel vieja (lo que ahora es el DA2). Lejos de ser una chiquillada, lo que contenían las pelotas era droga que los tipos estaban introduciendo para los presos. Una especie de entrega a domicilio pero con el agravante de que era tráfico de drogas para personas presas. “A los tres los detuvimos allí, nos incautamos de la droga y les metieron un buen palo por tráfico de drogas con agravantes”.

Otra actuación que recuerda data del 2003, cuando iba vestido de paisano. Él aparcó su coche en la plaza de San Marcos (tras la iglesia del mismo nombre) para hacer un trámite cuando, de repente, vio a un hombre que se estaba colocando algo entre la ropa. Ese movimiento le hizo sospechar que llevaba un arma, por lo que Domingo se decidió a seguirlo por toda la calle Zamora hasta que llegó a la sede central de la, por entonces, Caja Salamanca y Soria (posteriormente Caja Duero y ahora Unicaja), en la plaza de los Bandos.

Allí, observó que el varón se encontraba vigilando al personal, pensando entonces que iba a cometer un atraco. Por ello, Domingo habló con un empleado de seguridad y, entre ambos, redujeron al hombre y se lo llevaron a un despacho. Allí lo cachearon y, en vez de un arma, encontraron una bolsa con 24.000 euros de la que no explicaba su procedencia. Finalmente, y tras varias llamadas con la Comisaría, descubrieron que ese dinero era de un robo que había tenido, minutos antes, en la puerta de Caja Rural (en la puerta de Zamora) a un conocido empresario de tiendas de electrónica de Salamanca.

No ha sido el único atraco al que se ha enfrentado. El más reciente fue en 2010, cuando tuvo que jugarse el tipo para detener a unos delincuentes que incluso tomaron algún rehén en una oficina de Caja Duero en la plaza de la Constitución. Si acudieron tan rápido fue porque, además de estar por la zona, fueron avisados por la empresa de seguridad. “Cuando salió el primero de ellos, que ambos tenían armas cortas y uno, además, contaba con un homicidio a sus espaldas, me abalancé y lo inmovilicé junto a otros compañeros. No hizo falta empuñar ningún arma. Otros compañeros entraron y detuvieron al segundo”, rememora.

Y una de las detenciones de las que más cariño guarda fue una que practicó junto a su hijo, destinado en la Brigada de Extranjería. “Él estaba de vacaciones aquí en Salamanca, pero reconoció a una persona que tenía una orden de busca y captura por presuntos delitos de favorecimiento de la inmigración ilegal y por tráfico de personas”, cuenta. Su hijo lo llamó por teléfono y rápidamente Domingo acudió a donde estaba, procediendo a su detención.

WhatsApp Image 2020 08 10 at 17.25.33 (2)Domingo junto a sus dos hijos

Asimismo, otras intervenciones en las que ha participado fue en la detención de una mujer por el homicidio involuntario de un anciano al que había drogado para robarle en su casa (algo que hacía con varios abuelos, si bien nunca se pasó de la dosis salvo en aquella ocasión); otra en la que arrestó a un grupo de chantajistas que estaban en plena extorsión por valor de 34.000 euros; también el arresto de una pareja que acumulaba 27 hurtos en calle Toro, allá por 2017; la detención de muchos de los que se encontraban detrás de una estafa nigeriana a través de Wallapop por la que robaban móviles que después vendían; o, como última actuación, a dos hermanos que también se valieron de Wallapop para estafar a una joven con la compraventa de un móvil.

Y no sólo eso, sino que Domingo también formó parte de la investigación que permitió detener a los asesinos de la mujer de la pensión Bárez seis años después del crimen en Rumanía; del homicidio que hubo, también en 2006, de un joven como consecuencia de un tiroteo entre feriantes, en La Aldehuela (y que acabó con tres detenidos); o, y muy sonada esta, la que permitió arrestar al homicida del taxista en la calle Mayor de Chamberí, cuando un disparo dirigido al pasajero acabó con la vida del conductor. En definitiva, toda una carrera plagada de grandes casos.

Un retiro que afronta con ganas de dedicarle todo el tiempo que no ha podido a su mujer, a sus hijos y a sus nietos

Ahora, 44 años después, a Domingo le ha llegado el momento de dar un paso al lado. Él, eso sí, lo afronta con ánimo, si bien sabe que hay muchos policías que, una vez se jubilan, entran en depresión hasta el punto de ser un sector con muchos suicidios. “Nos lo explicaron en una charla que nos dieron a todos los que nos íbamos a retirar, y nos ofrecieron diversas actividades. Pero en mi caso, mi familia tiene todo mi tiempo”, asevera.

Porque él lo tiene muy claro. Ahora que tiene todo el tiempo del mundo se lo quiere dedicar a su familia, especialmente a su mujer, a la que “un montón de veces he tenido que dejar sola, cuidando de nuestros hijos cuando éramos pequeños”. Además, así le servirá como apoyo porque “ahora que son grandes, está siempre en vilo por su profesión”.

Por ello, Domingo tratará de “compensar” a su mujer, a la que tantas cosas debe, como reconoce, por todas las horas que pasó fuera de casa en el pasado. Ya fuera por sus constantes viajes a Madrid (algunos, de hasta 40 días) o por sus ausencias durante el Mundial de Fútbol de 1982 o los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, donde estuvo destinado.

Épocas, además, en las que no había teléfonos móviles “y casi no teníamos ni fijo en casa”, rememora, por lo que a duras penas podía contactar con su mujer y con sus hijos pequeños para saber si estaban bien.

Eso sí, también advierte, entre risas, que su mujer no será a la única a la que dedique su tiempo, ya que además ella seguirá trabajando (tienen planes de viajes siempre que su empleo se lo permita). Sus nietos (de momento, dos) también serán su objeto de atención, aunque ahora no serán ellos quienes estén a sus órdenes, sino al revés, como siempre bromean.

Un último día en el que pensó que estaba fastidiando un acto protocolario… hasta que se dio cuenta de que era su despedida

El pasado viernes, 7 de agosto, era su último día. “Ni estaba nervioso, ni tenía una emoción especial, ni tristeza. Ha sido un día normal de trabajo”, cuenta, explicando que estuvo rellenando papeles y enviando a su legítimo propietario un móvil robado y que recuperó en su último caso, la estafa de los hermanos por Wallapop.

Posteriormente, salió a la calle a hacer un trámite burocrático. Y a su vuelta, se vio encajonado entre dos patrullas que, además, entrando en dependencias policiales, dieron las luces y las sirenas. Esto sorprendió a Domingo, pero no porque pensara que era un homenaje hacia su figura, sino porque creyó que se habían metido en pleno acto protocolario y con autoridades. Es decir, que pensaba que iba a meter la pata en su último día.

“Quería salir de la situación con dignidad para no arruinar el acto. Pero de repente vi una formación y a gente aplaudiendo y, entre ellos, a mi familia. Ahí ya me di cuenta y me emocioné”, reconoce, asegurando que lo que menos se esperaba era una despedida de tal calibre.



Se despide, además, habiendo vivido una situación que jamás pensaba que iba a ocurrir, y ha sido el confinamiento por la aplicación del estado de alarma dada la crisis sanitaria causada por el COVID-19. “Jamás me lo hubiera esperado. Sí que hubo un tiempo en el que pensé que habría algún problema político que hubiera dado lugar a ese estado de alarma, pero jamás esperaba que fuera por una enfermedad”, afirma. Un estado de alarma en el que cree que la actuación de la Policía ha sido muy buena pese a lo complicado de la situación.

Un apodo del que no se arrepiente

Por último, llega el momento de hablar de su apodo. “El último de los grises”, como era conocido de manera cariñosa por los compañeros, especialmente por los amigos. Un sobrenombre que no cambiaría. “Yo no me arrepiento de haber sido gris”, indica, porque era el cuerpo que existía cuando él entró como policía.

Además, concreta que la denominación de ‘gris’ no tiene la misma connotación cuando se ha sido miembro del cuerpo y cuando no, porque “yo siempre he tenido la misma integridad, vistiendo del color que fuera, tanto en mi vida privada como en la profesional”. Eso sí, insiste en que si era “el último de los grises” era por su edad, porque cuando entró a trabajar vestían de ese color.

“He realizado mi trabajo lo más honradamente que he podido, y no me arrepiento en absoluto de haber sido gris, marrón y azul. No me arrepiento de lo que hemos evolucionado, y sí que con lo que hacemos ahora estoy más contento”. Una afirmación clara y concisa que completa asegurando que está mucho más contento por cómo es actualmente la relación de la Policía con el pueblo.

Además, también piensa, dice con una sonrisa, que él ha tenido que ver en el cambio de opinión que ha sufrido la sociedad respecto a la Policía Nacional, siendo hoy en día una de las instituciones más valoradas. “Yo, desde dentro, de alguna manera, como todos los que formamos y hemos formado parte estos años, hemos cambiado y modificado al a Policía y lo que la sociedad piensa de la Policía”.

En definitiva, se marcha un hombre íntegro que ha dedicado la mayor parte de su vida a servir a la ciudadanía y a hacer de Salamanca una ciudad un poco más segura. Un legado que sus hijos continuarán, y quién sabe si sus nietos. Pero ahora, Domingo, se ha ganado el derecho a disfrutar de su tiempo junto a su mujer y a vivir en una ciudad que él ha hecho un poco mejor.

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