En una noche cuya frescura contrastó con el tremendo calor de las altas hogueras, más de un centenar de caballos, yeguas y algún burro desfilaron por la empinada cuesta de una localidad que se avista en la lejanía por el humo de más de una veintena de hogueras que, un año más, purificaron a los animales en la festividad de su patrón, San Antón.
 
Las llamativas imágenes que se observan en las Luminarias con motivo de que cada vez sean más los fotógrafos y cámaras los que acudan a plasmar los saltos de los equinos entre llamas y humo.
 
Es el mismo humo purificador que en la tradición, que al menos procede del siglo XVIII, servía para provocar la huida de los malos espíritus que asolaban las cabañas ganaderas.
 
Para alimentar las hogueras se habían acumulado antes kilos y kilos de piornos, escobas y retamas, que garantizaron el fuego para una noche de fiesta que termina de madrugada con chuletas, panceta, y morcilla sobre las brasas.
 
La comitiva de animales comenzó a desfilar tras la bendición del párroco desde el balcón de su casa a las nueve de la noche, aunque la subida a la carrera no llegó hasta las 22 horas.
 
Este año la novedad ha sido que un hombre vinculado al pueblo se haya prestado a ser mayordomo de la fiesta, cosa que no sucedía desde 2001. Se trata Diego Abad, que solicitó 15 días de vacaciones en su trabajo en la ampliación del Canal de Panamá para estar en la fiesta, y para prepararla.
 
El mayordomo se debe encargar del convite en las vísperas, en la bendición de los caballos y tras la misa del día siguiente, además de contratar la música del día siguiente, y encabezar la comitiva con "la vara del santo", acompañado por dos jurados.

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