El cáncer de mama no entiende de edad: la historia de Leticia, diagnosticada a los 26 "no fue miedo lo primero que sentí, fue incredulidad"
Durante años, Leticia creyó que un bulto en su pecho derecho era grasa. Un retraso en su examen para acceder a la Guardia Civil cambió su vida y le enseñó a no ignorar las señales del cuerpo
Leticia tenía 26 años cuando el diagnóstico llegó con la fuerza de un huracán. Pero llevaba conviviendo con la sospecha desde hacía casi una década. Desde los 18, tenía un pequeño bulto en el pecho. Siempre le dijeron que era de grasa, sin importancia, algo benigno. No era raro, era joven, y eso calmaba. Pero el año pasado, todo cambió.
Leticia se preparaba entonces para su gran sueño: entrar en la Guardia Civil. Dos años de estudio, constancia, disciplina y esfuerzo, que se vieron interrumpidos justo antes del examen. No por el cáncer todavía, sino porque, cosas del destino, se rompió la custodia de los exámenes y todo quedó aplazado. Un aplazamiento que, aunque injusto, le salvó la vida.
Ese mismo fin de semana, su pareja le insistió en enseñar el bulto a su cuñada, médica. Fue ella quien la miró y le dijo, con tacto y cariño: “esto necesita una revisión médica ya”. No quiso alarmarla. Leticia tampoco se alarmó. Fue sola al médico, sin pensar que el mundo se iba a desmoronar con solo una mirada del doctor.
Recuerda muy bien aquel momento
“Mi médico, Víctor, me miró el pecho y me dijo: “esto no es lo mismo que tenías antes”. Cerró el biombo, me acompañó al ecógrafo y durante todo el trayecto sentí cómo su mano me tocaba la espalda con una mezcla de ternura y preocupación. No me olvidará nunca su cara. Desencajada. Y solo podía repetir: “No me gusta nada'”.
A partir de ahí, todo fue un torbellino. En apenas una semana, le hicieron ecografía, mamografía, biopsia… y llegó el diagnóstico: carcinoma maligno en la mama derecha.
Leticia, sola al principio, tuvo que digerir esa palabra que cambia todo. No fue miedo inmediato, sino incredulidad. “Pensaba que era algo serio, pero no eso… No pensé que con 26 años me podía pasar algo así”.
Un proceso duro, largo y valiente
Lo que vino después fue un año que cambió su vida. Quimioterapia —seis sesiones durísimas—, pérdida del cabello, dolores, vómitos, desmayos, acné, cansancio extremo, y la incertidumbre de si el primer ciclo le iba a dar alguna reacción. “Me acuerdo perfectamente de que fui un martes a las ocho y media de la mañana y estuve hasta las seis y media de la tarde, todo el día en el hospital con la máquina enchufada”. Asimismo, recuerda como en alguna de las sesiones notaba como que le quemaban las venas y de inmediato, le quitaban el tratamiento y se lo cambiaban de brazo.
Pero Leticia nunca estuvo sola. Cuando su cuerpo no aguantaba más, sus padres, su hermano y su pareja la sostenían. A veces, la enfermedad parece más llevadera que la impotencia de quienes te aman. Y Leticia lo sabía. “Muchas veces, intentaba estar fuerte por ellos”.
Leticia no pudo seguir con su oposición. Aunque aprobó el examen teórico, las secuelas físicas hicieron imposible continuar. Su brazo, afectado tras la operación, no puede soportar peso. “Ahora mismo, no puedo hacer flexiones ni ejercicios fuertes. Lo tengo limitado de por vida”.
Tras la operación, vinieron más tratamientos, radioterapia, inmunoterapia, y una quimioterapia más leve que todavía continúa, cada 21 días. Además, acude a rehabilitación y, recientemente, ha comenzado a trabajar como auxiliar administrativa.
Según aclara los días que tiene quimioterapia, intenta teletrabajar, “por suerte me dan muchas facilidades, mis jefas no me ponen ningún problema y esto es algo muy importante. Lo agradezco en el alma porque no todos los trabajos son así de comprensivos”.
Pero si algo destaca en su proceso es cómo decidió no rendirse. A pesar de todo, retomó la vida, como pudo, a su manera. “Ahora valoro cosas que antes no veía. El simple hecho de salir sola a la calle, poder saborear una comida, dar un paseo, estar bien… la salud es una corona que solo los enfermos ven”.
La importancia del diagnóstico precoz
Leticia no encajaba con el perfil típico del cribado poblacional. En España, el cribado para cáncer de mama se recomienda a mujeres entre los 50 y 69 años con mamografías cada dos años. Pero como demuestra su caso, el cáncer de mama no entiende de edades.
En Salamanca, en 2024, se han diagnosticado 2.461 nuevos casos de cáncer, según el Observatorio de la Asociación Española Contra el Cáncer. Y la prevalencia a tres años se sitúa en 4.935 personas. El diagnóstico precoz, según los expertos, permite una tasa de curación cercana al 100% en casos detectados en fases iniciales.
“Si algo he aprendido, es que hay que escucharse, hay que insistir. Yo llevaba ocho años con un bulto que me decían que era grasa… si no llega a ser por mi cuñada, quizá lo habría seguido dejando pasar”, declara Leticia.
Del mismo modo, Leticia insiste en la importancia de una alimentación sana, el deporte y unos hábitos de vida saludables.
El valor del acompañamiento
Uno de los grandes apoyos que Leticia destaca es la Asociación Española Contra el Cáncer en Salamanca. Desde el primer contacto, encontró recursos que ni imaginaba como son las pelucas, el asesoramiento jurídico, y la ayuda de los trabajadores sociales y sobre todo, atención psicológica gratuita para ella y toda su familia.
“Mi psicóloga, María, no es solo mi terapeuta. Es un pilar en mi vida. Conoce a mi pareja, a mis padres, a mi hermano. La ayuda psicológica debería ser parte obligatoria del tratamiento del cáncer”.
Hoy, Leticia también forma parte de la Asociación como voluntaria. Participará en un desfile benéfico y está empezando a colaborar, poco a poco, cuando el tratamiento y el tiempo se lo permiten.
El espejo y la identidad
Leticia no se puso peluca. “Prefería los gorros. Me veía mejor. La peluca me hacía sentir como otra persona”.
Durante el tratamiento, lo físico dejó de importarle. El cuerpo estaba demasiado ocupado sobreviviendo. Pero reconoce que, al mejorar, cuando ya no dolía, cuando ya no vomitaba, cuando pudo volver a saborear la comida, entonces sí, empezó a mirarse diferente. “Ahí sí me importó el pelo. Pero durante el proceso, era lo que menos me preocupaba”.
Las mujeres con cáncer de mama, como refleja la campaña de este año “Nos lo tomamos a pecho” de la Asociación Española Contra el Cáncer, comparten sentimientos que van más allá de lo físico.
Hablan del miedo profundo que se instala con el diagnóstico, del silencio y la invisibilidad en el entorno laboral, de la desconexión con un cuerpo que cambia demasiado rápido y sin permiso. Hablan también de cómo, incluso después de superar el cáncer, siguen siendo tratadas como pacientes, como si su vida quedara atrapada en una eterna sala de espera. Y, sobre todo, cuentan la presión de tener que mostrarse fuertes, valientes, agradecidas, aunque por dentro estén rotas, cansadas, o simplemente sin ganas de sonreír.
“Cada persona tiene derecho a vivir su proceso como quiera. Con miedo, con rabia, con alegría si la siente. Lo importante es permitirse sentir. Y saber que no estás sola. Que hay personas, asociaciones, profesionales y familias que están para ti”, manifiesta Leticia.
A quienes acaban de ser diagnosticadas, Leticia les dice: “Exactamente lo mismo que me dijo a mi la radióloga que me vio en la ecografía por primera vez. Sea lo que sea es un proceso muy duro, pero estoy segura de que vas a poder con ello. Eres una mujer muy fuerte. Es algo que he recordado durante todo el tratamiento y se que soy una mujer muy fuerte”.
Hoy, Leticia no es la misma que hace un año. Su cuerpo guarda cicatrices, sí, pero también una fuerza renovada. Su vida ya no sigue el camino que un día soñó con el uniforme de la Guardia Civil, pero ha encontrado otro propósito igual de valiente: acompañar, visibilizar, vivir.
No todo ha sido fácil. Ni lo será. Pero Leticia ha aprendido a abrazar la incertidumbre con la misma entereza con la que enfrenta cada sesión de quimioterapia.
Este 19 de octubre, Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mama, Leticia no solo recuerda su historia. Camina por las que vienen detrás. Por las que aún dudan si ir al médico. Por las que callan el miedo. Por las que luchan en silencio. Y por las que ya no están, pero siguen presentes.
También te puede interesar
Lo último