La literatura oral lleva consigo su propia manera de aprenderse y gozarse, tal como ocurría en las calles, en las plazas o en las casas alrededor de la lumbre, donde las nanas, las retahílas de juego, las adivinanzas o los trabalenguas componían un verdadero y amplísimo sistema de aprendizaje en la lengua y del universo simbólico y cosmogénico de la comunidad al mismo tiempo. Los espacios tradicionales han desaparecido y la sociedad no ha construido otros alternativamente. De esos espacios, de esos territorios tradicionales donde se producía el encuentro con la conversación y el canto, se hablará estos días en la Plaza Mayor.
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