​“Altísima preocupación” porque la obesidad se dé cada vez en más niños y jóvenes

Esto puede acarrear problemas de salud no sólo a corto plazo, sino especialmente en la edad adulta. Además del ambiente obesogénico que existe entre la juventud, la impulsividad de esta sociedad es otro de los factores que explica ese aumento de peso entre los más jóvenes

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Dentro de los datos de las personas que sufren exceso de peso en Salamanca (cerca del 60% del total de la población, de las cuáles en torno al 22% padecen obesidad, extrapolando los datos que existen a nivel regional), existe una “altísima preocupación” porque esa obesidad cada vez se esté dando en edades más tempranas.

Así lo afirman tres de los doctores del Servicio de Endocrinología del Complejo Asistencial Universitario a SALAMANCA24HORAS, entre ellos el jefe de Servicio, Juan José Corrales. También lo hace la doctora María Teresa Mories, quien además recuerda que el hecho de ser un niño obeso “te predispone para ser un adulto obeso”.

Este es otro de los problemas, porque ese exceso de peso lleva como consecuencias el desarrollo de problemas en su capacidad funcional o el aumento de factores de riesgo cardiovasculares. Además, cada vez hay más niños y jóvenes con diabetes de Tipo 2 así como una tendencia a tener la tensión más alta, otras de las consecuencias del sobrepeso.

La prevalencia de la obesidad infantil está, a nivel nacional, en torno al 10%, si bien en Castilla y León “las encuestas son favorecedoras”, concreta la doctora Mories, puesto que los datos apuntan que se reduce al 5%. Eso en obesidad, porque en datos de sobrepeso en niños y jóvenes son similares a la media nacional.

El doctor Corrales califica de “espeluznante” ese aumento, porque todo ello conlleva problemas potenciales a los que se han de sumar los que ya existen ahora mismo: la diabetes, la hipertensión arterial, las alteraciones en los lípidos en sangre y, detrás de todos ellos, “los problemas cardiovasculares”, incrementándose por tanto la mortalidad cardiovascular.

Problemas a corto plazo pero, sobre todo, en la edad adulta

La doctora Mories recuerda que el sobrepeso en la edad infantil y juvenil tiene efectos tanto a nivel de la salud a corto plazo (como puede ser una disminución de la capacidad respiratoria y de la capacidad funcional, lo que conllevaría dificultades para hacer ejercicio) como, y sobre todo, a largo plazo.

Porque un niño obeso, a lo largo del tiempo, puede desarrollar una diabetes de Tipo 2 o una hipertensión con una mayor facilidad. “Puede tener problemas de riesgo cardiovascular en la infancia, pero lo más habitual es que no sea en este momento, sino que vaya apareciendo en los años sucesivos”, prosigue.

Y, como recuerda otra de las doctoras, Ana Isabel Sánchez Marcos, “la edad adulta es muy amplia”, por lo que no es lo mismo sufrir algún problema cardiovascular con 35 o 40 años que hacerlo con 65, ya que los condicionantes a nivel funcional, laboral y social son mayores . Por ello, “es mucho más preocupante” que siga creciendo el número de niños obesos.

Un ambiente obesogénico, causante de esta obesidad infantil

Al igual que entre las personas adultas, los niños y jóvenes que sufren un exceso de peso están condicionados, fundamentalmente, por factores ambientales. Y es que “los niños hacen mucho menos ejercicio que hace 20 años” ya que apuestan por un ocio más sedentario, apunta la doctora Mories, quien también pone otro ejemplo: se va al colegio en coche, mientras antes era frecuente ir caminando.

El doctor Corrales también continúa reflejando que por las tardes, en vez de salir a jugar al fútbol o a la calle con sus amigos, se pasan el rato frente al ordenador lo las consolas, “a diferencia de lo que sucedía hace años”. Pero también señala otro factor que influye, más allá del sedentarismo: la mala alimentación.

Y es que la comida que se come hoy en día es “de peor calidad y obesogénica”, es decir, que genera obesidad, como son las chucherías, la comida rápida… Porque esa comida basura suele llevar carne de baja calidad y ya preparada y procesada, con un alto contenido de sal. Junto a ella, unas bebidas muy ricas en azúcares, como la Coca-Cola, que también influye. Así, este tipo de alimentación “frente a la que había antes, que era más bien casera, sí que no es positiva”, afirma.

Lo mismo ocurre con la comida prefabricada que se vende en los supermercados, que son alimentos ricos en grasas saturadas y en calorías porque, como explica María Teresa Mories, “facilita la conservación y mejora la apetibilidad”.

Ese es el problema porque “la calidad del producto determina las consecuencias”, prosigue Juan José Corrales. Y muchas veces, esos productos enlatados y precocinados “buscan, desde el punto de vista comercial, que el cliente repita”, por lo que se le aplican una serie de tratamientos que no son favorables para la salud.

Además, hay que tener en cuenta que, en la mayoría de ocasiones, “la grasa y el azúcar son atractivos, lo que de alguna manera condiciona los hábitos aditivos”, asegura el jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital de Salamanca.

Una sociedad más impulsiva que afecta a la forma de consumir la comida

La doctora Sánchez Marcos apunta otro de los problemas que se dan hoy en día, y es que vivimos en una sociedad más impulsiva con mayor publicidad, un número más alto de pantallas, un cambio de hábitos… Los niños están expuestos desde pequeños a todo ello, y eso les hace más impulsivos, por lo que no sólo es lo que se come, sino que también se ve afectada la forma de consumir la comida.

“Quieres ese bienestar aquí y ahora, y entonces priorizas y, en lugar de un bocadillo y una fruta, que te lleva más tiempo prepararlo y comerlo, abres algo y lo comes en busca de este bienestar rápido”, cuenta Ana Isabel Sánchez Marcos, que da así buena cuenta de por qué triunfa tanto la comida rápida, la bollería, los dulces y las chucherías.

Un tipo de comida que tanto en niños, pero también en adultos, provoca una impulsividad que hace “comer más por gusto que por hambre”, así como se come para calmar otras emociones.

De igual manera, esa impulsividad hace comer más rápido y, por tanto, “sueles comer más”, matiza la doctora Mories, porque según explica, el cerebro necesita un tiempo para que las señales digestivas le indiquen lo que estás comiendo.

“Si comes muy rápido, lógicamente, hasta que llega la sensación de saciedad, te puede dar tiempo a comer más”, prosigue, por lo que “alguien que come sentado, mastica bien los alimentos y que se toma su tiempo para comer, es probable que coma menos que alguien que come rápido”, termina María Teresa Mories.

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