‘El Vuelo del Ángel’, la exposición del pintor y artista Luciano Díaz-Castilla que ha sido presentada este lunes, 2 de agosto tras 18 meses de espera en la sombra por culpa de la pandemia.
En la exposición de Díaz-Castilla no hay nada casual. El artista ha explicado en su comparecencia que su inauguración ha tenido lugar este 2 de agosto al ser el día de Nuestra Señora de los Ángeles. Una exposición que estará abierta hasta el 2 de octubre, día de los Santos Ángeles Custodios.
Además, las obras se encuentran en la Capilla de Santa Catalina, ubicada en la Catedral Vieja. Una sala también conocida como la Capilla de Los Ángeles, ya que si alzamos la mirada hacia las bóvedas podemos observar las estatuas de unos ángeles que están interpretando música.
Junto al pintor han comparecido Antonio Matilla, deán del Cabildo Catedral de Salamanca y Tomás Gil, director del Servicio diocesano de Patrimonio artístico. Ambos han mostrado su agradecimiento al pintor por exponer sus obras de arte en un lugar tan emblemático como es la Catedral de Salamanca.
Salamanca es una ciudad muy conocida para Luciano Díaz-Castilla quien ha revelado que ha expuesto en la ciudad ya cinco veces. Ávila y Salamanca son las dos ciudades a las que el pintor guarda más cariño, aunque ha desvelado que la capital salmantina para él es “un atardecer de los de mi valle, el Valle del Corneja. Es un atardecer continuado, dorado, cambiante, sublime y extraordinario”.
Salamanca inspira al pintor quien revela que “persigue la luz desde siempre porque nací en el valle de la luz y del color. Desde Gredos resbala la luz sobre el Valle del Corneja y yo la aspiro como un pintor que tiene siempre la luz del norte que es nítida, y contemplo sus cielos. Esos cielos que los traigo en esta colección de ángeles que surge desde el fondo del ser”.
En esta exposición se pueden apreciar varios ángeles volando en el cielo. Ángeles que no tienen rostro porque “el rostro lo ponemos nosotros”, explica su autor.
Con relación a la técnica, el propio Luciano Díaz-Castilla explica que “encontré un día una pintura japonesa que hace la fábrica Mitsubishi y son acrílicos, colores planos que en la conjugación el pintor tiene que expresar al mismo tiempo con la sensibilidad y el movimiento que una pintura necesita. Manejar todas las técnicas es una de las cosas que aprendí como técnico de la pintura en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid”.
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