“ETA nos llamaba ‘txakurras’; las instituciones, por números o por el empleo”

José Alfonso Romero P. Seguín presentará su libro, ‘La hija del txakurra’, el próximo miércoles a las 20 horas en la Casa de las Conchas. Este es una narración, como él mismo cuenta, tortuosa para alguien que vivió en primera persona el horror del terrorismo de ETA y sus consecuencias: “Esta justa batalla no se gana hablando de los éxitos policiales en la lucha contra ETA, sino haciéndole saber a esta sociedad la brutal secuela de dolor que sus crímenes han dejado tras de sí”

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Guardia Civil en el País Vasco durante los años más duros del terrorismo, José Alfonso Romero P. Seguín presentará alguna de sus vivencias desde el dolor humano que supone ver perder a compañeros mientras no hay soluciones. Desde el punto de vista de la persona, y no del agente, contará parte de esta crueldad el próximo miércoles en la Casa de las Conchas junto al presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, Juan José Aliste, y un componente de la misma, Salvador Vicente.

¿Cómo surgió escribir ‘La hija del txakurra’?

Entre finales del 79 y mediados de los 80, trabajé como Guardia Civil en el País Vasco. En Guipúzcoa concretamente. Tenía 19 años. Perdí la inocencia ante la muerte. Se debilitó en mí la fe en los hombres. Supe del terror. Viví la insoportable viveza del horror.

Afronté esos sucesos, como todos los demás, mediante un complejo mecanismo de voluntaria enajenación que me permitía, que nos permitía, soportarlo a expensas de nuestra integridad física y psíquica. Pero hubo un dolor que no pude someter, fue el de constatar la conjura, no pactada, entre ETA, el Estado y la sociedad a que servíamos, para desdramatizar nuestras muertes mediante un perverso mecanismo de deshumanización que consistía en expulsar de nosotros toda referencia afectiva o sentimental.

Habla de una dureza difícil de imaginar

Sí. A los uniformados se les encerraba entre las costuras de sus trajes, lejos de ahí parecían no existir. A los civiles se les entregaba a la culpa con la que los inculpaba la organización a la hora de justificar su asesinato. O se le insultaba con la brutalidad de esa otra culpa, jamás explicitada, que era el “algo habrán hecho”, que confería a ETA una legitimidad que no se le reconocía al, recién instaurado, sistema democrático.

Desde esa conciencia nacía la necesidad de rebelarse, de gritar nuestra humanidad, de hacer algo para poner de manifiesto esa evidencia, para reclamar esa elemental atención. Pero no había espacio posible para ello.

Y lo de ‘txakurra’ es por el término que utilizan para referirse a la Guardia Civil

ETA y la sociedad vasca nos llamaban ‘txakurras’, las instituciones, por números o por el empleo: “han muerto dos números y un cabo”. Caían las víctimas y se retiraban con urgencia sus cadáveres y con mayor urgencia aún, se adecentaba el lugar. Era como si no hubiese ocurrido, como si en vez de un crimen se hubiera interpretado el acto de una obra teatral.

En torno a ese sentido de culpa se fue conformando el universo de este libro que no busca sino reparar esa desatención, enalteciendo esa íntima condición frente a otros aspectos externos a la verdadera naturaleza de las víctimas, apoyándome en un argumento imbatible, el dolor.

¿Qué pretende despertar en el público con su obra?

Desplegar ante sus potenciales lectores este humilde bosquejo del tortuoso paisaje emocional de las víctimas. Para que la obviedad, respecto a su naturaleza, esa que su sola presencia física refleja, no oculte la realidad de que en esa perversa simplificación los hemos ofendido e ignorado.

No nos podemos morir en todo aquel que muere asesinado, es cierto, pero deberíamos sentir, cuando menos, la necesidad de pensar que así habría de ser, porque así lo merecen.

En el libro narra historias de víctimas de la organización terroristas ETA ¿qué ha sido lo más difícil de recoger testimonios tan duros?

Las historias ganaron por sí solas ese dudoso honor, en atención a la profunda huella que dejaron en mí. No obstante, lo más difícil fue advertir que tenía que sustraerme a la tentación de narrar un crimen, para apoyado en él, ser capaz, no ya de explicar, sino de mostrar el lado humano del asesinado y el de todos aquellos que en vida mueren cada día por él y con él.

Duele negarles ese ámbito de ejemplar ciudadanía que su ardua misión y la brutalidad de que fueron objeto les confiere, para mostrarlos en su humana debilidad. Pero se impone hacerlo, porque es justamente esa idea de excepcionalidad, de heroicidad la que aún hoy les separa de la sociedad, convirtiéndolos en invisibles en su condición de hombres libres y ciudadanos ejemplares.

Eran hombres y como a ellos los he querido mostrar. Y es por eso por lo que los relatos se basan en hechos reales, pero no son, ni intentan ser una exposición fidedigna de los mismos, porque no es el hecho en si del crimen el que me interesa contar sino la profunda secuela de dolor que esos crímenes dejan tras de sí.

La obra comienza con el asesinato del guardia civil Félix que recuerda al de su compañero José Ángel Pardines Arcay años atrás ¿Por qué decide iniciarla con estos personajes?

El asesinato de Félix está cargado de simbolismo. Era el compañero de servicio de Pardines el día en que lo mataron. Y este fue el primer guardia civil asesinado por ETA. Once años después, enfermo y ya retirado, Félix es asesinado por ETA en el interior del bar que regentaba en Irún, cerrando de ese modo el círculo de esa tragedia que se inicia el día en que matan a Pardines. Esta circunstancia me permite poner en boca de la viuda ese ir y venir por la tragedia que se debate entre y después de los dos crímenes.

¿Qué ha tenido de especial 'La hija del txakurra' respecto a otros trabajos?

Esta obra en concreto supone soportar el dolor de indagar de forma minuciosa en aquellas terribles vivencias. Nadie puede olvidar lo vivido, cuando lo vivido te ha superado, es cierto, pero no es lo mismo soportar que cruce a su antojo el rostro de tu ánimo que buscarlo y desmenuzarlo e ir luego indagando entre sus restos y narrarlo.

¿Qué supone escribir y contar estas historias para usted?

En este caso, como ya he dicho, satisfacer levemente una deuda pendiente, la de no haber sabido defender a las víctimas de la brutalidad de esa agresión que los ofendía más allá de donde ningún ser humano debe permitir, en su condición y naturaleza. Y hacerlo desde el leve pero preciso instrumento de la literatura. Porque la clave de contar estas historias no obedece al afán de narrar una experiencia dura, de esas que te marcan de por vida, sino la intuición de que puedes y debes hacerlo desde una perspectiva más sutil y sensible, que te va a permitir confortar a aquellos que han sufrido esta brutalidad de plomo y olvido, de desprecio en suma, poniéndole voz no a lo que los demás piensan de ellos, sino a los que piensan de ellos, de lo que les sucedió y también de los demás.

En los otros casos la literatura me permite entrar en diálogo con un mundo mágico donde sientes que los límites de tu ser se dilatan más allá de lo que jamás habías imaginado. Todos los caminos del hombre desembocan en la literatura.

¿Ha hecho una veintena de presentaciones, ¿qué tiene esta de especial para usted?

El que la directora de la emblemática Biblioteca de la Casa de las Conchas y su equipo haya abierto las puertas de esa magnífica casa a este libro, me llena de consuelo, porque no solo le están ofreciendo espacio y tiempo a una obra literaria, sino que están acogiendo la dolida memoria de las víctimas del terrorismo.

Hacerlo además acompañado por Juan José Aliste Fernández, presidente de la Asociación de Víctimas de Castilla y León, y Salvador Vicente Gajate, víctima y miembro de esa Asociación, que aúna en mi ánimo y memoria el orgullo de haber compartido con él aquel terrible destino. Recuerdo en lo profesional, su arrojo, fue componentes de los primeros grupos de desactivación de explosivos. Sin embargo, destacaría de él, su lucidez, compromiso con los derechos y libertades democráticaticos y bonhomía.

¿Cuál es y sería el destino que te gustaría para este libro?

El libro va por su cuarta edición, sin contar con ninguna editorial con capacidad para publicitarlo y distribuirlo como merece. Lo que, es cierto, me ha brindado la oportunidad de ir haciéndoselo llegar a cada uno de sus muchos lectores de mi mano y con su correspondiente dedicatoria. Pero como te he dicho la obra trasciende lo meramente literario, es un grito sostenido y articulado en la boca de la literatura en favor de la memoria de las víctimas.

Y como lo es, me gustaría que alguna editorial o institución con capacidad para hacerlo lo tomase a su cargo y lo hiciese llegar al público, porque sé que ayudaría a muchas personas a tomar conciencia del drama que se ha silenciado y se intenta seguir silenciado. Y que permite que se celebren sin apenas reproche social los actos de aclamación de terroristas en las calles del País Vasco, o que instituciones, partidos políticos y asociaciones se muestren más preocupadas por la justa suerte de los victimarios que por la de las víctimas. Y esta justa batalla no se gana hablando de los éxitos policiales en la lucha contra ETA, sino haciéndole saber a esta sociedad la brutal secuela de dolor que sus crímenes han dejado tras de sí.

¿Qué le pediría a los vecinos de Salamanca?

Qué nos gustaría contar con su presencia en la presentación del libro que se va a celebrar a las 20 horas del próximo miércoles día 7 en la Biblioteca de la Casa de las Conchas. Acto que les va a permitir visualizar esta tragedia social desde una perpectiva distinta, alejada de estrategias políticas, afanes personalistas o discursos intelectuales. Atenta solo al dolor de lo humano, a la humanidad de su naturaleza.

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