Nacho Moro tras su retirada: “Como torero sentí emociones inigualables”

José Ignacio Vicente Moro se retiró definitivamente el pasado domingo 24 en la novillada sin picadores de Tamames. En una entrevista con SALAMANCA24HORAS repasa su trayectoria

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 Nacho Moro tras su retirada: “Como torero sentí emociones inigualables”
Nacho Moro tras su retirada: “Como torero sentí emociones inigualables”

El pasado domingo en Tamames se cortó la coleta José Ignacio Vicente Moro, más conocido como Nacho Moro, a los 55 años. El torero salmantino ha puesto fin a una dilatada carrera tras 24 años de banderillero y casi veinte luchando por ser alguien en el toreo. Todavía torea al aire, encajado, recordando los momentos en los que vivió queriendo ser torero. 

Su primera becerra la toreó en Traguntía, en una fiesta, y desde ahí el veneno del toreo entró en su sangre y empezó tomando contacto con los novillos y toros en los encierros de su pueblo natal, Villavieja. Apareció en su vida Sánchez Marcos, el torero de Vitigudino, con el que empezó el camino para ser torero. 

- ¿Cómo fueron esos primeros pasos de la mano de Sánchez Marcos? 

- Lo primero que surgió fue la idea de presentarme al Bolsín de Ciudad Rodrigo, al que fui dos años seguidos. En el 84 me sentí muy verde pero en el 85 quedé clasificado. 

- ¿Comenzó ahí el sueño de ser torero? 

- Si, al principio todo eran ilusión y ganas de llegar a ser torero, la Escuela de Tauromaquia se creó en 1985 y yo, como otros compañeros, nos quedamos fuera por edad. El debut públicamente fue en Villarino de los Aires con Tomás Pallín con novillos de Agustínez. 

- ¿Se fijó alguien en su toreo para ayudarle? 

- No, no me ayudó nadie, era yo el que tenía que ir llamando por teléfono a unos y a otros, me resultó bastante duro, pero la ilusión de ser torero, sobre todo al principio, podía con todo. Lo peor era escuchar que no te ponían y no poder hacer nada por estar sin recursos. 

- ¿Cómo se preparaba? 

- Sánchez Marcos fue quién me presentó a mucha gente y fui al campo con matadores de toros como Rui Bento, Jorge Manrique o Tomás Pallín, de los que aprendí mucho. Hice mucha tapia y eso me hacía observar el comportamiento de los animales mientras toreaban mis compañeros, además, toreando de salón me corregían la técnica. ¡Por cierto! Yo nunca tuve coche, siempre hacía autostop e iba a dedo a las fincas. 

- Y llegó el debut con caballos…

-Sí, debuté en el año 1986 en Vitigudino con José Luis Ramos con una novillada de El Puerto de San Lorenzo.

- Qué curioso, ¿no? Comenzar con El Puerto y cerrar con El Puerto. 

- Cosas de la vida, y me alegra mucho, la familia de El Puerto de San Lorenzo siempre se portó muy bien conmigo y es un honor tener tan buenos recuerdos con esta ganadería. Es más, mi presentación como novillero en Madrid también fue con esta ganadería. 

“Para coger más temple, escuchaba música de Dire Straits”

- ¿Fue difícil conseguir más contratos? 

- Sí, además, muchas veces te pedían dinero y no salían los contratos, pero yo me refugié en la música, y para coger más temple, escuchaba sobre todo Dire Straits. A pesar de torear poco, nunca se me fue de la cabeza ser matador de toros, y no paré hasta que lo conseguí en 1991, con mi amigo Sánchez Marcos como padrino y Emilio ‘El Charro’ de testigo. 

- ¿Cómo era su toreo? 

- No sé cómo era o dejaba de ser, si gustaba o no gustaba… Lo que si puedo asegurar es que con la muleta siempre lo he sentido mucho, lo más importante para mí era poder templar a los toros. A la hora de matar bien los toros también sentía emociones muy fuertes y especiales. Me encantaba torear de salón, algo que relaciono directamente con la misma forma en la que se quiere a una mujer. Siempre toreaba de salón en casa, me conocía todas las posiciones de los toreros e imitaba bastante bien sus movimientos. 

- ¿Y el miedo? 

- Yo he sufrido mucha violencia en la vida, para mí el miedo no solo enfrentarte a un toro a un novillo, sino otro tipo de miedos como la impotencia a no poder hacer nada cuando te atacan directamente. Uno de mis mayores miedos siempre ha sido no tener confianza en mí mismo. 

“A pesar de ser banderillero, me seguía preparando los inviernos esperando mi oportunidad”

- Esta etapa de matador duró poco y decidió pasarse a la plata, ¿qué motivo esta decisión?

- En el 93 decidí hacerme banderillero por problemas personales, no lo vi claro y pensé que hacerme era la mejor opción, aunque durante toda la década de los noventa nunca se me quitó de la cabeza el intentar llegar a algo como torero. Esperaba un golpe de suerte, viniese de donde viniese, pero nunca llegó. A pesar de todo, yo me preparaba todos los inviernos como si tuviera que afrontar una temporada larga.  

- ¿Cuál fue la primera tarde como banderillero? 

- Debuté con José Luis Ramos en un festival en Alba de Tormes, pero la primera corrida de toros fue con Rui Bento en mayo de 1993. La verdad que todo el mundo me ayudó mucho y los toreros contaron conmigo. Pasé una época mala, no estaba centrado en el toro y tenía en la cabeza otras cosas. 

En 2003 cambió mi vida, hasta ese momento, distintas adversidades me provocaron depresiones que me hicieron caer en un pozo del que me costó mucho salir. Fue gracias a la lectura, que me hizo darme cuenta de muchas cosas, sobre todo gracias a dos libros: ‘El arte de amar’ y ‘Del tener al ser’, me los regalaron Manuel Madrigal y Mario Peñato. 

“Para mí, El Capea es la persona que más sabe de Tauromaquia”

- ¿Qué días te han marcado como hombre de plata? 

- Recuerdo muchas tardes especiales, el día que más aprendí fue en el Puerto de Santa María con el Niño de la Capea, que para mí es la persona que más sabe de Tauromaquia, además de amigo es una persona a la que admiro por su raza, valentía y honor en la vida. Otra tarde inolvidable fue el festival al Soro en Las Ventas, en el que Capea hizo que rugieran los olés con un toro de Juan Pedro. 

Pero hay muchas más aparte de Capea. Como el día en la que Juan Diego salió a hombros en Madrid sin caballos, todavía recuerdo el bullicio, la noche, los cascos de los caballos… También me acuerdo de volver en la furgoneta con la canción ‘Si fuera ella’, de Alejandro Sanz, tras una gran tarde. De Javier Castaño me impresionó su valor en Aro una tarde en la que se tiraría medio minuto con el pitón en la taleguilla. 

 

- No solo se ha dedicado al toro, ¿verdad?

- Claro que no, he hecho de todo, mira, he sido pinchadiscos, camarero, albañil, enfermero, delegado de Deportes en Vitigudino… He sido muchas cosas, cada trabajo me ha aportado algo y me ha hecho ser una persona más completa en mi vida. 

“Le dije al Salamanca que me cortara la coleta por ser mi compañero de viaje”

- Y el pasado domingo llegó la retirada…

- Sí, y no voy a decir que fue un día más, porque claro que fue un día especial en el que me acordé de personas especiales, pero lo viví muy tranquilo y sosegado. Le dije al Salamanca que me cortara la coleta por ser mi compañero de viaje durante mucho tiempo y puse fin a mi carrera como profesional. Llevaba ya unos años con problemas físicos y he aguantado todo lo que he podido, pero ya llegó el momento. 

- ¿Qué lecciones ha aprendido del mundo de los toros? 

- Como te decía he aprendido mucho de Capea, pero me encantaba escuchar a ganaderos como Francisco Galache, que siempre que podía recordaba cosas de Manolete y era un espectáculo. El Viti hablando de toros también era una maravilla y con el resto de ganaderos de cada uno absorbía todo lo que podía, ganaderos como Don Alipio, Juan Mari, Valrubio, Garzón… Todos me abrieron las puertas de sus casas y de todos aprendí algo. Del toreo también me llevo a grandes amigos como el Salamanca, una gran persona al que he estado siempre muy unido. 

- Imagino que muchas anécdotas…

- Innumerables, a bote pronto recuerdo cuando ‘El Yiyo’, que en paz descanse, me regaló un capote en la finca de Antonio Pérez de San Fernando. Pero los mejores recuerdos los tengo de la etapa de querer ser torero en Salamanca, intentando enterarme de dónde había tentaderos, llamar al Gran Hotel para preguntar por los ganaderos que estaban y saber si tentaban… También íbamos al Mesón y a La Fuente de San Esteban. 

“No tengo ningún resentimiento hacia el toro”

- ¿Quedó algo por conseguir? 

- Me he dedicado plenamente al toro y me ha aportado muchas cosas. No tengo ningún resentimiento hacia el toro, me gustó ser torero y sentí emociones inigualables. De hecho, lo que más tengo hacia el toro son agradecimientos. 

- ¿Seguirá ligado al toro? 

- Seguiré siendo aficionado e iré a ver corridas de toros y hablando de ello como lo hago ahora, pero tengo otros objetivos y el toro profesionalmente no está en mis planes, hay otras cuestiones que me llaman mucho más. 

- Y ahora… ¿qué hará Nacho Moro? 

- Pues algo que llevo haciendo ya más de diez años: leer. Tengo un gran hobby como es leer libros de sociología, que me ayudan a ordenar la mente y a saber cómo actuar en muchos momentos de mi vida. Ojalá nadie pase las amarguras que he podido pasar yo, que he luchado siempre por mi paz mental, paz que también me da la música. 

Despedimos a Nacho en la calle Zamora tras más de dos horas de charla, que recorre casi todos los días con los auriculares puestos escuchando Dire Straits, ese grupo que le hacía templar toreando, pero también escucha Scorpions, Bon Jovi, Celine Dion, Amaia Montero… Música que le da la paz que siempre ha buscado, ahora ya retirado del toro, camino a casa donde seguro devorará otro de sus libros de sociología. 

Hemos conocido más a Nacho Moro, el torero, pero sobre todo la persona. Una persona capaz de sobreponerse a las adversidades, y que a sus 55 años, lucha por encontrar la paz mental  que le dé una tranquilidad para seguir paseando por la vida con los cascos puestos. Feliz etapa, Nacho. 

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