No hay día en el que la sociedad no escuche algo nuevo, o no, sobre la situación de Cataluña. Desde hace ya un mes, cuando el Parlamento catalán aprobó la muy nombrada ley del referéndum, comenzó una escalada de preocupación en torno a lo que ocurría en la región del este español. Preocupación que en el Día de la Fiesta Nacional se mantiene en medio de una incertidumbre que se retroalimenta cada día.

La tensión llegó al extremo el 1-O, el día del referéndum, que se celebrase o no, dejó imágenes que han servido para todo lo que ha venido después. El apoyo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y con ella a la unidad de España ha sido patente en todo el territorio nacional, incluida en una manifestación en Barcelona multitudinaria.

Del otro extremo, voces contrarias a su actuación, y a la del Gobierno, por unas relaciones que están enquistadas desde hace tiempo pese a la propuesta de diálogo de la parte catalana. Al menos esto fue lo que explicó el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en una declaración parlamentaria muy esperada por la posibilidad de que declarara la independencia unilateral.

De hecho, esto fue lo que hizo, aunque la suspendiera un minuto más tarde frente a las críticas de unos y de otros, tanto en sede parlamentaria como fuera de ella, en diferentes ruedas de prensa. Una de ellas fue la que este miércoles dio Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, tras la convocatoria de un Consejo de Ministros en el que preguntó a Puigdemont precisamente por el significado de las palabras del día anterior y sobre si de verdad o no había proclamado la independencia, aunque la hubiera dejado en suspenso. En el fondo está el artículo 155, que sigue ondeando también en las diferentes concentraciones y manifestaciones en favor de España.

Prueba de ello fue la que se volvió a vivir en la Plaza Mayor este miércoles, convocada por el Ayuntamiento y en presencia de muchos personajes institucionales como el propio alcalde o las cabezas visibles de Diputación, Delegación de la Junta, Subdelegación del Gobierno, Guardia Civil o Policía. Junto a ellos, miles de salmantinos que, ondeando sus banderas, gritaban y cantaban con vítores en favor de España y de las fuerzas del orden.

Un comunicado y el himno español, frente a la bandera nacional iluminada en la fachada del Ayuntamiento, se escaparon por los arcos para empapar a una ciudad que ya presumía en sus balcones de los colores rojo y amarillo. Así, con esta situación, se llega a la Fiesta Nacional, que no todos celebrarán igual pero que, al fin y al cabo, se celebrará. Y en Salamanca lo hará con la Plaza Mayor engalanada un día más, como ya es habitual, con la rojigualda.

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