Alberto Durán no sólo ratificó esta tarde lo que ya mostrara el pasado domingo, sino que mostró una mejor versión de sí mismo. Sin alharacas, serio en su estilo clásico, el zamorano pudo salir en hombros de haber manejado mejor la espada. Salvador Barberán y Rafael Cerro, los otros dos integrantes del cartel, fueron silenciados. Se lidió una novillada de Monte La Ermita bonita de hechuras y de buen comportamiento, informa mundotoro.com

El descabello volvió a dejar sin premio una notable faena de Alberto Durán en Madrid, a quien la empresa tuvo el acierto de repetir tras su buena actuación del pasado domingo. Contó el zamorano con un animal pronto, con recorrido y profundidad en la embestida, pero ya con el capote se volvió a atisbar su concepto. Hubo pique en quites con Cerro antes de una labor bien compuesta y bien descrita, tirando con aplomo del novillo, que tuvo su cenit en una gran serie con la mano zurda. Después de una estocada atravesada, una docena de descabellos se llevó el premio.

Se repitió la historia en el quinto, novillo que manseó en los primeros tercios pero acometió con vibración a la muleta de Durán hasta que se rajó. El de Villamor se dobló por bajo primero y lo sometió después fundamentalmente por el pitón derecho. Fue faena seria, enganchando al novillo por delante y ligando los muletazos con autoridad pero los aceros volvieron a minimizar su actuación. Pudo salir en hombros el zamorano hoy en Las Ventas de haber manejado la espada con tino.

Dos faroles de rodillas sirvieron de presentación a Rafael Cerro para saludar al tercero, ejemplar con más movilidad que clase, que escarbó entre serie y serie y se acabó pronto. El extremeño logró con la derecha, por donde el astado se desplazó mejor, los momentos más brillantes de una labor que no acertó a coronar de manera certera con los aceros. El sexto desentonó del conjunto pues no tuvo clase ni entrega. Novillo desagradable con el que Cerro sólo pudo justificarse.

Bonito de hechuras, noble, con ritmo y son, el único pecado del animal que abrió plaza fue su medida fortaleza en los primeros tercios, pues en la muleta de Salvador Barberán acometió con fijeza y celo. La faena del gaditano, algo deslavazada, no llegó al tendido. Luego estuvo largo rato con el castaño cuarto, manejable pero de poca raza, con el que tampoco encontró eco.

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