Hubo un tiempo en que la mayor plaza de la cristiandad se encontraba en Salamanca. La plaza de San Martín, germen de la actual Plaza Mayor, era un foco de comerciantes. De ahí que en sus alrededores se ubicaran todo tipo de mesones y alojamientos. Fondas, figones y paradores se repartían entre tabernas de buen yantar.
En estos locales era común colocar en la entrada la escultura de algún ángel, ya fuera San Miguel o San Rafael, patrón de caminantes y peregrinos que se acercaban hasta esta zona en los días de mercado. Según las hipótesis de varios historiadores, varios debieron ser los enviados celestiales que la adornaban, de ahí la denominación de plaza del Ángel cuando se habilitó este espacio con la construcción de la Plaza Mayor y el posterior Mercado Central.
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