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‘Pipe’: Quince años después de ganar el Mundial de fútbol sala con España

El salmantino formó parte de la selección que conquistó el planeta el 5 de diciembre de 2004.

Pipe (4)

Si conseguir tocar una estrella parece una tarea reservadapara los astronautas, tener dos se antoja misión imposible. Sin embargo, laselección española de fútbol sala las luce en el pecho de sus camisetas, sobreel escudo, desde hace quince años. Y es que el 5 de diciembre de 2004, trashaber conseguido su primer Mundial en el año 2000, lograba el segundo alimponerse a Italia por 2-1 en la final del disputado en China Taipei.

Allí estaba, luciendo el dorsal 6 de España, el salmantinoFelipe Yagúe (17-7-1978), que quince años después recuerda todo lo que rodeabaa aquella fecha retrocediendo hasta sus inicios deportivos en el desaparecidoSol Fuerza: “Con 16 años ya estaba jugando en División de Honor (actual PrimeraDivisión) y en poco tiempo pasé de ver a mis ídolos por televisión a jugar conellos. Vivía todo con mucha ilusión y llegó la llamada de la selección deCastilla y León. Después, la de España para jugar un amistoso contra Eslovaquiaque ganamos 9-2 en Astorga el 27 de octubre de 1998… Aquello me llenaba deorgullo porque representar a tu país es lo más bonito que puede haber para undeportista. Aunque no me creyera mejor que otros, que el seleccionador, JavierLozano, me convocara para el Mundial, lo podía esperar porque figurabaasiduamente en sus listas”.

Entonces, el procedente de Paradinas de San Juan seencontraba en el Akzar Lugo, su tercer club tras haber pasado por el citado SolFuerza charro y el Carnicer madrileño. “Un Mundial es lo máximo a lo que puedeaspirar un jugador de fútbol sala porque este deporte no es olímpico, aunqueconsidero que es necesario que lo sea porque España es una potencia mundial ytendríamos opciones de conseguir medalla. Hay otros que se practican menos y sílo son”, reflexiona ‘Pipe’, como es conocido popularmente, en SALAMANCA24HORAS.

Teniendo clara esta idea, el ala, posición en la que formabaen este juego de cinco contra cinco, se presentaba en el campeonato: “Estuvimosconcentrados en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas durante casi un mes. Laintención fue prepararnos física y mentalmente para lo que nos íbamos aencontrar. Después, ya en el Mundial, estuvimos otro mes en China Taipei. En untorneo así, se alternan los días de partido con los de entrenamiento, que,sobre todo, consisten en recuperar y preparar aspectos muy puntuales. Tambiénobservamos vídeos de los rivales y nuestros. Fue una pena que apenas tuviéramostiempo para ver el país, aunque sí dimos pequeños paseos para desconectar yconocer algunas zonas”.


“La expectación era enorme porque el fútbol sala se estabaempezando a divulgar en China Taipei y, a partir de este Mundial, es un boom enAsia, donde ahora entrenan españoles. En aquel momento, nosotros pertenecíamosa la élite, por lo que los seguidores se fijaban mucho en nosotros. Teníamos unequipo fantástico en el que todos nos sentíamos partícipes de lo que ocurría:jugadores, cuerpo técnico, médicos, utileros, cocinero… Éramos un grupo tanhumano que nadie se creía superior a otro. Y eso que éramos inferiores a otrasselecciones. En los viajes del hotel al pabellón para disputar los partidos,poníamos música cañera con la pretensión de activarnos y motivarnos. La última sintoníaque sonaba era ‘Mi colega de siempre’, de El Arrebato. La cantábamos y dábamosgolpes en el autocar. Todos estábamos enchufados con esa canción que nos hacíaentrar en el polideportivo al 120% de ganas”, rememora.

Dentro de la pista, España solventaba con victoria loscompromisos de la primera fase de grupos: 2-0 a Ucrania, 10-0 a China Taipei y7-0 a Egipto. En la segunda, vencía 2-0 a la República Checa, perdía 2-3 conItalia y se imponía 3-1 a Portugal. En semifinales, igualaba a dos goles conBrasil, combinado al que superaba en los penaltis para plantarse en el duelodecisivo. “Una final es una final, pero más de cara al exterior. Deportivamente,para nosotros tenía la misma importancia el primer partido que el último. Paramí fue un día normal, a pesar de que, al levantarme, era consciente de que mipalmarés podía aumentar considerablemente. La opción de ganar un Mundial no setiene todos los días. Debido a ello, en esa final me sentía privilegiado por laoportunidad que tenía delante y que ansían tantos niños y practicantes delfútbol sala. Me imaginaba como su representante”, confiesa ‘Pipe’, que añadeque las indicaciones previas en el vestuario eran “concisas y sobre ciertosdetalles, pues el plantel se hallaba muy mentalizado con lo que tenía que hacer”.

Y los jugadores de España lo hacían para conseguir, contantos de Kike y Marcelo, su segundo y último Campeonato del Mundo: “Entendí lafinal y todos los encuentros del Mundial como una experiencia única y definitivaque debía aprovechar. Intenté dar el máximo en cada segundo. Fui a este torneoporque, más que un finalizador o un buen defensor, era un jugador de equipo queayudaba a mis compañeros. Asumí ese rol y, desde ahí, busqué dar lo mejor demí. Cuando se acabó la final, me vino unpoco de todo a la cabeza. Casi me puse a llorar. Comprendí que era un instantepara agradecer y pensé en la gente que me había ayudado siempre y en lossacrificios que había realizado para llegar hasta ese momento. Todo habíamerecido la pena. Supuso la culminación al esfuerzo de muchos años, pero no fuiconsciente de lo que logré hasta que llegué a España”.

El primer lugar que laselección pisaba en suelo nacional era el aeropuerto de Madrid-Barajas, queentonces carecía de la denominación ‘Adolfo Suárez’.

“Visitamos al rey JuanCarlos, pasamos por algunos medios de comunicación, cada uno se fue a lalocalidad en la que vivía y, tiempo después, quedamos para celebrarlo todosjuntos y recordar la gesta”, relata el charro, que destaca que el grupo creado “duramás allá de ese Mundial porque se mantiene el contacto”.

Como campeón planetario, Felipepasaba por las filas del mencionado Azkar Lugo, el Caja Segovia, el Zamora, elOxipharma Granada y el Albense: “La camiseta, el trofeo y la medalla los tengoguardados como oro en paño en una vitrina de casa, aunque creo que ganar elMundial no me cambió la vida; llegué a él con humildad y lo acabé igual. Esmás, creo que conseguir este título hacía que sintiera mayor presión al jugar bajoel precepto de sufrir y disfrutar a tope en cada partido, saliera mejor o peor.Del fútbol sala me llevé el esfuerzo y las amistades”.

Colgadas las botas, con elpabellón de Paradinas de San Juan llevando su nombre y afincado en tierrascharras, trata de fomentar estas relaciones entre los chicos del Club DeportivoIntersala, del que es coordinador desde hace seis años y en el que entrena acuatro equipos. “Intento transmitirles lo que aprendí a nivel deportivo yextradeportivo. Es básico que acudan a los entrenamientos y partidos con ganasde hacer bien las cosas y de disfrutar. Es fundamental tener valores y quienes enseñamosfútbol sala, tenemos que poner ese aspecto por encima de los resultados”. Palabrade alguien que, teniendo los pies en el suelo, hace tres lustros alcanzaba unaestrella.

Comentarios
Oros Hace 4 años (05/12/2019 09:17)
Q gran recuerdo cuando jugabas en el.Sol Fuerza.Eres muy grande.Q pena q no pueda ser un deporte olumpico. <br/>80
yako Hace 4 años (05/12/2019 08:22)
Magnifico reportaje, una epoca dorada del deporte salmantino, donde eramos una elite a nivel nacional.De PIPE, que decir magnifico deportista para los que tenemos el gusto de conocerle, destacar que es aun mucho mejor persona. Una suerte inmensa, las que tienen los niños de intersala, de poder trabajar con alguien que, ademas de enseñarles la practica deportiva, les inculca valores que les valdran para toda la vida, ya que en el deporte de base lo importante no son los resultados sino la forma de llegar a ellos y como afrontar el dia a dia con compañeros y con rivales. felicidades por todo lo que has conseguido tanto profesional, como personalmente. un abrazo scoty. <br/>150
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