El barrio Vidal es una de las zonas obreras más emblemáticas de la capital del Tormes. Habitado por familias trabajadoras, se convierte en residencia habitual de personas que pertenecen a colectivos desfavorecidos, incluso en riesgo de exclusión social por sus alquileres más asequibles. El barrio Vidal es un ejemplo de convivencia por el esfuerzo por la integración que realizan los vecinos y las asociaciones que centran su labor en actividades inclusivas.

'Ver, juzgar y actuar'

Al final del paseo de Gran Capitán está la casa de colores. Un lugar austero, pequeño, antiguo pero ordenado en su caos, repleto de alegría y de paz. Sin tranquilidad alguna ni quien la eche de menos, el alboroto es ensordecedor pero la sonrisa permanece perenne en el rostro hasta que la puerta se cierra detrás. Hasta el techo es esencia. Una angosto pasillo divide el espacio en dos aulas de apenas veinte metros cuadrados. Cerca de treinta niños acuden a jugar y aprender cada semana. Unos veinte son inmigrantes.

Álvaro Luengo y Encarna Coca son educadores de Junior pero antes fueron niños de Junior. Reúnen a los chavales para jugar en la plazuela y después suben a la casa de colores para seguir jugando y aprender a manejar valores. "Esta asociación está muy apegada al barrio, es un elemento importante y eso los chavales lo saben, vienen a hacer barrio. Hay pocas zonas hoy en día en Salamanca en las que haya niños jugando en la calle y yo creo que eso es bonito". Álvaro es consciente de que los niños no perciben si su compañero de juegos es o no de otro país. "No les importa".

Encarna explica que trabajan en torno al aprendizaje de valores. "Nos basamos en el lema 'ver, juzgar y actuar', los chavales proponen cosas que les gustaría a hacer y también temas sobre los que reflexionar". El hambre en África, el 'bullying' o la guerra en Siria son ejemplos de ello. No en vano, hace no mucho recibieron la visita de una mujer siria que respondió a sus preguntas. Insisten en el carácter educacional y progresivo que tiene su actividad. "No se trata de traer a tu hijo a jugar a Junior, te lo quitas y te vas al centro comercial a comprar y vuelves a recogerlo".

Eventos basdos en el juego y en que los niños puedan disfrutar con un trasfondo educacional. Las actividades en la casa de colores se completan con excursiones, campamentos, proyección de películas o pequeñas experiencias de cocina. Llevan casi tres décadas en su emplazamiento actual, aunque ya han iniciado los trámites para mudarse a un lugar más amplio. De momento solo cuentan con la buena voluntad de la Concejalía de Familia e Igualdad de Oportunidades, aunque nada tangible. Encarna y Álvaro ejemplifican el valor de pasar por allí. "Yo le debo mucho a Junior, igual que cuando era pequeño emplearon tiempo para educarme, pues yo ahora quiero hacer lo mismo", reconoce Álvaro.

'Respeto, tolerancia e igualdad'

En la calle Plateros se encuentra la sede de Asecal. Una asociación que trabaja en la integración de diferentes colectivos, incluido el migrante. Un lugar sin grandes alardes pero que mantiene bien presente el jugo que no le costará sacar a quien se acerque por allí. Hay ordenador, una consola, una mesa de ping pong y un buen puñado de juegos de mesa. Pueden incluso pinchar y bailar su música favorita pero lo más valioso se adivina tras la pasión con la que hablan Mercedes Iglesias y María Mateos, educadoras de calle en Asecal. "Todos los problemas se pueden reducir a nada con una educación conveniente", asegura Mercedes.

Acuden rumanos, marroquíes y algunos colombianos y ecuatorianos. El programa de educación de calle cuenta con talleres específicos para "relacionarse y pasarlo bien". Mercedes y María trabajan en detectar los problemas y las necesidades de las personas que acuden. "Les ayudamos con trámites administrativos, la inscripción de los niños en el colegio o la regularización de su situación", explican. Están en contacto periódico con los centros escolares e institutos de los que proceden los chicos, les ayudan a reforzar el idioma y trabajan con ellos temas como la tolerancia, el respeto e incluso el machismo.

"Aquí no hay ningún conflicto. Todos atraviesan un proceso de familiarización con nosotros, poco a poco vamos llegando a ellos y nos convertimos en un referente". En Asecal trabajan en dinámicas que ayudan a la integración. "A veces les juntamos con las personas mayores con las que trabajamos aquí, eso les ayuda a tener un punto de vista que no han tenido en cuenta". Otra de las actividades recurrentes es un campeonato de fútbol que organizan en colaboración con el Centro Joven de Cruz Roja y que les ayuda a avanzar en los valores que tiene el deporte.

Mercedes y María reconocen que les ha costado ganarse el respeto por el hecho de ser mujeres, aunque al poco tiempo los chicos descubren que es un lugar en el no hay etiquetas. "Las cogemos mucho cariño, en ocasiones nos convertimos en sus madres. No suelen expresar su cariño en alto, aunque sía algunas veces. Con los chascos ya cuentas así que cada éxito se celebra como es debido", comenta María. Un lugar que dista mucho de ser un saco roto y hay ejemplos de inclusión en el mercado laboral que así lo demuestran. Mercedes finaliza con una puesta en valor del sistema educativo del país y predica con el ejemplo día tras día. "Aquí tenemos una filosofía: respeto, tolerancia e igualdad".

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