El conocido como ectoplasma, es una sustancia de color más o menos blanquecino, sobre la que aún no se ha podido determinar su verdadero origen y composición. Se sabe que es segregada por una persona que toma el rol de médium, y que durante la permanencia en un estado de trance o alteración de conciencia, experimenta reacciones en su cuerpo hasta que de él, comienza a brotar la extraña sustancia. Este elemento, entre lechoso y pastoso, brota con intensidad variable a través de la boca, las orejas o la nariz de quien ejerce de médium, desapareciendo una vez que el proceso de trance finaliza. Evidentemente estamos hablando de un fenómeno de difícil explicación científica si tenemos en cuenta que esta sustancia se “desintegra” con muchísima facilidad, y que la experimentación con la misma, se hace aparentemente imposible… ¿o no? Los parapsicólogos, a través de la investigación repetitiva, únicamente pueden destacar los siguientes aportes:

-         El ectoplasma brota del cuerpo del médium y permanece unido a él mediante algo similar a un cordón umbilical.

-         Al comienzo del proceso, esta sustancia no es visible, pero poco a poco empiezan a surgir una especie de nubes gaseosa que en ocasiones se muestra con tonalidades fluorescentes ciertamente llamativas.

-         Esta sustancia es de color lechoso.

-         Con lentitud, esta masa comienza a “organizarse” hasta formar miembros, partes de un cuerpo humano como si estuviera controlado por “inteligencia” propia.

-         En médiums experimentados y con grandes capacidades canalizadoras, las materializaciones llegan a ser completas.

-         Una vez finaliza el trance, el supuesto espectro es reabsorbido por el cuerpo del propio médium hasta que no queda rastro alguno de la sustancia. En ocasiones, el ectoplasma se disuelve antes de ser reabsorbido.

La experiencia del Grupo Hipergea

Apuntamos con nuestro GPS temporal, hasta el 15 de octubre de 1983, y los ingredientes de esta historia son una habitación, una médium y tres personas más en calidad de experimentadores, concretamente miembros de un equipo de investigación multidisciplinar dentro de la parapsicología – Grupo Hipergea-, y que estaba dirigido por el desaparecido José Antonio Lamich. Como previo a esta sesión, las cuatro personas ya se habían reunido en otras seis ocasiones anteriores sin obtener ningún tipo de resultado satisfactorio, o al menos que haya trascendido.

02:25 am. Se procede a pesar a la sensitiva. La báscula marca 67, 4 kg. En la habitación hay una mesa redonda para realizar la experimentación, y muy cerca de ella, un barómetro, una brújula, dos calorímetros, dos higrómetros, una grabadora y una cámara con capacidad para grabar en infrarrojo. Resulta llamativo que los experimentadores permanecieran descalzos durante la investigación, y portando tan solo un pequeño cuadernillo y una minúscula linterna para poder tomar notas sobre lo que pudiera acontecer. Mientras tanto, la médium permanecía conectada a un electroencefalógrafo.

Una vez que comienza el relajamiento para establecer el posible contacto, y pasados algo menos de dos minutos y medio, la sensitiva cae en trance y de forma brusca, desploma sus brazos a ambos lados de la silla en la que permanece sentada. Uno de los investigadores, concretamente el doctor Kamal, tomó medidas sobre la médium; ritmo cardiaco en 90, sudoración fría, temperatura en 22 ºC, un grado de humedad del 53% y la situación de la brújula, estable. Es importante destacar, que en las anotaciones de trabajo, se remarca el hecho de que la habitación está aislada del exterior, siendo imposible la intrusión de corrientes de aire, sonoras o lumínicas. La sensitiva comienza a agitarse de forma pausada, sin brusquedades. En ese momento el ritmo cardiaco está en 95.

02:29:15. La médium abre la boca y con un acongojador sonido gutural, exclamó: ¡Yooooo…! En ese momento, la temperatura desciende a 19 grados, la humedad asciende al 59% y el ritmo cardiaco se eleva hasta 97. Lo llamativo de ese momento, es que la aguja de la brújula, sin haber modificado la posición del dispositivo, comienza a temblar muy levemente, apuntando hacia el Noroeste.

02:29:25. De la boca de la sensitiva, comienza a brotar una sustancia de color entre blanquecina y fluorescente. Rápidamente, el doctor Kamal y José Antonio Lamich, se acercaron a esa especie de masa para observarla con detalle. La manipulan con suavidad, y determinan que aquello era algo parecido a la prolongación de la lengua aunque no parecía partir de ella. Al tacto, la materia se presenta ligera y dúctil. Después de observar el ectoplasma con cierta calma, el doctor Kamal corta una pequeña porción y la introducen en el interior de una placa de Petri –pequeña bandeja o recipiente de cristal, en el que se depositan muestras de laboratorio pero que no permite el cierre hermético-. De forma estremecedora, la sensitiva cierra los ojos y exclama: ¡Oooooooohhhhhh!, se echa hacia atrás y reclina su cabeza. En este momento las pulsaciones están a 100. Se registran grandes variaciones en el electroencefalógrafo. Poco a poco la mujer va despertando y las pulsaciones bajan hasta 84. Desaparecen los sudores y el grado de humedad se sitúa en el 55%.

La muestra de la discordia

Una vez que todo vuelve a la aparente normalidad, del ectoplasma emanado por la sensitiva no queda rastro. Tan solo se conserva en la cápsula de Petri, la pequeña muestra extraída. Al observarla con las lupas, se detecta que la masa se está oscureciendo y ha alcanzado una textura en apariencia, similar al a piel gruesa. Llamativo es el dato de que esa masa contiene humedad. Se pesa a la médium y se observa que durante el trance ha perdido 250 gramos. Al pesar la porción de masa extraída, como resultado se obtienen 87 gramos. Así pues, la transformación energética de peso, medida en pérdida, es de 163 gramos.

04:23 am., aprox. Se procede a dar por concluida la experimentación. Se cierra nuevamente la placa de Petri con la muestra de ectoplasma en su interior. Se recogen todos los útiles de medición y grabación. Las conclusiones obtenidas de aquella insólita experimentación, a todas luces parecen insuficientes, y por qué no decirlo, sospechosamente sesgadas, rodeándose de opacidad y algunas llamativas incongruencias. De lo que en su momento se hizo público, sabemos que el ectoplasma experimentado contiene glucosa y miniglucoide. En la muestra se observa saliva (normal proviniendo de la boca), y su composición es exacta a la piel papilar.

Se afirma que los 163 gramos de pérdida de peso de la médium, son los que transformados en energía, han sido los causantes de las variaciones en las mediciones con los diferentes dispositivos. Cuatro meses después de aquella noche de experimentación, la muestra de ectoplasma se reseca y es introducida en un tubo de ensayo con alcohol, ahora sí, aunque aparentemente tarde, cerrada de forma hermética. ¿Dónde está la muestra en la actualidad? ¿Aquella experimentación no dio más frutos? ¿Se continuaron los análisis sobre la muestra durante las posteriores semanas? Y de ser así, ¿Por qué no se supo más sobre el asunto?

El ectoplasma, esa blanquecina y fluorescente sustancia que, paradojas de la vida, está condenada a la oscuridad que siempre envuelve aquello que está en la frontera de la realidad y el auténtico fraude.

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