Algas autóctonas para fijar las emisiones de gases de efecto invernadero del sector agroalimentario

 Algas autóctonas para fijar las emisiones de gases de efecto invernadero del sector agroalimentario
Algas autóctonas para fijar las emisiones de gases de efecto invernadero del sector agroalimentario
La agricultura y la ganadería, así como la transformación de sus productos en la industria agroalimentaria, es una fuente de emisiones de gases de efecto invernadero. Con el objetivo de contribuir a la mitigación del cambio climático desde este sector, cinco socios españoles han puesto en marcha el proyecto LIFE Integral Carbon, que prevé el cultivo de algas autóctonas para fijar esas emisiones y utilizarlas además como biomejorador de los suelos.
 
La iniciativa está coordinada por la Universidad de Burgos, en concreto por el doctor Carlos Rad, del Grupo de Compostaje, y en ella participan la Universidad de Valladolid, la empresa burgalesa Kepler Ingeniería y Ecogestión, el Centro Tecnológico Agroalimentario de Extremadura (CTAEX) y la denominación de origen de Uclés (Castilla la Mancha). El proyecto, que se extenderá hasta 2017, tiene un presupuesto cercano a los 1’2 millones de euros cofinanciados en un 50 por ciento por la Comisión Europea.
 
Como explica a DiCYT uno de los investigadores del proyecto, Jorge Miñón, si realizamos un análisis global sobre cómo se producen los alimentos (la agricultura), cómo se introducen en la sociedad (a partir de la transformación de los productos en la industria), cómo nos alimentamos y cómo esos alimentos se convierten en residuos, “vemos que existe un balance de emisiones de gases de efecto invernadero”. Sin embargo, esas emisiones “no se devuelven al suelo”. De este modo, el objetivo del proyecto LIFE Integral Carbon “es cerrar el ciclo y devolver al suelo las emisiones que se producen en este proceso a partir de cianobacterias, un tipo de algas autóctonas que están presentes en los propios suelos”, precisa el investigador.
 
El proyecto parte de los residuos que se generan en las industrias agroalimentarias. “Nos planteamos gestionarlos por digestión anaerobia para obtener mediante ellos energía eléctrica y térmica. El CO2 procedente de este proceso y de las otras fuentes de gases de la industria lo fijamos en cianobacterias, que a su vez producimos a partir de los residuos de la industria. Después incorporamos esas bacterias a los suelos en forma de biomasa, y así cerramos el ciclo”, detalla Miñón.
 
Un factor diferenciador del proyecto, añade, es que las algas que se producen son las autóctonas del propio suelo, “de forma que no introducimos una especie invasora y nos aseguramos que van a tener un mínimo impacto”. Además, si se dan las condiciones ambientales oportunas, “estas cianobacterias se van a seguir desarrollando y por tanto capturarán más CO2 y contribuirán a una fertilización sostenible”. En este sentido, las cianobacterias a diferencia de otras algas son capaces de fijar el nitrógeno atmosférico, lo que supone una mejora en la calidad del suelo y un ahorro en fertilización para el agricultor.
 
 
Prototipos móviles
 
El proyecto LIFE, de carácter demostrativo, tiene como fin último desarrollar una tecnología que sea versátil y móvil y que además sea rentable para las industrias y para los agricultores. En concreto, se diseñarán dos tipos de prototipos móviles que se van a ensayar en dos localizaciones diferentes: entre julio y noviembre en la denominación de origen de Uclés, en el periodo de actividad vitivinícola en el que se generan más emisiones y residuos; y entre noviembre y mayo en la comarca de la Vera, al norte de Cáceres, donde se probará en una industria láctea productora de quesos.
 
En el caso de la Universidad de Burgos, entidad coordinadora, el trabajo se centrará en la identificación de las especies de algas del suelo, su producción, el estudio de su evolución y la monitorización en campo cuando se obtenga el “biomejorador”. Mientras, la Universidad de Valladolid trabajará en la parte de diseño e ingeniería.
 
“Los primeros pasos serán localizar las zonas de suelo donde vamos a trabajar, tomar muestras de esos suelos e identificar qué cianobacterias predominan en ellos para establecer las que nos van a servir como herramienta para devolver las emisiones de gases de efecto invernadero a la tierra. Después trabajaremos en el diseño y puesta a punto de los prototipos y en la monitorización socioeconómica y técnica de todo el proyecto. Los LIFE son proyectos demostrativos y también es importante que los resultados lleguen a la sociedad”, concluye el investigador.
 

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