“El plomo es un peligro porque contamina la carne”: la prohibición de este metal para cazar coge fuerza sin suponer un “ataque” contra la actividad cinegética
Las especies más afectadas son las que comen grano como los patos, la perdiz y las palomas, pero también hay otras aves gravemente perjudicadas como son las carroñeras. El humano que consume con frecuencia carne de caza también está expuesto a este peligro
El plomo se trata de un metal que se ha usado históricamente por su resistencia y su bajo coste, sin embargo, su uso podría tener los días contados si su fin es la practica de actividades cinegéticas.
Guillermo Cordero, reconocido ornitólogo en Salamanca, expone las problemáticas que está suponiendo su uso para cazar. Un peligro que no solo amenaza a determinadas especies de fauna silvestre, donde las aves son las peores paradas y las que mayores muertes sufren por intoxicación tras su ingesta durante la temporada de caza. No obstante, sus efectos nocivos también afectan al ser humano.
Desde el año 2010 está prohibido cazar con plomo en humedales en todo Europa, sin embargo, fuera de sus fronteras su uso sigue siendo legal. Una normativa que desde el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC) pretenden que se cambie, con la intención de que se restringa a nivel europeo el uso del plomo en la munición de todas las modalidades de caza y tiro deportivo al aire libre, así como en la pesca deportiva.
El debate entre la comunidad cinegética y científica se ha vuelto a reabrir después de que a finales de mayo de este 2025, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, encabezado por Luis Planas, defendiera una prórroga de entre tres y cinco años para que se prohíba definitivamente el uso del plomo en la caza, según comunican fuentes de SEO/BirdLife.
Esta postura ha generado un fuerte choque entre ambos sectores que ha llevado incluso a una recogida de firmas por parte de esta sociedad científica para exigir al Gobierno de España que “defienda con firmeza la eliminación del plomo de todos los ecosistemas”.
En este aspecto, Cordero que también es voluntario de la Sociedad Española de Ornitología en su grupo local, Seo-Salamanca, asegura que “el uso de la prohibición del plomo no es un ataque a la caza, sino que lo que se busca es que sea una actividad que no contamine, que sea sostenible, y que no implique que tengas que comerte un pato, por ejemplo, con perdigones”.
Igualmente, el ornitólogo explica que el plomo se infiltra en el agua y libera sustancias que después absorben los animales cuando la beben o incluso cuando ingieren sus partículas. Reconoce, también, que “es un peligro porque contamina la carne”. Una carne que dice “después nos comemos los humanos”. Y, en este aspecto informa que desde el siglo XIX la enfermedad del plumbismo, que es a partir de la ingesta de plomo, ocasiona frecuentes intoxicaciones en aves acuáticas, que en niveles elevados también puede afectar al hombre.
El plomo en niños, dice que genera problemas cognitivos y afecta a la memoria y en las mujeres embarazadas es transmitido por la madre al feto. También indica que afecta a los huesos y tiene efectos cardiovasculares. Si su consumo es alto genera un riesgo importante también para el hombre. Es por ello por lo que el foco está puesto sobre todo en las personas que consumen con frecuencia carne de caza, ya que los animales que han recibido un impacto de bala conservan partículas del plomo que se queda impregnado en esa pieza que después se cocina, y que según señala Cordero “en la carne de los animales silvestres que son cazados no existe legalmente un límite de consumo para que, llegado a él, la carne deje de ser comestible”.
Las piezas de caza abatidas con munición de plomo también afectan gravemente a la fauna, pues la mayoría de las veces que se abate un animal, el cazador solo se lleva el trofeo quedando en el campo el resto del cuerpo (en el caso de la caza mayor) que se comen otros animales que pueden ser contaminados.
Exponiendo la gravedad del problema, Cordero matiza que el plomo que se libera de la escopeta o del propio cartucho de las balas queda expuesto al medio ambiente en el que comen especies como las aves, bien sean perdices, pájaros o patos, que a menudo lo confunden con las semillas que hay en el suelo. En los espacios acuáticos, puntualiza, que se caza desde un puesto, por lo que dice que “los perdigones quedaban alrededor y expuestos para que las aves de ese entorno las ingirieran, bien comiéndolas o bebiéndolas a través de las aguas de las lagunas”, principal motivo por el que se prohibió cazar con plomo en todos los humedales. Una decisión que lamenta “costó décadas”.
Respecto al por qué las aves son más perjudicadas por el uso del plomo, explica G. Cordero que “son las más afectadas porque en la caza mayor, un cazador mata a un ciervo o a un jabalí y ese animal solo recibe el plomo de la bala, ya que en su ambiente no hay plomo. Sin embargo, si un cazador captura haciendo uso de munición de plomo a un ave en los medios acuáticos, esa ave está expuesta a comer y a beber el plomo que se libera del impacto en la captura”. Informa también que “un perdigón con plomo puede conservarse años porque lo que conforma el perdigón desaparece, pero el plomo que lo compone seguirá siendo contaminante durante décadas”.
Las especies más afectadas, asegura, son “las que comen grano porque confunden el perdigón con la semilla”. En este caso, hablamos de los patos, la perdiz y las palomas. Pero también hay otras aves gravemente perjudicadas como son las rapaces que pueden comer a alguna de estas otras aves que se alimentan del grano o que se comen un conejo que ha sido cazado con plomo, como pueden ser el águila real o el águila ratonera. Igualmente, el buitre que se come un ciervo o un jabalí que tiene un disparo en el cuerpo está ingiriendo plomo al comerse su carne. Es decir, que las más afectadas por el uso del plomo son las aves que lo confunden con el grano y todas las carroñeras. No obstante, matiza que “tienen que consumir bastante plomo para morir, aunque a partir de cierto nivel el animal muere por acumulación de plomo en su organismo”.
Y, no solo la muerte es la única connotación negativa para estas aves, argumenta que “se sabe que las perdices que comen pedigones tienen menos puestas y son menos viables, es decir, que tienen un sistema inmunitario más débil por el consumo de plomo”. Los propios cazadores también se ven afectados, aunque muchas veces no sean conscientes de ello: “Cuando los cazadores disparan una parte de los perdigones se queda impregnado en la ropa que llevan, por lo que están respirando ese plomo y están expuestos a este peligro”.
Finalmente, lanza un mensaje a los cazadores en forma de petición para que contribuyan a que se produzca este cambio por el bien de todos, insistiendo en que “hay alternativas a la munición de plomo que es menos contaminante, aunque sea más cara, pero que va a ayudar a que no estemos comiendo el plomo del ciervo, por ejemplo, que se acaba de cazar”. Esas alternativas serían el hierro, que “está disponible en cualquier armería”, y también el acero que “es más común, aunque es menos denso”; el bismuto “es más caro, pero con propiedades similares al plomo”; y el tungsteno que “es más eficaz, aunque más caro, pero ideal para larga distancia”.
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