Esta semana se ha publicado Amorismos, de Alberto Buitrago, en BajAmar Editores. Un libro, dice el autor, de reflexiones, ideas, anotaciones, definiciones, comentarios, microrrelatos y versos sobre el amor.
Vivimos tiempos donde la velocidad ha sustituido a la reflexión, y los pensamientos no resisten el reposo de una elaboración artesana y tranquila. La demanda de una economía del tiempo se ve poco a poco solventada con ofertas cada vez más simplistas, para consumidores incapaces de retener en la memoria dos ideas contrapuestas (en el mejor de los casos).
Estamos completamente habituados a perfiles con sonrisa y píldoras de información con limitación de caracteres. Mensajes de naturaleza soporífera y manida, un conjunto vacío de tweets, seguidores e influencers, repetidores de lugares comunes para las tertulias de la cadena.
No critico. Los lectores mandan. Es por eso que este libro me parece un prodigio en su contenido. Una osadía maravillosa. Porque rezuma la inmediatez del lenguaje de estos modernos cauces de comunicación, y propone aromas (quizá amoras) de los recuerdos de todos nosotros. Porque en tiempo de pandemia y promesas dudosas aboga por la ternura y la compasión. Porque ante el rojo de la vergüenza en cifras de muertes, reclama los colores del amor, tranquilamente, como el que pasea a su mascota. Porque en una sociedad adormecida por el tedio y las soflamas facilonas se cuela entre las rendijas de los chats y nos distrae y provoca una sonrisa subversiva.
Nada y todo está inventado en Amorismos. Solo brevedad del lenguaje para abarcar una gran cantidad de contenido no exento de ingenio. Bien delimitado, con toques de Aníbal Núñez, y algo de sabor a Adares y a guinda del Bolero, reposo en el paladar, y digestión apacible y meditada. Aforístico y gregueriano de Chinchibarra y San Mateo. Lectura obligada para volatineros y perseguidores de epifanías de arrabal. Con chispa divertida y prudente. Y nada, nada ñoño.
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