Combustión humana espontánea

Este extrañísimo fenómeno nos muestra a una persona que por causas inciertas ve cómo su temperatura corporal interna se incrementa exponencialmente hasta el punto de provocar que sus órganos y tejidos ardan hasta que las llamas alcanzan el exterior del cuerpo carbonizando al individuo casi en su totalidad. ¿Es esto posible realmente?

 Combustión humana espontánea
Combustión humana espontánea

La búsqueda incansable del fuego fue motivo de guerras e inspiración aunque parezca contradictorio, desde que los tiempos fueron denominados tiempos y el Hombre comenzó a parecerse a sí mismo y menos al mono. La imagen del homo Erectus o el Habilis sentado frente a un puñado de hierbajos secos esperando la llegada del misterioso elemento, ha quedado enquistada en nuestro inconsciente tras haberlo absorbido en los libros de historia, cuando en los colegios el significado de estudiar era bien distinto al que tiene ahora. Aquel hombre de pelo largo y descuidado que encorvado intentaba dar luz al choque de dos piedras o mientras frotaba un par de varas cortas de madera, aún hoy en día, en pleno siglo XXI sigue formulándose preguntas sobre el fuego y quedando cautivado frente a sus irreproducibles reacciones.

El fuego ha tenido protagonismo destacado a lo largo de toda la historia. Podríamos preguntarle a Nerón cómo se lo pasó viendo arder Roma tras los arcos de mármol de su palacio, o cómo ya en épocas del Medievo el populacho acudía frente a las hogueras en las que las acusadas de brujería se desvanecían en forma de cenizas entre las llamas. Me vienen ahora a la mente de forma inmediata las imágenes de bosques arrasados por el fuego, edificios como el de Torre Windsor en Madrid que se “desvaneció” en extrañas circunstancias en el 2005, y sobre la que probablemente en alguna ocasión nos detendremos para analizar todos sus frentes, muchos aún hoy en día sin despejar.

Pero centrémonos en el inquietante asunto que nos ocupa. Spontaneous Human Combustion, S.C.H., conocido en el ámbito de la parapsicología como Biopirogénesis y aplicando los términos en español, Combustión Humana Espontánea, C.H.E. Se define como la ignición del cuerpo de una persona, sin una fuente externa de calor. La imagen gráfica de este extrañísimo fenómeno nos muestra a una persona que por causas inciertas ve cómo su temperatura corporal interna se incrementa exponencialmente hasta el punto de provocar que sus órganos y tejidos ardan hasta que las llamas alcanzan el exterior del cuerpo carbonizando al individuo casi en su totalidad. ¿Es esto posible realmente? Vamos a detenernos en algunos aspectos relacionados con las condiciones en las que se produce, casuística y en algunos ejemplos reales que quizá nos ayuden a comprender algo más lo que es la C.H.E.

Los sucesos suelen producirse en lugares cerrados, normalmente en el propio dormitorio de la víctima. La persona siempre está sola y ha pasado un largo periodo de tiempo sin que nadie la haya visto, con lo que la presencia de supuestos testigos del fenómeno es prácticamente nula. El fuego siempre está localizado en el cuerpo de la víctima quedando inexplicablemente los muebles y enseres cercanos intactos o con muy pocos daños. Curiosamente los aparatos electrónicos como los televisores y radios no se ven perjudicados. Las quemaduras generalmente suelen ser de primer grado, muy severas, incluso mucho más que si provinieran de un fuego externo.

El cuerpo suele quedar totalmente calcinado, llamando poderosamente la atención como las partes afectadas quedan reducidas a cenizas, incluyendo los huesos, increíble si tenemos en cuenta que incluso en los hornos crematorios cuando se reduce a cenizas el cuerpo de un difunto, hay que triturar parte de los huesos una vez que sale del fuego porque ni las altas temperaturas logran convertirlos a cenizas. Suelen arder torso y muslos, quedando más o menos intactas las extremidades. Una imagen dantesca la de un cuerpo destruido junto a pies, brazos y manos totalmente enteros y sin daños.

Siguiendo con algunos datos curiosos relacionados con este fenómeno, nos encontramos con que el porcentaje de víctimas mujeres es exponencialmente superior. Además, suelen tener problemas de sobrepeso y en muchos casos con edad avanzada. La mayoría de las víctimas suelen haber bebido alcohol antes de fallecer, y hay un dato que no deberíamos pasar por alto, y es que normalmente hay una fuente externa de ignición como colillas de tabaco, alguna estufa de leña o gas, etc. Alrededor de 200 muertes son las que se han catalogado como combustión humana espontánea en todo el mundo, realmente muy pocas y todas ellas presumen de estar muy mal documentadas.

Algunos casos concretos

Algunas de estas historias han traspasado la opacidad del secretismo y aunque sea de forma tenue, se han dado a conocer. Es el caso de Cornelia Zangari di Bandi, conocida como la Condesa de Cesena. A sus 62 años de edad, era habitual que se levantara temprano, pero al no hacerlo una mañana, la doncella de la casa fue a despertarla y se encontró con sus restos.

Según su testimonio, la habitación estaba llena de hollín, el cuerpo de la mujer se había convertido en una pequeña pila de cenizas, permaneciendo sus piernas y parte de la cabeza intactas. La habitación estaba intacta aunque marcada por el negruzco del humo y en el aire un pestilente olor a grasa quemada. En el suelo se encontró una lamparilla de aceite totalmente vacía del oleaginoso líquido. ¿Qué había ocurrido en esa habitación durante la noche? ¿Por qué todo el cuerpo estaba reducido a polvo excepto las piernas de la condesa?

Otro interesante caso nos lleva directamente hasta mediados del reciente siglo XX. Mary Reeser era una mujer natural de St. Petersburgo, Florida. A sus 67 años de edad, viuda y con un marcado exceso de peso, hacía una vida tranquila con claras tendencias a la monotonía, algo que por otra parte era habitual en esos parajes de los Estados Unidos. La última vez que se le vio con vida fue el 1 de julio de 1951, cuando estuvo parte de la tarde acompañada por su casera, Pansy Carpenter. Ese mismo día, en torno a las 5 de la madrugada, la señora Carpenter se despertó por culpa de un intenso olor a quemado. Creyó que se trataba de una vieja bomba de agua de la casa que se había recalentado y tras apagarla, regresó a la cama y se quedó nuevamente dormida. Por la mañana recibió un  telegrama dirigido a la señora Reeser por lo que fue a entregárselo. Notó que el pomo de la puerta estaba muy caliente por lo que se asustó y corrió a pedir ayuda. Al entrar se encontraron con la imagen de la mujer totalmente calcinada, convertida en una montaña de cenizas y junto a ella, su pie izquierdo, lo único identificable de aquella apacible mujer.

En la escena del suceso se encontraron también su hígado, algunas vértebras y su cráneo, reducido al tamaño de una pelota de béisbol. Curiosamente todo el apartamento había quedado ligeramente dañado por encima del metro y veinte centímetros de altura. Por debajo de esa altura todo estaba intacto, excepto el círculo negruzco que había quedado en el suelo justo en el punto donde la mujer murió quemada por culpa de la combustión espontánea. El informe de la policía concluyó que Mary Reeser se había quedado dormida con un cigarrillo encendido, que éste en un descuido, cayó sobre su bata y el cuerpo se consumió por la combustión de sus tejidos grasos. La conclusión policial no convenció a muchos, que incluso en el ámbito de la ciencia, fue refutada y puesta en discusión.

Hipótesis y teorías

Hay diferentes hipótesis de trabajo y teorías que intentan explicar el inquietante asunto de las combustiones humanas espontáneas, aunque hay que reconocer que la mayoría de ellas se mueven entre conceptos paranormales y por tanto, algo alejadas de los perfiles científicos necesarios en estos casos. No obstante la Ciencia aporta algunos datos que debemos tener en cuenta y que quizá ayuden a dar con las ansiadas respuestas. Para que el cuerpo humano quede reducido a cenizas, debe alcanzar al menos 1700 grados centígrados, y aun así, los huesos no quedan completamente destruidos como he comentado anteriormente, teniendo que ser reducidos a polvo mediante sistemas de trituración de alto rendimiento. A día de hoy los crematorios más modernos no superan los 1200 grados de temperatura. ¿Cómo queda un cuerpo en este estado si el ser humano está compuesto en su interior por un 70% de agua?

Las teorías científicas plantean que la víctima muere por una parada repentina de tipo cardio respiratorio, quedando inconsciente, debido por ejemplo, por una gran cantidad de alcohol ingerido. Cualquier fuente de calor externo, cigarrillo, estufa, etc., puede ser fuente potencial de ignición y propagarse al cuerpo de la víctima. Otra teoría, menos chocarrera, es la que se denomina efecto mecha o combustión prolongada. Consiste en una combustión lenta del individuo. El cuerpo humano que esté cubierto por ropa u otro material propenso a la inflamación se comporta como una vela de cera vuelta al revés, la fuente de combustión estaría dentro, en el caso del ser humano su propia grasa, y la mecha estaría en el exterior, que en el hombre sería la ropa, la cama o silla, la moqueta o alfombra, etc. La ropa quemaría lentamente a la persona que al tiempo alimentaría el fuego a través de su propia grasa, que haría de perfecto combustible ya que contiene altas cantidades de hidrocarbonos.

El efecto mecha se probó en un laboratorio utilizando a un cerdo como víctima. Envolvieron al animal en una manta y le prendieron con una pequeña cantidad de combustible, gasolina para ser más preciso. Las mediciones de temperatura alcanzaron los 800 grados centígrados, pero a medida que el fuego ardía, la grasa bajo la piel del animal servía de avivador de la combustión. El cerdo ardió durante siete horas, quedando reducido a cenizas en su totalidad.

De este interesantísimo experimento se obtuvieron las siguientes conclusiones: el fuego queda localizado en el cuerpo de la víctima. Las llamas fruto de la combustión, alcanzaron los 50 metros de altura, pero el fuego no se propaga excesivamente por los alrededores. El cuerpo queda calcinado al ser alimentado por su propia grasa corporal, por lo que el cuerpo arde durante largo periodo de tiempo y explicaría por qué en los seres humanos muchas veces quedan las extremidades intactas, ya que éstas carecen por norma de grandes cantidades de grasa, o es mucho menor en comparación por ejemplo con el torso.

En definitiva, este controvertido asunto lleva implícito un claro halo de misterio y sin respuestas. El fuego siempre está presente en las historias de la noche, y la noche presente en los miedos adosados al ser humano. Quizá sean los miedos insuperados los que arden en el interior de un individuo, o quizá la respuesta está aún esperando asomarse a través de una fórmula escrita con tiza en la pizarra de un laboratorio.

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