Este sábado, 14 de abril, se cumplen ochenta y un años desde la proclamación de la Segunda República. Se abría un periodo que culminaría en el alzamiento militar para desembocar en la Guerra Civil. Fueron años de enfrentamiento fratricida, pero también de supervivencia entre quienes eran perseguidos por el Ejército en busca de saciar su sed de represalia. Años confusos cuya memoria está todavía por recuperar en muchos casos de allá donde habita el olvido. Es el caso de la historia del joven Sixto, que saca a la luz tras el derribo de las casas de la muralla en Rector Esperabé, según relata para SALAMANCA24HORAS Luis Calvo Rengel, presidente honorario de la Asociación Salamanca Memoria y Justicia.
 
En 1931, las Juventudes Socialistas Unificadas tenían su sede en el número 72 de la calle San Pablo. Sus reuniones terminaban intercambiando pareceres en la tasca de ‘los tres pasos’, como se conocía popularmente porque su entrada tenía tres escalones. Sixto era un joven de 14 años que se convirtió en un miembro bastante activo pese a su corta edad.
 
Al estallar el alzamiento militar, y tras correrse la voz de los disparos en la Plaza Mayor, los soldados de caballería acudieron a tomar las entradas de la ciudad. Entre ellas la puerta de San Pablo. Por allí los vieron pasar los jóvenes socialistas y Sixto quiso hacerles frente, pero el ímpetu de su juventud se vio frenado por la sensatez de la experiencia.
 
Sin embargo, en aquella época la piedra de Villamayor, testigo mudo de la historia de Salamanca, no se encargaba de recoger las historias de sus moradores y visitantes, sino que era altavoz de cualquier secreto. El intento de rebelión de Sixto llegó a oídos de los militares, que acudieron en su búsqueda. Pero ni rastro de él. Ni en la sede de Juventudes Socialistas ni en ‘los tres pasos’. Lo buscaron por toda la ciudad. Pero el resultado fue infructuoso. Así transcurrieron los días, entre las pesquisas militares y el llanto de una madre desconsolada. 
 
Hasta que dieron con su paradero. La historia cuenta que permaneció oculto en una bodega tras un armario. Sixto fue juzgado y condenado a treinta años de prisión, el preso más joven de España en aquella época. Tras un periplo entre rejas, evitando ser fusilado, logró la libertad y su historia permaneció entre tinieblas hasta casi su fallecimiento. Pero, ¿dónde había permanecido oculto realmente el joven Sixto?
 
Así recuerda la historia Luis Calvo Rengel, un relato con cabos sueltos que se anudaron solos cuando se produjo el derribo de las casas de la muralla. “Me contaron la historia y hablaban de una bodega, pero yo recordaba que no había ninguna. No le dí más vueltas hasta que un día estaba esperando el autobús en la parada de Rector Esperabé. Al girarme para ver la muralla y ver el hueco, caí en la cuenta de que allí estuvo Sixto”, recuerda.
 
Se trata de un hueco habilitado en la muralla durante su construcción que los dueños de una de las casas construidas descubrieron, pues el paño estaba ciego. Entonces lo utilizaron como despensa, pero también como escondite durante la Guerra Civil. ¿No sólo del joven Sixto sino de republicanos huyendo de los militares? Ésa es otra historia que por el momento está por escribir.

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