El caso de la Marquesa de Almarza: cuando la leyenda del entierro en vida tuvo nombre y rostro

Residía en el Palacio del Marqués de Almarza situado en la actual plaza de San Boal, y, alzándose frente a él, se ubicaba una  pequeña iglesia homónima que hacía las veces de capilla familiar y que resultó ser, posteriormente, el  escenario clave del episodio que cimentó su leyenda

Plaza San Boal
Plaza San Boal

En el corazón del casco histórico de Salamanca, donde aún late la historia viva de la ciudad eterna, la Plaza de San Boal se erige como testigo imperecedero de una de las leyendas más inquietantes que esconde la piedra dorada de la capital del Tormes.

La historia de la Marquesa de Almarza, María Manuela de Moctezuma,  combina de forma única medicina, superstición y misterio en un episodio que ha sobrevivido, imperturbable, al paso del tiempo. 

Un linaje noble y un apellido legendario

María Manuela de Moctezuma era heredera del título de V Marquesa de Almarza y su apellido remitía directamente a uno de los episodios más complejos y estudiados de la historia: la conquista de América.

De hecho, María Manuela era descendiente directa del emperador azteca Moctezuma II, resultado de una de las ramas españolas que surgieron tras la colonización española. 

Residía María Manuela en el Palacio del Marqués de Almarza, situado en la actual plaza de San Boal y, alzándose frente a él, se ubicaba una  pequeña iglesia homónima que hacía las veces de capilla familiar y que resultó ser, posteriormente, el  escenario clave del episodio que cimentó su leyenda.

Una muerte inesperada y un velatorio inolvidable

Los ecos de nuestra historia relatan que, allá por 1768, María Manuela fue encontrada, aparentemente, sin signos vitales.

En una época donde la práctica y el conocimiento de la medicina eran, cuanto menos, limitados, la ausencia de pulso en el cuerpo de la Marquesa fue suficiente para decretar su fallecimiento por el galeno de turno.

Hecho lo anterior, el cadáver fue llevado a la Iglesia de San Boal para su velatorio en el cual, por supuesto, no escatimaron en chorreos de oropel. 

Ahora bien, lo que a todas luces se presentaba como una ceremonia fúnebre protocolaria, terminó por convertirse en leyenda.

 Cuentan que al caer la noche sobre Salamanca, un sacristán -aunque no está muy claro que fuera un religioso porque hay quien dice que era un ayudante y quien asegura que era un sirviente avaro-  deparó en un anillo que brillaba con fulgor en uno de los dedos de la fallecida.

Movido por la codicia, el hombre intentó hacerse con la alhaja; sin embargo, al sentir el contacto, María Manuela se enderezó súbita y repentinamente e inquiró desesperada: "¿Qué hago aquí?”.

Presenciar aquello le costó al hombre el desmayo, o al menos, eso relata la voz popular. El resto de los presentes, que al parecer los había, huyeron como alma que lleva el diablo del lugar.  

El insólito hecho corrió como la pólvora entre las gentes de Salamanca y no hubo, durante días, otro tema que fuera más importante que el regreso de la muerte de la Marquesa.

Una explicación médica… con siglos de retraso

Desde una perspectiva médica, y ateniéndonos a lo que relata la leyenda, lo más probable es que la marquesa sufriera un episodio de catalepsia; esto es, un trastorno neurológico que dada la pérdida temporal del movimiento voluntario, respiración superficial y rigidez muscular pudo interpretarse como fallecimiento. 

En el siglo XVIII, la catalepsia era prácticamente desconocida y fueron muchos los casos en los que se enterraron vivos. 

La marquesa, tras aquel episodio, continuó con su vida con aparente normalidad. 

Se tiene constancia de que vivió hasta 1787 y  de que años antes de su fallecimiento 'real', en 1774,  creó una obra pía en la propia parroquia de San Boal con el objetivo de ayudar a los más desfavorecidos.

A caballo entre la historia y el mito

Como ocurre con todas y cada una de las leyendas que aún se cuentan en nuestros días, es ardua tarea separar los hechos históricos de lo que no es más que producto del imaginario colectivo.

Ahora bien, lo cierto y verdad es que la figura de María Manuela de Moctezuma sí existió, así como su obra caritativa, documentada en archivos eclesiásticos.

Si todo lo demás ocurrió, nunca lo sabremos. 

stats