¡Jo…, el oso!

Una decena de vecinos de Laciana narran para ileon.com sus sensaciones al encontrarse con un oso pardo. Todos coinciden que da un poco de impresión, miedo, se te erizan los pelos y te pones nervioso, pero también aseguran haber vivido y sentido una experiencia fantástica.

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 ¡Jo…, el oso!
¡Jo…, el oso!

Cada vez es más frecuente escuchar que alguien se ha encontrado con un oso en el monte, que se ha acercado hasta un pueblo, que destrozó unas colmenas, que atacó a algún animal. La fiera por excelencia tiene una presencia cada vez mayor en la vida cotidiana de los habitantes de Laciana y sus alrededores. Un privilegio casi exclusivo de los que vivimos en estas tierras, el de convivir con estos animales majestuosos, que no obstante cuando nos cruzamos con ellos ante el sobresalto casi todos exclamamos; ¡joder, el oso!.

A través de ileon hemos podido conversar con una decena de estas personas de lo más variado, amantes de la naturaleza y los animales apasionados, con menos pasión y no por ello menos conocedores de su entorno, pescadores, simples paseantes y alguno que hasta recibe la visita en casa.

Manuel Riesgo Jaquete es un vecino de Villablino, quien con asiduidad camina por los alrededores de su pueblo, con preferencia hacia el entono de las brañas de Rabanal. Ahí tuvo su primer encuentro, hasta recuerda de memoria la fecha, 14 de abril de 2007, y la hora, las 7 y 25 de la mañana. Al llegar a la zona de Los Molinos, "me encontré como a unos 40 ó 50 metros un oso, me quedé parado y lo pude observar durante unos dos minutos, hasta que me detectó se levantó sobre las patas de atrás", cuando mueve la cabeza y "ves ese morro y esa imagen, impresiona". La sensación de nervios es constante, "después se marcho corriendo monte arriba y cada ciertos metros daba la vuelta y miraba, supongo que para ver lo que hacía yo".

La segunda ocasión fue cuando una huelga en las minas y los trabajadores tenían un corte en la rotonda del lavadero, al cruzar el puente de la estación, unas voces lo alertaron, "ahí va el oso" era parte de los trabajadores que corrían hacia el puente, bajaba por "la senda que sube a Llamas, yo me quedé parado en el medio del puente", en cuanto llegó a la parte baja del camino, se metió en el monte "y se perdió su vista".

Muy similar es el caso de Manuel Alvarez Prieto también de Villablino, su derrota preferida son las brañas de la Txiburnial y Buenverde de Villager. Las dos veces este año, la primera el 10 de mayo, sobre las 7 de la tarde "cuando bajaba por el camino, el oso subía, en cuanto me vió se metió hacia el monte y desapareció entre la maleza". La segunda fue el 23 de julio, también bajando por el camino y a primera hora de la mañana, "se metió al monte y se quedó un rato mirándome", el tiempo suficiente para sacar el móvil y hacerle una foto cuando ya emprendía la retirada "era un oso muy clarito de pelo, la foto no es buena apenas se le ve", pero entre prisas y nervios es difícil reaccionar, cuanto más enfocar.

Algo distinto es el caso de Adela González Alvarez, a mediados de julio, no recuerda bien la fecha aunque podría buscarla, porque aquel día había estado comiendo con compañeros y compañeras de trabajo de su marido "y precisamente hablando de los osos". Por las tardes, "en verano, que los días son largos", después de cerrar su tienda en Villablino, "a veces voy a dar un paseo casi siempre con una amiga, pero aquel día iba sola" subiendo hacia la braña de San Miguel, nada más pasar el cruce que va hacia el Feixolín, "salió un oso del monte al camino y lo cruzó con toda la calma, yo no quería creer que era un oso, pero era muy grande, te entra una cosa en el corazón, que te apetece mirar más y ver más", pero la mejor reacción que se le ocurrió "fue después de no verlo ya, echar a correr camino abajo, nunca había corrido tanto en mi vida, al día siguiente tenía agujetas hasta en el culo". Ya no ha vuelto a pasear por ese sitio sola.

Benigna Moradas tiene 84 años y vive en Sosas "al final del pueblo ya casi en el camino de la braña, la última casa a la derecha". Habitualmente paseaba por las tardes caminado hacia la braña, "el verano pasado suspendí esos paseos, yo no ví al oso, pero el vecino me dijo que lo había encontrado tumbado al lado del camino unos metros más arriba de mi casa". Reconoce que vive casi "ya en el monte y es frecuente ver desde casa animales, pero al oso no tengo ganas de encontrámelo, espero cumplir los 85", yo le aseguro que con su buen humor no tendrá dificultad en alcanzar la centena.

Manuel González Arias, es un joven aficionado a las carreras de montaña y ya experto ojeador de animales salvajes, va frecuentemente a hacer esperas y observar osos, lobos, rebecos o ciervos, desde la distancia con aparatos ópticos de alcance. Pero eso no le impidió llevarse un sobresalto una tarde de hace tres años cuando entrenado "bajaba de Cuetonidio por la braña de Vilforcos (Rioscuro), nada más pasar la central de Rioscuro, en un cruce del camino, el venía por un camino subiendo y yo por el otro bajando, llevamos tanto susto yo como el oso", que de inmediato se dio la vuelta y desapareció en el monte.

Primitivo Benéitez Cachón, 'Tivi' estaba con dos amigos pescando en el embalse de Las Rozas y al sentír algo a sus espaldas "nos volvimos y estaba el oso como a 40 metros, no nos hizo caso ninguno y se marchó el sólo". En otra ocasión vieron "a una osa con una cría que andaba mucho por la zona de la derecha del puente de hierro del ferrocarril, cruzando el puente".

Inés Barreiro bajaba un día a primera hora este verano desde Caboalles de Arriba hacia Caboalles de Abajo en coche y vio salir un oso "como del jardín de la casa de Puente, donde Las Chapas, cruzó la carretera y volvió a cruzar en sentido inverso se metió por detrás de las casas de Corea". Paró el coche, lo aparcó y lo siguió "a bastante distancia, bajó hasta Las Trapicheas y luego se metió al monte hacia la zona de la peña del Couso".

José Rodríguez Pantón es un vecino de Caboalles de Abajo, muy aficionado también a la observación de animales "con telescopio y máquinas fotográficas", va mucho por la zona de las Fuentes del Nancea y Monasterio de Hermo, en Cangas de Nancea (Asturias). Al lado de Remolín estaba "haciendo una observación, grabando y fotografiando a una osa con cría al otro lado del valle, me mojé los pies y me descalcé; dejé el equipo en el trípode y subí descalzo un poco más arriba, para observar con los prismáticos, al oír un ruido como de una vaca pastando, me volví y a unos 40 metros subía un oso pastando xiplos, el aire me era favorable y no me olió hasta un poco más arriba", se dio la vuelta y se marchó.

Todos coinciden que da un poco de impresión, miedo, se te erizan los pelos y te pones nervioso, pero también aseguran haber vivido y sentido una experiencia fantástica. El que quizá lo viviese con más calma es José Manuel García Fernandez y su hija Rebeca en el verano de 2014, "eran como las 12 de la noche estábamos mi mujer y yo en la cocina y llegó la nena y dijo que oía unos ruidos raros en la huerta", fue con ella hasta su habitación y abrió la ventana para ver que pasaba "ví dos ojos en el cerezo y pensé que era un zorro, pues hay muchos en la zona, le empecé a dar gritos y decirle ¡baja de ahí!", cuando empezó a descender con toda calma y lo vio frente a el "ví esa naríz grande y se me pusieron los pelos de punta", tuvo tiempo de reaccionar desde la seguridad que le ofrecía su casa y le hizo hasta tres fotografías, dos sobre el cerezo y una tercera ya en el suelo. "volvió más veces porque se veían las pisadas en la huerta por la mañana y comía las cerezas caídas al suelo".

Benedicto Barrero estaba de paseo con un grupo de amigos en la Reserva Nacional de Muniellos, después de meses esperando su turno de acceso. Iba algo adelantado al grupo y estaba hablando con el guarda forestal que encontraron al lado de un cambio de rasante del camino. "De pronto sobre la rasante apareció medio cuerpo del oso levantado sobre las patas traseras", no tuvo tiempo para más le dije al guarda "el oso ahí detrás", el guarda salió corriendo para ver hacia donde iba "pero ya no lo vio, solo sintió el ruido en la maleza".

La Fundación Oso Pardo ha realizado en modelo comic unas pautas para casos de encuentros con oso. Todas son de sentido común, pero como hemos podido comprobar por los testimonios recogidos, si lo dejas en paz el animal pasa bastante de ti. Yo, personalmente, tengo un recuerdo de una osa que ví cuando era pequeño, pero estaba en una jaula en el parque San Francisco de Oviedo en los años 60, le encantaban los barquillos y se llamaba 'Petra'.

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