Cualquier animal portador de rabia puede transmitirla a través de la mordedura a un ser humano. Al tratarse de una zoonosis vírica, su efecto puede ser letal, porque si no se aplica el tratamiento en las primeras fases de transmisión, el virus afecta al sistema nervioso y produce la muerte.
 
En caso de mordedura y sospecha de que el animal posee la enfermedad, no hay que matarlo, ya que los servicios sanitarios correspondientes deben realizar las pruebas para el caso positivo acabar con la cepa.
 
Los animales también contraen la enfermedad por mordedura y se convierten en portadores. La sintomatología es muy diversa, y por ejemplo en perros los primeros días pasan desapercibidos por el propietario, aunque luego los síntomas se caracterizan por un cambio repentino en el comportamiento que puede ser rabia furiosa o rabia muda.  Hay animales que pueden alternar ambas formas y la muerte sobreviene entre 3 y 7 días finalizada la etapa prodrómica.
 
En los gatos, normalmente la sintomatología es similar a la de los perros, aunque se observa con más frecuencia la forma furiosa. El estado de prodromos dura más de 24 horas, y la forma furiosa, de 1 a 4 días. Los gatos a menudo tienden a esconderse, desde donde atacan ferozmente cuando son descubiertos. Sus pupilas están dilatadas, el dorso arqueado, maúllan continuamente. Finalmente los músculos de la cabeza llegan a paralizarse y el animal pronto cae en coma y muere.
 

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