El callejero salmantino está repleto de nombres cuyo origen parece evidente, respondiendo a un determinado rasgo visible. Sin embargo, estas vías no siempre conservaron su estructura actual, pues son fruto de los vaivenes del urbanismo de la ciudad. Es el caso de la calle del Arco.
 
Esta calzada no existió como tal hasta hace dos siglos. Antiguamente, la zona estaba rodeada de viviendas de nobles, un pequeño laberinto que el paso del tiempo se empeñó en transformar en las calles perpendiculares actualmente peatonalizadas.
 
La entonces calle del Arco de la Magdalena, origen de su denominación, apenas ocupaba la tercera parte de su trazado. Se accedía precisamente a través de un arco en honor de la iglesia de la Magdalena cuyo lugar ocupan hoy los carmelitas descalzos de la calle Zamora. Con el progreso de la ciudad, la mayoría de las casas de la zona se derribaron, desapareciendo varias calles, como la Lanza y la Estrella, para dar paso a solares que irían haciendo rectas sus calles. Un gran escuso de la familia Valdés es el único vestigio que atestigua aquel laberinto de la nobleza.

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