Sin Gobierno, con necesidad de pactos y en un ambiente enrarecido tras los últimos acontecimientos y elecciones. Este es el momento en el que el Rey Felipe VI ha tenido que dar su segundo mensaje de Navidad tras el del año 2014 en el que también se refirió a la unidad de España. En esta ocasión, sin embargo, el discurso del Rey, de apenas doce minutos, ha sido más agresivo con este tema, que ha copado casi la totalidad del mismo. 

Ya el lugar elegido en esta ocasión era una pista de la importancia que tenía el mensaje. Por primera vez, se decidió abandonar el tradicional Palacio de la Zarzuela para aparecer en el Palacio Real, de todos los españoles y símbolo de "la grandeza de España". Con un mensaje de felicitación y de apelar a la voluntad de entendimiento y espíritu fraternal comenzó el mensaje marcado por las distintas sensibilidades de España, el espíritu de entendimiento y la unidad de la nación basada en los errores y aciertos del pasado. 

Por eso se refirió al patrimonio del Palacio Real, donde están recogidos "siglos de nuestra historia común" y que deben servir para "conocer nuestro presente y orientar el futuro", para apreciar los aciertos y los errores, para no volver a caer en estos últimos. En este sentido, aseguró que los tiempos actuales es más necesario que nunca "reconocernos en los que nos une, poner en valor lo que hemos construido juntos con sacrificios y generosidad, ensalzar lo que somos, lo que nos hace ser y sentirnos españoles". 

No faltó, sin embargo, la idea que siempre ha repetido desde su primer discurso como Rey. En España caben todos los sentimientos y sensibilidades, "las distintas formas de sentirse español" y que refleja en la lengua común y las demás lenguas "que también explican nuestra identidad" y en las que volvió, como ya hiciera el año pasado, a felicitar la Navidad a todos en su despedida. 

Se refirió a España también como un "gran Estado cuya solidez se basa hoy en unos mismos valores constitucionales que compartimos y unas reglas comunes de convivencia que nos unen. Un Estado que reconoce nuestra diversidad en el autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones". 

De esta manera, y en referencia a todo lo anterior, afirmó que tenemos y tiene "muchas razones para poder afirmar que ser y sentirse español, querer y admirar y respetar España es un sentimiento profundo, una emoción sincera y es un orgullo muy legítimo". Por ello, con estas razones y con la responsabilidad de administrar el legado, el monarca aseveró que "fortaleceremos nuestra cohesión nacional imprescindible para impulsar nuestro proyecto común de convivencia". 

El final del discurso volvió a ser de recordatorio de todo lo anterior. Felipe VI reiteró la idea de seguir escribiendo la historia sin que nadie se quede atrás, "empujando todos a la vez", por la que se sintió emocionado y confiado en que ocurra. Con la idea de caminar con el espíritu de unión, del deber y de la responsabilidad, la de darse la mano y no la espalda. "Lo que nos debe importar a todos es España y el interés general de los españoles".

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