Un año más Ángel Rufino, El Mariquelo ha subido hasta la cúpula de la Catedral en la víspera del Día de Todos los Santos. La cita se preparó con expectación desde las 9:30 de la mañana con una salida desde el Arrabal por el Puente Romano, en esta ocasión acompañado de grupos folclóricos de País Vasco, Andalucía y Segovia. A las 10:30 turistas y salmantinos se reunieron en la Plaza Mayor para verle a lomos de su yegua ‘Bailaora’ con el tamboril junto con los demás grupos folclóricos participantes, llegados desde toda España con instrumentos y trajes tradicionales, que le acompañaron en su pasacalles por la calle la Rúa hasta llegar a la plaza de Anaya, donde a las 11:30 horas inició la ascensión por la torre de la Catedral.

En esta vigésimo octava subida hasta la cúpula (desde 2009 se redujo y no se permite llegar hasta la veleta por motivos de seguridad), lanzó un mensaje de solidaridad en el centenario de la Fundación Rodríguez Fabrés y por el medio siglo de Asprodes, “porque la gente con limitaciones puede hacer las cosas también como gente normal”. También tuvo unas palabras especiales por el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. De hecho, a la Doctora Universal le dedica una canción de su nuevo disco, ‘Filigrana’, junto con el Cuarteto Tarantela que interpretó al bajar de la torre de la Catedral y también lo hará por la tarde en La Fábrica.

El Mariquelo se muestra “muy animado e ilusionado, para mí es un orgullo mantener la tradición con poderío”. Este año, una subida aderezada por el buen tiempo. “He subido con granizo, con heladas, con viento, yo subo en cualquier condición pero lo importante es el buen tiempo por todo ese público fiel”, explica Ángel Rufino de Haro. Y es que su ascenso “tiene una proyección universal, viene mucha gente que se aloja en Salamanca”, además de producirse en una jornada no lectiva por el día del profesorado, de ahí que anime “a que los niños sin clase puedan ver esta tradición”. Por eso, aprovecha la ocasión para reclamar más solidaridad. “Una imagen vale más que mil palabras para inculcar sentimientos y valores que se han perdido en la sociedad”.

De forma optimista se enfrentó un año más a la subida. En otras ocasiones ya ascendió en días de lluvia los más de 110 metros sin seguridad y con el tamboril a cuestas. Una vez arriba, Ángel Rufino de Haro ha recordado cómo recuperó la tradición, manifestando que le gustaría seguir hasta las bodas de oro y que fuera declarada Fiesta de Interés Turístico Regional. Un reconocimiento de prestigio para un ascenso que todavía asombra a propios y extraños aunque lo hayan visto en anteriores ocasiones.

 
En la soledad de las alturas, pero con la compañía del apoyo de miles de personas, “se percibe la inmensidad de esta ciudad, la maravillosa Plaza Mayor, la Peña de Francia, el río Tormes, no se puede describir con palabras, hay que estar allá arriba”. Un sentimiento que intenta transmitir en cada uno de sus viajes a través del mundo, difundiendo la cultura charra. “He tocado rock and roll en Estados Unidos y rancheras en México con la gaita y el tamboril”, bromea. 

Origen de la tradición

El Mariquelo era originariamente el miembro de una familia, los Mariquelos, que debía subir cada año a la torre de la Catedral Nueva de Salamanca, en agradecimiento a Dios porque el terremoto de Lisboa de 1755 apenas había dañado el edificio. Fue el 31 de octubre de aquel año cuando se registró un fuerte seísmo en las costas del Cabo de San Vicente con una magnitud en torno a 9 en la escala de Richter y provocó un tsunami que afectó a buena parte de Europa Occidental y el norte de África. 

En Salamanca se dejaron sentir los efectos del terremoto y la población, asustada, se refugió en la recién construida Catedral Nueva, finalizada en 1733. Sobrevivieron, quedando la torre ligeramente inclinada. Por eso, en conmemoración de aquel día, el Cabildo catedralicio de Salamanca estableció que todos los 31 de octubre subiera alguien a la torre para tocar las campanas, para dar gracias a Dios y pedir que el terrible suceso no se repitiera.

El último mariquelo de la familia fue don Fabian Mesonero Plaza, que dejó de subir al cimbalillo en 1977. Sin embargo, en 1985, Ángel Rufino de Haro rescató el rito hasta la actualidad. Ataviado con el traje charro, sube hasta la bola que se alza en el punto más alto de la torre, y una vez allí, toca una charrada con la gaita y el tamboril.

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