Tras el adiós a las mascarillas, investigadores se preguntan ¿qué hubiera pasado si solo se hubiera confinado a pacientes de riesgo?

La investigación concluye que, si bien el blindaje puede haber protegido a los vulnerables en teoría, requería condiciones extremadamente restrictivas que eran imposibles de lograr en la práctica

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Coronavirus. Foto Infosalus
Coronavirus. Foto Infosalus

La escala sin precedentes de la crisis de salud pública planteada por la pandemia de COVID-19 obligó a los gobiernos de todo el mundo a imponer restricciones al contacto social para suprimir la transmisión del coronavirus. Sin embargo, los costes sociales y económicos de estas medidas, especialmente los cierres, han sido elevados y han suscitado una importante oposición por parte de algunos sectores de los medios de comunicación, miembros del público y un pequeño pero ruidoso grupo de científicos.

Una estrategia alternativa, ampliamente discutida, habría consistido en centrar temporalmente la protección en ("blindar") a las personas más vulnerables al COVID-19 (los ancianos y las personas con ciertas afecciones preexistentes), con el objetivo de lograr la inmunidad de rebaño permitiendo una epidemia en gran medida no mitigada en el resto de la población. Sin embargo, este enfoque ha sido poco estudiado en forma de modelos matemáticos.

Las estrategias de blindaje o "protección focalizada", tal y como se defiende en la Declaración de Great Barrington, habrían sido imposibles de aplicar en la práctica y probablemente habrían conducido a resultados mucho peores. De hecho, según un nuevo trabajo de modelización publicado en la revista 'PLOS Global Public Health' por científicos de la Universidad de Bath (Reino Unido), blindar a las personas vulnerables al COVID-19, mientras se permite que el virus se extienda entre el resto de la población sin grandes medidas paliativas habría fracasado y habría causado decenas de miles de muertes más.

Incluso si se hubiera aplicado a la perfección, la modelización revela que permitir que la infección se propague a través de los grupos menos vulnerables antes de la vacunación habría desbordado la capacidad de atención sanitaria en el Reino Unido y habría provocado decenas de miles de muertes innecesarias. En realidad, las consideraciones prácticas habrían significado que un gran número de personas vulnerables que debían estar protegidas también habrían muerto. 

En este nuevo estudio, los investigadores evaluaron una hipotética gran ciudad de Inglaterra con una población de un millón de habitantes, utilizando un modelo SEIR (Susceptible, Expuesto, Infectado, Eliminado). Compararon los resultados de la ausencia de blindaje, con un blindaje imperfecto y perfecto, con restricciones de blindaje levantadas cuando los casos caen por debajo de un umbral determinado. 

La investigación concluye que, si bien el blindaje puede haber protegido a los vulnerables en teoría, requería condiciones extremadamente restrictivas que eran imposibles de lograr en la práctica. Por ejemplo, como el blindaje en las poblaciones reales habría sido imperfecto, las infecciones en la población de menor riesgo se habrían filtrado a las personas vulnerables que se estaban blindando.

Además, si los individuos de menor riesgo redujeran el contacto social para evitar la infección, podría haber sido imposible lograr la inmunidad de rebaño, lo que significaría que se habría producido una segunda oleada de infecciones una vez finalizado el blindaje. Incluso si se hubiera conseguido la inmunidad de rebaño, las residencias habrían seguido corriendo el riesgo de brotes locales porque la inmunidad se habría distribuido de forma desigual en la población.

Para ser eficaz, el blindaje habría exigido que las personas de mayor riesgo no sólo fueran identificadas con rapidez y precisión, sino que también se protegieran durante un periodo indefinido, lo que haría que la estrategia no fuera práctica.

Los modelos también sugieren que incluso en el escenario más optimista de blindaje, la capacidad de atención crítica en los hospitales se habría superado al menos diez veces en el pico del brote. Esto sin mencionar la enorme carga sanitaria asociada al gran número de casos de covirus largo que se produciría por la infección masiva. La disminución de la inmunidad y las nuevas variantes que evitan la inmunidad sólo habrían servido para hacer aún más insostenible una estrategia de blindaje.

Aunque las vacunas ya están disponibles y se han implantado con éxito en muchos países, los estudios de modelización como éste son fundamentales para determinar si el blindaje habría sido una estrategia viable para hacer frente a COVID-19 o, de hecho, a la próxima pandemia.

Muchos países tienen una escasa cobertura vacunal, por lo que es probable que la elección entre el blindaje y las medidas más restrictivas a nivel poblacional se mantenga durante algún tiempo. En el futuro, pueden seguir apareciendo nuevas variantes capaces de escapar a la inmunidad, lo que puede exigir una nueva elección entre el bloqueo y el blindaje.

En resumen, el nuevo estudio expone las debilidades críticas del blindaje (o protección focalizada): incluso con los supuestos más optimistas, decenas de miles de individuos de bajo riesgo habrían muerto y la capacidad de atención crítica se habría superado rápidamente. Con hipótesis más realistas, el blindaje habría fracasado en la protección de los más vulnerables, logrando poco más que una epidemia no mitigada.

El doctor Kit Yates, profesor titular del Departamento de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Bath y uno de los autores del estudio, explica: que este trabajo "demuestra lo equivocada que habría sido la idea de blindar a los vulnerables y dejar que el virus arrasara con el resto de la población". 

"Incluso si hubiéramos conseguido un blindaje perfecto, nuestro sistema sanitario se habría visto rápidamente desbordado --añade--. En realidad, algunas fugas inevitables en el sistema de blindaje habrían provocado casi con toda seguridad grandes brotes entre los vulnerables y habrían provocado también un gran número de muertes".

Por su parte, el doctor Cameron Smith, otro de los autores del estudio, apunta que el modelo capta algunas características importantes que representan cómo es probable que se distribuya la inmunidad en la población. "Como consecuencia de esta heterogeneidad, las posibles estrategias de blindaje habrían tenido un éxito limitado en la reducción del número de muertes", explica.

Igualmente, el doctor Ben Ashby, el otro autor del estudio, resalta que "a pesar del éxito del programa de vacunación, la reciente oleada de omicresis demuestra que aún no estamos fuera de peligro. Si en el futuro surge una nueva variante que escape sustancialmente a la inmunidad existente, es posible que tengamos que elegir entre el bloqueo y el blindaje una vez más (o incluso en futuras pandemias). Aunque los confinamientos son costosos por muchas razones, intentar proteger a los vulnerables mientras se deja que el virus se extienda por el resto de la población es mucho peor", concluye.

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