Básicamente, la influencia de la formación universitaria depende de dos factores distintos: la propia fase de la carrera profesional (si estamos al inicio de ella, en su momento más álgido o en la etapa final) y la situación real del empleo de cada titulación. Según avanza la experiencia profesional, el valor de los estudios universitarios como condicionante en la empleabilidad pierde interés. Por el contrario, factores como la carrera profesional, el tipo de experiencia o la coherencia de la evolución laboral incrementan su peso. Por otra parte, la situación real del empleo de una titulación, es decir, el atractivo que tiene en el mercado de trabajo, depende de la oferta y la demanda. O lo que es lo mismo, depende del equilibrio que exista para cada titulación entre el mercado de trabajo y el académico.
 
La posesión de una titulación por tanto no es garantía de empleo, pero sí es un factor destacado por las empresas a la hora de seleccionar a sus empleados. Según Adecco Professional e Infoempleo, en 2013 de las más de 768.000 ofertas de empleo cualificado a las que tuvieron acceso, el 61,4% requirieron una titulación universitaria, lo que supone que los universitarios siguen liderando la oferta de empleo cualificado, mejorando en medio punto porcentual sus datos de 2012. La formación, por tanto, continúa siendo un criterio de selección muy importante dentro de las compañías a la hora de reclutar talento.

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