'Toros Sí, una defensa razonada', de Salvador Boix, ganadora del Premio de Hoy

 'Toros Sí, una defensa razonada', de Salvador Boix, ganadora del Premio de Hoy
'Toros Sí, una defensa razonada', de Salvador Boix, ganadora del Premio de Hoy

 

Salvador Boix, apoderado del torero José Tomás, levanta su enérgica voz en defensa de la tauromaquia, celebra la grandeza de este arte centenario y denuncia los intereses políticos que subyacen a la campaña de acoso y derribo de la Fiesta que se ha venido orquestando en los últimos años. Frente a las falacias del animalismo más hipócrita y desaforado, este apasionado alegato eleva un encendido elogio de la belleza, el humanismo y la exquisita dignidad del arte de la tauromaquia, ofrece una serie de argumentos para intentar evitar, desde la más sobria racionalidad, que en el futuro se produzcan nuevas prohibiciones en otras comunidades autónomas.

Extracto TOROS SÍ:

Personas y animales

La prohibición de los toros en Cataluña solo se puede entender en clave identitaria. Se puede llegar a comprender desde la óptica independentista, antiespañola, incluso desde el catalanismo moderado, analizando la coyuntura en la que se ha producido, con una balanza fiscal insostenible entre Cataluña y el Estado y un agravio constante entre lo que desde aquella comunidad se paga en impuestos y lo que regresa a ella en inversión pública. Quisiera creer que los parlamentarios que votaron contra los toros no van más allá de esas razones, por lo demás evidentes.

Pero, al cabo de seis meses, desde el nacionalismo y el ecologismo se sigue negando la evidencia del componente identitario como causa definitiva de la prohibición. Escucho perplejo por boca de los políticos que, habiendo sido erradicadas las corridas de nuestro territorio, somos un país éticamente más sano, y que debemos felicitarnos de que el Parlament de Catalunya sea ya un referente legislativo en las democracias mundiales en la defensa de la buena moral y de los derechos de los animales.

Deduzco que, de tanto repetirse estos argumentos, los parlamentarios prohibicionistas han acabado por autoconvencerse de que la prohibición la han llevado a cabo simplemente por amor a los animales. De ser así, el asunto es infinitamente más grave.

Los ecologistas no deberían poner por delante el interés por salvar al pato cubierto de petróleo antes que a su hermano congénere que está pasando hambre. En nombre del ecologismo «no vayamos a contarle al campesino del Amazonas que no tiene que talar árboles porque la atmósfera se va a arruinar», decía el 29 de octubre de 2010, en La Vanguardia, el consultor de la ONU Martín Caparrós. Es moralmente inadmisible que el Ayuntamiento de Barcelona, endeudado y en plena crisis, se disponga a invertir 2,8 millones de euros en la reproducción de una sabana del Sahel africano de 10.000 metros cuadrados para mejorar las condiciones de vida y de exhibición de sus dos elefantas del zoológico, Susi y Yoyo, mientras unos miles de

inmigrantes, subsaharianos como ellas, se ven obligados a malvivir del top manta corriendo delante la Guàrdia Urbana y a hurgar en el contenedor buscando comida por el centro de las ciudades.

La política debe ocuparse de resolver el sufrimiento humano antes que el presunto sufrimiento del reino animal; porque de cualquier forma vamos a seguir comiendo carne y pescado legalmente, y practicando la vivisección animal si que remos seguir vivos y de pie a base de fármacos y vacunas contra la enfermedad. Cierto es que nos parecemos mucho genéticamente a

ciertas especies, pero, como reconoce el etólogo y militante animalista José Francisco Zamorano Abramson, a ciencia cierta nadie puede afirmar hoy que los animales sienten dolor, aunque tampoco nadie puede negarlo. O sí, si nos referimos al toro de lidia, el cual, según los estudios realizados por el profesor Juan Carlos Illera del Portal, director del Departamento de

Fisiología Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, los toros en el ruedo liberan betaendorfinas, también conocidas como la «hormona de la felicidad», que bloquea los receptores de dolor en el sitio en el que este se está produciendo hasta que llega un momento en que el dolor y el placer se equiparan y deja de sentirse dolor. Cuentan que Carles Santos, el gran compositor y pianista de Vinarós, dejó de practicar la pesca del atún cuando un día un ejemplar le miró fijamente a los ojos como implorando piedad.

Un amigo que vive apartado cerca del Pirineo solo come la carne de animales a los que él mismo sacrifica. Existe una minoría que solo come frutas y verduras, a la que hay que respetar. Pero no por todo ello las leyes van a dejar de respetar igualmente, proteger e incentivar a la industria conservera del atún y el mejillón, ni de usar como reclamo turístico los restaurantes donde se ofrecen sus productos como alta cultura, ni mandarán cerrar los mataderos ni secaderos de jamón ni las factorías que inducen la cirrosis al pato para la producción del foie acusándoles de viles maltratadores, por citar unos ejemplos en los que, por supuesto, se debe exigir calidad e higiene para el consumo, tanto en sus productos como para

sus trabajadores. Los animales sufren o no. Pero mientras ciertas especies sean sacrificadas y torturadas legalmente en beneficio humano y otras gocen de derechos otorgados a discreción por las leyes de los hombres, ningún político debería hablar de ética ni dar lecciones de moral al respecto.

Para que las vacas den más leche se les proporciona mayor calidad de vida, según informaba un repugnante documental televisivo que mostraba a los bovinos hacinados entre su propia mierda, pero ahora con una especie de colchoneta igualmente hedionda en funciones de camastro para un mejor descanso. ¿Comodidad y mayor bienestar en aplicación de justicia o simple

cuestión de explotación animal?

Hablar de proporcionar derechos a los animales es un tema con tendencia a la demagogia y al buenismo. Reclamar bienestar para los animales de un zoo es una perversión socialmente admitida que pone en evidencia lo relativo de ciertos conceptos de aplicación estrictamente humana dirigidos a los animales. ¿Un animal enjaulado puede vivir bien? Lo desconozco. Pero su situación es, objetivamente, de cautividad. Eso no quiere decir ni que haya que liberarlo ni que haya que preguntarle si prefiere la selva al zoológico en el que se le ha encerrado para disfrute de la ciencia y la educación infantil, ideas fundacionales de estos parques tan bien integrados en nuestra sociedad y que, por el momento, ningún Parlamento pone en duda.

La hipocresía

El cambio de valores del humanismo al animalismo, a modo de lavado de conciencia ante la imposibilidad para atender a la universalización del derecho de las personas a una vida digna, se fundamenta, además, en el principio interesado de parcialidad y no en la justicia, tal como queda reflejado en los contradictorios comportamientos del poder en referencia a la

relación entre humanos y animales: se permite y alienta que se aniquilen jabalíes, palomas y peces en nombre de la sostenibilidad; convivimos legalmente con pájaros y mascotas metidos en jaulas y atados por el pescuezo; comemos carne de animales maltratados desde su nacimiento hasta que son vilmente sacrificados en masa. Se prohíben las corridas de toros por contener maltrato animal y se blindan las peleas de gallos y los correbous como patrimonio cultural nacional, por más que contengan éstos mayor violencia cualitativa.

Escribía el profesor Jordi Llovet en el diario El País en octubre de 2010: «Si en las corridas la lucha a muerte entre el animal y el hombre se desarrolla según un ordenado protocolo y una relativa simetría ?puede morir cualquiera de los dos, y así sucede sin que los antitaurinos se hayan preocupado nunca por el sacrificio de los toreros?, en los correbous los humanos llevan las riendas de la conducta del animal, y al animal no le queda otro remedio que ser objeto de burla». El Parlament de Catalunya ha decidido que ciertos animales pueden ser maltratados, quemados y ensogados en nombre de la catalanidad y su cultura mientras las corridas, con el ritual, la historia y el componente humanista que las acompaña, quedan prohibidas. El profesor Llovet acababa su artículo con estas palabras: «Los argumentos del segundo debate arruinan la verosimilitud del primero y sitúan de lleno la cuestión en un terreno bárbaro, lleno de mezquindades e hipocresías».

Que ningún iluso se crea que el toro del correbou va a salvarse de su reconversión en carne de consumo humano, lo mismo que el toro de la corrida. Y, cuando se acerque la Navidad, que recuerden los antitaurinos católicos que los corderitos y pollitos que los pastores de Belén llevaban en hombros al portal con toda seguridad fueron pasados a cuchillo y hechos a la brasa, tal vez por el propio san José en presencia del resto de la familia. La moral barata del Parlament no ha querido proteger a los animales sino a las personas bajo su jurisdicción para que no vean en vivo la muerte de un animal que les servirá de alimento después de haber cumplido con la función que como tal se le ha asignado: acometer incansable como parte del rito sagrado de la tauromaquia. Para que no se crean los humanos catalanes cómplices de su muerte, aun siéndolo tanto como lo fueron nuestros ancestros, se declara indigesta socialmente por ley la visión del asesinato animal, según decisión puritana parlamentaria.

EL AUTOR

SALVADOR BOIX (Banyoles, 1958) es músico profesional desde 1979 y aficionado a los toros desde niño de la mano de su abuelo Miguel. En 1993 inicia su relación con el periodismo taurino en Diario 16 y hasta 2006 colaboró con El País y La Vanguardia. Ha sido corresponsal taurino en Barcelona de Radio Euskadi-Radio Vitoria, de la revista 6toros6 y del portal

de Internet Mundotoro.com.

En 1993 fue director de la serie Bravos, de TVE-Catalunya, y en 2001, guionista y realizador de diversos programas de temática taurina para Barcelona TV, entre ellos Arrebato y Veure per creare («ver para creer»), dedicados al torero José Tomás.

Es coautor de los libros Reflexiones sobre José Tomás y Por los adentros. En marzo de 2010 compareció ante el Parlament de Catalunya en defensa de la auromaquia en el marco del debate sobre su prohibición.

Desde 2007 ejerce como apoderado de José Tomás.

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