“Salamanca es la mejor ciudad para mí”

Con una sonrisa clara y limpia, la joven paraguaya Blanca Rojas Adorno afirma que ha encontrado en un joven salmantino su alma gemela. Su vida no siempre ha sido un camino de rosas, pero se reconoce como valiente. Echa de menos a sus hijos, es normal. Feliz por su ciudad natal, que comparte muchas semejanzas con Salamanca: la tranquilidad, la importancia de lo cultural, la Universidad. Ambas ciudades son sus mejores ciudades

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 “Salamanca es la mejor ciudad para mí”
“Salamanca es la mejor ciudad para mí”

Nacida en la paraguaya ciudad de Coronel Oviedo, a 130 kilómetros de Asunción, Blanca Rojas, muestra su entusiasmo por el lugar que la vio nacer. “Es la mejor ciudad para mí”, afirma con rotundidad.

Habla de su ciudad como una capital tranquila, más pequeña de Salamanca, situada hacia el sur de Paraguay, con un carácter artístico, educativo y cultural, con mucho recorrido en el mundo del cine y con gran cantidad de jóvenes artistas dedicados a la música y al séptimo arte. “Paraguay es bonita”, comenta embelesada.

Más semejanzas con Salamanca, son su Universidad, con facultades como Medicina y Derecho, así como su cercanía al mundo rural con sus gentes dedicadas también a la ganadería.

“En Paraguay somos muy de familia; la familia es lo más importante, nos ayudarnos mutuamente; mostramos que nos queremos; somos de conversar. Lo expresamos todo y somos muy unidos", comenta con nostalgia. “En cambio, noto a los españoles como más fríos. Eso es lo extraño, mi familia”. En Paraguay, nos gusta juntarnos para hacer barbacoa, como un espacio común. “Me encanta lo que llamamos “sopa paraguaya”, que no es sopa, sino una torta salada, con yuca hervida en vez de pan”, comenta con gran simpatía.

En Salamanca, “toda la gente para la que he trabajado es estupenda. Cada cual tiene su carácter, claro”. Aquí la gente es más acogedora, si pides ayuda enseguida la prestan”, afirma con contundencia. Sin embargo, comenta que la vida en Madrid no le gustó pues “la gente va como una manada de vacas”, dice entre risas.

Una vida de trabajo y también superación

“Como todas, cuando una tiene familia, pues viene por darle un futuro mejor a sus hijos”, afirma apacible pero enérgica. Comenta que en Paraguay se gana poco. “Con lo que ganas en un mes no tienes ni para quince días”, dice con dolor en sus palabras. Cuando Blanca llegó a España en 2008, sus dos hijos tenían 9 y 7 años, todo un sufrimiento para una madre que se siente obligada a lanzarse a una aventura incierta, dejando a atrás a su propia familia.

Al igual que tantos españoles que sintieron la necesidad de emigrar a Alemania, Francia o Suiza hace décadas, Blanca expresa “no quiero que mis hijos tengan la misma vida que yo”. Frunciendo el ceño, describe la falta de oportunidades que tuvo, “me tocó trabajar de empleada doméstica desde pequeña”, “quise hacer una carrera y no podía”. Aunque comenta que fue muy feliz en su niñez; luego trabajó en Paraguay desde los 10 años. Lo hizo con unos abogados durante 2 años y con una familia que, “me pagaba unos 50€ al mes, trabajando de lunes a sábado, desde las 6h. a las 18h., sin poder descansar nada nada nada”.

Por eso, su deseo es que sus hijos no vivan igual que lo que a ella le tocó vivir.

Existen muchos abusos

“Yo no vengo a traer droga, ni vengo a la prostitución. He traído mi dinero, mi tarjeta con dinero”, le explicaba al personal del Aeropuerto, la primera vez que vino a España. “Me sentía como una delincuente, como lo peor”, explica Blanca, al tiempo que reconoce que no estuvo muy informada al llegar. “En el aeropuerto, tienen que hacer su trabajo pero tienen que tener cuidado con la persona, ni un vaso de agua me dieron”, esa es mi experiencia.

“La gente no te cuenta lo que pasa en España. Antes de venir la gente no te cuenta toda la verdad”, comenta. “Tengo amigas que han venido engañadas”, “Les decían: Me debes el dinero que he invertido en ti. Te vas a llamar “fulana”, te vas a vestir así y atiendes a los clientes”, expone con tristeza. “Yo doy gracias a Dios porque tuve la suerte de no pasar por aquí”.

Sí encontró dificultades cuando buscaba trabajo en milanuncios, por ejemplo, cuando los anunciantes eran hombres que buscaban algo distinto a empleada de hogar, explica mientras denuncia este tipo de prácticas demasiado habituales.

Trabajé muchísimo en España

Blanca comenzó trabajando en Madrid como empleada de hogar. “Me costó trabajar en una familia con mucho protocolo para servir la comida, pero se han portado muy bien conmigo. Estuve cinco años y muy a gusto”, comenta Blanca. Después la empleadora le pidió venir a Salamanca porque ninguna chica se hacía con el carácter del marido, pero Blanca tenía un saber hacer que se lo valoraban. “Hija, te tienes que distraer, buscar un piso hacer tu vida”, le decía la empleadora.

Reconoce que coge enseguida mucho cariño a las personas a las que cuida. Un cariño muy especial, matiza. “Donde entro a trabajar, ya me quedo ahí”, comenta con satisfacción.

En todo el tiempo que ha estado en España, ha ido a Paraguay tres veces, por diferentes motivos, no todos alegres, como cuando tuvo volverse para cuidar a su hermano que enfermó. Y ha tenido que sufrir la ruptura de la familia, por la distancia, entre otras cosas. Divorcio, distancia… “a pesar de todo no me puedo quejar”.

Blanca comenta, “siempre digo que aquí todas venimos con una historia atrás. Y a veces se nos estropean los planes… ¡Qué vamos a hacer, Blanca… a empezar de nuevo la vida!”, se dice con optimismo.

La familia y el futuro

Blanca echa de menos a sus hijos; este año no ha podido viajar. Explica que le encanta dormir junto a sus hijos, uno a cada lado. Dice con una sonrisa en los labios “son mi vida”.

“Mis sueños son estar, al menos, con mi hija, porque mi hijo quiere estudiar allá, hacer una carrera”. Le gustaría montar un negocio en Salamanca, un bar, por ejemplo, porque la cocina le gusta mucho. Sus planes están puestos en esta meta.

Le gusta viajar y conocer todo lo que puede. “Ya estuve en Benidorm y Alicante. Me gusta escaparme siempre que puedo”.

Blanca habla español y guaraní. “Me encanta hablar guaraní”. En Paraguay lo hablan en casa, aunque en el colegio se habla español. “Me gusta encontrarme aquí con gente y hablar guaraní”, dice entre risas.

Afirma que la gente paraguaya le tomamos confianza enseguida a las personas; aquí me avisan que hay que tener más cuidado. Sin embargo, Blanca ha encontrado un chico salmantino con quien comparte, después de 3 años juntos, muchas más cosas que el piso. “Es mi alma gemela”, afirma con su sonrisa eterna.

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