Local

“Cuanto mayor eres, menos importa que tengas el coronavirus”: la desgarradora historia de Javier, cuya abuela murió sin apenas recibir atención de las autoridades sanitarias

En menos de 11 horas desde que tuvo el primer síntoma, la abuela de este joven charro falleció. Llevaba tres meses sin salir de casa y probablemente fue Javier, que trabaja en Majorel, el que la contagió. En la empresa se siguen sin tomar medidas y no se ha informado a sus compañeros de su situación ahora que él es, oficialmente, portador de la enfermedad

Qualytel majorel

Elcoronavirus ha provocado la que probablemente sea la crisis másgrande de los últimos años. Ya no sólo a nivel económico -quetambién-, sino a nivel social. España ya es el segundo país conmás muertos a causa del Covid-19 -superando incluso a China-, y lasensación es que los datos todavía van a seguir creciendo durantelos próximos días porque, como han repetido todos los expertos, “lopeor está por llegar”.

Acausa de esta enfermedad, mucha gente le ha visto la cara más queamarga de la vida, perdiendo a sus seres queridos y con la desgracia,en muchas ocasiones, de no poder despedirse de ellos. En Salamanca,los muertos oficiales están a punto de alcanzar el medio centenar.Sin embargo, el número real es muy superior, ya que los datosofrecidos son los fallecimientos sucedidos en centros hospitalarios,no fuera de ellos.

Esdecir, que el número de decesos motivados por el Covid-19 es muchomayor al que realmente conocemos. Y ya no sólo por las muertes quepuedan tener lugar en los centros residenciales, que también secuentan por decenas, sino por todas aquellas que suceden en losdomicilios particulares y que no cuentan para las terriblesestadísticas.

Unejemplo de ello es la abuela de Javier, un joven salmantino de apenas24 años de edad. Una de las personas a las que más quería sufriólos efectos del SARS-CoV-2, demostrando que es un virus letal, puesen apenas 11 horas desde que mostró los primeros síntomas acabócon su vida.

Javierquiere hacer pública su historia por dos motivos. El primero es quetanto durante esas once horas como en los días previos se cometieronuna serie de negligencias que, probablemente, hayan causado el decesode su abuela. El segundo, y más importante, es porque quiere hacerpúblico que “el día a día que vemos en las noticias no tiene quever con la realidad que te encuentras con el virus”. Y avisa: “deescucharlo o leerlo a vivirlo, hay una gran diferencia”.

Uncontagio evitable por un teletrabajo en un callcenter quese le negó

Javiervivía junto a su tío (65) y su abuela en casa de esta. Desde quecomenzó toda la crisis del coronavirus, su tío apenas salía deldomicilio, sólo a comprar lo básico y cuando no le quedaba másremedio. Su abuela, por su parte, llevaba tres meses sin salir decasa. Pero él, desgraciadamente, sí tenía que moversehabitualmente, ya que trabaja en Majorel (antiguo Qualytel).

Endicho callcenter lasmedidas “son insuficientes”, taly como denunciaron desde los primeros días,incluso mucho antes que los españoles nos viéramos obligados alconfinamiento. Además, el teletrabajo, pese a que fue muysolicitado, apenasse permitió,especialmente a todos aquellos empleados que estaban en la empresapor una ETT. “No soy quién para juzgar, pero se concedió elteletrabajo a quienes no se debería, a quienes no eran o noconvivían con personas de riesgo”, indica Javier.

Él,cuando se reincorporó de sus vacaciones -el día 16-, lo solicitó.Tanto su abuela -que, además, tenía problemas respiratorios- comosu tío -por edad- podrían ser personas de riesgo. “Pero no se mellegó a conceder, algo que sí le ocurrió incluso a gente que no lohabía pedido. Y la gente que lo necesitábamos teníamos que ir atrabajar sin apenas condiciones de seguridad”, lamenta.

Porquelas condiciones que estableció la empresa fue dejar un puesto entremedias de los trabajadores -un hueco libre-, respetándose así ladistancia de seguridad de metro y medio “de manera lateral, pero nohacia atrás o adelante, donde apenas llegaba al metro”, señala. Aesa exposición elevada -cerca de 1.800 personas trabajan en Majorel-se le sumó que no había más medidas de protección. “Si queríasguantes o mascarilla, te las tenías que llevar tú de casa, y lasala en la que trabajamos no tiene ni ventanas ni ninguna otra medidade ventilación, por lo que estamos bajo un calor tremendo”,relata. En definitiva, condiciones “poco cómodas”.

Perolo que para Javier fue “el colmo de los colmos” es que eldepartamento en el que él trabaja, dedicado a las portabilidades decompañías, quedó 'inutilizado' el día 18, ya que elGobierno las suspendió por ley.La empresa, en vez de mandar a casa a esas 100 personas -ya fuera conun ERTE “u otra alternativa”-, las reubicó en otro departamento,“exponiéndonos aún más”.

Poraquel entonces ya se conocían los primeros casos de contagios.Majorel sólo hacía oficial uno, aunque los trabajadores sabían quehabía más. Javier incluso indica que la desinformación al personalera y es “total” y que no tuvieron constancia del contagio hastaque lo leyeron publicadoen este medio.

Enese momento, algunas personas decidieron coger la baja, y otrasincluso dejaron el empleo, ya que “nosdaban a elegir entre el trabajo y la salud,porque las condiciones no son para que trabajes seguro”. Peroprobablemente él ya se hubiera contagiado durante esos días, ya quehubo empleados que, incluso con síntomas, tuvieron que acudir a supuesto de trabajo debido a las presionesque sufrían por parte de la empresa.

Llamadasa los números habilitados y al 112, desde donde apenas se les hizocaso, y una médica que decidió no trasladarla al hospital

TantoJavier como su tío se preocupaban mucho por su abuela, que nomostraba ningún síntoma llegado el fin de semana. La temperatura sela tomaban unas ocho veces al día y, además, llevaban todos loscontroles exigidos al ser persona de riesgo. Todo parecíatranscurrir con normalidad, hasta la madrugada del sábado 21 aldomingo 22.

Entorno a las 6 horas de la mañana, su abuela comenzó a mostrardificultades a la hora de respirar. Pero ni Javier ni su tíoquisieron alarmarse ni saturar los teléfonos -algo repetido desdelas instituciones-, ya que había pasado un catarro hacía poco y loachacaron a eso. Pero según fueron pasando las horas, los síntomascomenzaron a manifestarse.

Aeso de las 10 horas, su temperatura subió hasta los 38,3 gradoscentígrados (fiebre). Y tampoco controlaba sus esfínteres. Fueentonces cuando decidieron llamar al número habilitado para elcoronavirus (900 222 000). “Nos dijeron que le diéramos unparacetamol y esperásemos ocho horas, pero no quedamos conformes”,cuenta, por lo que optaron por llamar al número de emergencias(112). La respuesta que recibieron fue “exactamente la misma”pero visto el estado de su abuela -detallado específicamente a losoperadores de ambos teléfonos-, siguieron sin quedar conformes.

Seda la circunstancia de que Javier sufre ansiedad y, al ver a suabuela así, se alteró, ya que sabía que el Covid-19 es unaenfermedad “mortal para los mayores”. Por ello, volvió a llamaral 112 advirtiendo que temía por su propia vida y, en menos de unminuto, varias patrullas de la Policía -tanto Local como Nacional-se personaron en su domicilio.

Unavez allí, Javier les contó el caso y los agentes decidieron llamara Emergencias, acudiendo una médica del centro de salud de San Juan“bastante rápido”. Sin embargo, “las maneras con las que vinofueron bastante malas, sin nada de empatía en ningún momento”,denuncia. La doctora realizó una auscultación “mínima” ycomprobó que tenía la saturación baja y problemas respiratoriosbastante evidentes. Su diagnóstico fue que padecía “bronquitis”y que presentaba síntomas de deshidratación.

Javiercree que esa bronquitis -que “nunca mata en 11 horas”, añade- yahabría sido un motivo más que de sobra para trasladarla al hospital“y valorar su situación real, no sólo con una auscultación quese hace de mala gana”. De hecho, lamenta que esta médica“demostrara malas formas en todo momento, como si mi hubiera lehubiera hecho algo malo”. Es más, explica que, una vez pase estasituación, valorarán demandar a la doctora porque diagnosticóbronquitis y deshidratación y no Covid-19.

Paradicha bronquitis le recetó un antibiótico a por el que fuerápidamente a la farmacia de guardia para dárselo. También leincorporaron en una silla, tal y como la médico les había indicado,y la hidrataron con sopa y gelatina, porque “es muy complicado,como bien sabrán los que cuiden a personas mayores, obligarles abeber agua”.

Unavez la limpiaron, Javier y su tío se dieron cuenta de que no eraconsciente ni de que la médica había estado ni nada de lo que habíaocurrido a lo largo de la mañana, preocupándose por ello. Además,su abuela también mostraba muchos dolores de cadera -había sidooperado hacía menos de un año-, motivo por el que la acostaron unpoco para que pudiera descansar, “algo que haría cualquiera quetenga cariño por sus seres queridos”.

Nohabía pasado ni media hora cuando su abuela se cayó de la cama,probablemente por el movimiento que al sentirse incómoda. “Laincorporamos como buenamente pudimos, pero estaba consciente ycorrecta”. Pasó el rato y el tío de Javier acudió a darle otramedicación que tiene que tomar después de comer, y fue entoncescuando descubrió que tenía la mirada perdida.

“Fuirápidamente y vi que no tenía respuesta pupilar. Intenté realizarun examen preliminar que me enseñaron en el curso de primerosauxilios y vi que no respondía a ningún estímulo”, recuerda. Suabuela estaba “como en estado de shock”, y ni escuchaba nirespondía a nada. Entonces llamaron al 112 y les comentaron que lapusieran en la posición lateral de seguridad en lo que acudía laambulancia. “Como pude le abrí la boca para que respirara, porquepor la nariz no podía, y esperamos casi una hora hasta que llegaranlos médico”, apunta.

Untraslado al hospital que nunca llegó: su abuela murió al subir a laambulancia

Esahora de espera hoy en día es lo de menos. Será por una saturación“en parte culpa del ciudadano y, sobre todo, por la falta derecursos”. Cuando llegaron los sanitarios, en menos de dos minutosdecidieron que había que trasladar a la abuela de Javier alhospital, aunque tardaron cerca de 10 minutos porque desde el centrode salud de San Juan se lo denegaban. “El sanitario, aunque no tuvoel permiso, decidió por su cuenta trasladarla, ya que veía queestaba muy grave”.

Sinembargo, según la montaron en la silla para llevarla a laambulancia, entró en parada cardiorrespitaria. La hicieron lareanimación cardiopulmonar y, pese a que lo intentaron con todas susfuerzas, la abuela de Javier falleció. “Mi estado de ansiedadempeoró y estuvieron tranquilizándonos un poco, pero tuvieron queirse a atender otra emergencia”, recuerda. La causa oficial de lamuerte de su abuela fue Covid-19 y, pese a ello, “no nos indicaronque estuviéramos en cuarentena ni nos dijeron cómo desinfectarnuestra casa”.

TantoJavier como su tío comenzaron a preguntar por todos los mediosposible qué debían hacer, pero apenas recibieron respuesta. Sólodespués de mucho insistir se les proporcionó un seguimiento médicoque les ha confirmado, este pasado miércoles, que ellos tambiénestán contagiados. Sus respectivos médicos les explicó que semantengan en cuarentena, “algo que, por conciencia social, yaestábamos haciendo desde antes”. Nada más.

Nimi tío, ni mi abuela ni yo vamos a aparecer en las estadísticas. Seestán falseando los datos”

Javiery su tío se mantienen a la espera de una prueba “que no se nos vaa realizar”. Y es que, como lamenta, los datos que se ofrecendiariamente “son falsos”, porque sólo contabilizan los positivosconfirmados por pruebas y las muertes que ocurren en los hospitales.Por lo tanto, “ni mi tío, ni mi abuela ni yo vamos a aparecer enlas estadísticas”.

Todoello hace pensar a este joven charro que “lo que he vivido yo, loestá viviendo mucha gente”. Y como ejemplo pone que loscrematorios “están saturados”, algo nada habitual. El cuerpo desu abuela, para ser incinerado, tuvo que ser trasladado a Alba deTormes, siendo otra buena muestra del colapso que existe en todos losámbitos.

“Estámuriendo mucha más gente de lo que nos están contando”, insiste,opinando que esto está provocando que muchas personas “no le denel valor real que tiene”. Además, cree que, por probabilidades,tuvo que ser él el primero que contrajo el SARS-CoV-2, y con casitotal seguridad lo haría en Majorel , donde trabajan “sinmedidas”. “El 50% de la plantilla viene de una ETT, y ahí notienes derechos, como quien dice”, prosigue.

Él,en cuanto recibió la noticia de que era portador, se lo comunicó atodos sus compañeros -puesto que muchos habían estado en contactocon él- y a la empresa, que en el momento de la redacción de estanoticia no había trasladado dicha información al resto de lostrabajadores. Tampoco habían tomado medidas de desinfección, aunqueJavier cree que “ya es tarde” porque varios compañeros suyoshabrán utilizado “la silla, el ordenador, y los cascos que yo heutilizado”, por poner unos ejemplos.

Inclusoha podido saber que en la misma sala en la que él trabaja ya hay 20casos confirmados por los médicos -si bien ninguno con prueba,porque no se les realiza-. Pese a que una quinta parte de undepartamento esté afectado por Covid-19, Majorel no ha informado alrespecto, demostrando que “lo que menos está teniendo estransparencia con sus trabajadores”.

Loque al menos cree Javier que la empresa debería hacer es dar esainformación a las personas para que estas puedan cuidarse “y tomarlas medidas necesarias, porque hasta ahora la gente sigue haciendonormal, dentro de lo posible”. También señala que muchos de losempleados tienen que ir en bus -al estar Majorel en el polígono delMontalvo-, por lo que “se exponen ellos y exponen a los demás”.

Javiery su tío tienen los mismos síntomas, pero las indicaciones que harecibido cada uno son distintas: “Cuanto más mayor eres, menosimporta que tengas el virus”

Javiery su tío presentaban los mismos síntomas: dificultadesrespiratorias, tos, ligeros mareos... “Cuando estoy tumbado tengoun silbido en el pecho, parece que estoy roncando”. La temperaturatambién le ha aumentado en casi dos grados centígrados hasta elpunto de tener fiebre ligeramente. Pero, pese a todo ello, y aunque aambos sus respectivos médicos les han confirmado que tienen elCovid-19, no se les realiza la prueba.

Dehecho, las indicaciones que han recibido cada una son distintas.Mientras que a Javier le han recetado un antibiótico y le hanasegurado que, en cuanto tenga mayores dificultades a la hora derespirar, llame al 112 y pida el traslado al hospital, porque se leconcedería. Sin embargo, a su tío, que por edad es un paciente deriesgo, “no le han dado ni el antibiótico ni le han dicho lo delhospital”. Esto hace ver a Javier que “cuanto mayor eres, menosimporta que tengas el virus. Esa es la realidad que nos estándemostrando”.

Élestá seguro, sin necesidad de prueba, que es portador del virus. “Hesido la persona más expuesta. Mi abuela estuvo tres meses sin salirde casa, ella no lo ha podido coger”, indica, añadiendo ademásque fue el primero en mostrar ligeros síntomas como tos o malestargeneral que achacó tanto al catarro como a la vuelta al trabajo trassus vacaciones, porque es habitual que salga de trabajar con “dolorde cabeza después de tantas horas frente a un ordenador y tos secapor el calor que hace en la sala”.

Inclusorecuerda que cuando estalló toda la crisis del Covid-19 estaba fuerade España y cuando volvió, el día 11, aterrizó en la T2 deMadrid, el principal foco de infección en el país. Javier se locomunicó a la empresa “pero no me recomendaron que me quedara encasa, sino todo lo contrario”.

Unoscompañeros no informados por la empresa, para la que son “números”

“Miscompañeros saben por lo que les he contado yo”, afirma Javier. Yes que la empresa no ha contado nada sobre su caso a lostrabajadores, ni siquiera a los que estuvieron en los días previosen contacto directo con él. Y no es porque Majorel no lo sepa, yaque tanto en cuanto murió su abuela como cuando le llamó el médicopara decirle que tenía Covid-19, él lo transmitió a sussupervisores.

AJavier le da igual que le tomen como un “apestado”, porque creeque sus compañeros tienen derecho a saber la situación real, porquesu salud está en juego, y “antes que la vergüenza social está lasalud de las personas”. Siente que para la empresa son “números”,puesto que tampoco han llevado a cabo medidas de desinfección de lasala una vez confirmado su positivo por coronavirus.

Laempresa, que no es Orange “sino que trabaja para ellos”, cobrapor llamada atendida. “Y 1.000 trabajadores hacen ganar más dineroque 100, por eso no nos mandan a casa”, explica, sabiendo que suscompañeros, al igual que otros muchos empleados, acuden al centro detrabajo y ponen todo de su parte porque necesitan su sueldo. Pero losque ganan realmente el dinero “no aparecen por allí”.

Unode los mejores ejemplos es la siguiente historia. “Todos los días,a las seis de la tarde, nos hacen darnos un aplauso a nosotros mismospara enviárselo al jefe de plataforma. Todos parecemos muy contentosy muy felices, pero ya cuando yo me reincorporé la gente teníamiedo y estaba asustada”.

Laúnica medida que les ofreció Majorel para desinfectar fue “unbote de agua oxigenada caducada -y dos o tres botes para toda lasala- y rollos de papel para que limpiásemos el ordenador”.Sobrelos geles desinfectante, aquellos que había, les tocaba compartirlosentre muchos. “Pero de qué me sirve desinfectar mi sitio si voy albaño y toco el pomo, la cisterna y el grifo que han tocado otros”,apunta.

Javierno centra sus críticas a los que están “al pie del cañón”,sino hacia aquellos que “tienen los medios y recursos y no losutilizan porque no quieren. Estamos en una plataforma que da trabajoa casi 2.000 personas y no hay medidas. Es un foco de infección muygrande”.

LaPolicía acudió el pasado viernes a este callcenter yno cerró la plataforma porque, según observaron, se cumplían lasmedidas de seguridad. “Pero casualmente fueron el viernes por lamañana, justo cuando más gente libra y cuando acababan de darteletrabajo a muchas otras personas”, indica.

Elperder el trabajo, en esta situación, le es indiferente. Suprioridad es que se sepa la verdad, tanto sobre la empresa sobre cómoestá siendo tratado ante una enfermedad que ha acabado con la vidade su abuela. También ha puesto su caso en manos de un abogado paravalorar si demandar a la empresa y para reclamar que se le realice laprueba que confirme que tiene el Covid-19.

Hayque concienciar a la gente, porque el dato de fallecidos es por lomenos cuatro veces más que el que nos dan”

Conesta denuncia pública, Javier también trata de “concienciar a lagente” de que el Covid-19 no es un problema banal y que lamortalidad entre los mayores es altísima, como demuestra el que lasfunerarias estén colapsadas. “El dato de fallecidos seguramentesea tres o cuatro veces mayor al que nos cuenten, y puede que mequede corto”, señala.

Tambiénagradece a los sanitarios su trabajo porque están “en turnosinhumanos, sin apenas material y siempre al pie del cañón, poniendoen riesgo su salud por salvar las vidas de otros”. Eseagradecimiento se hace extenso a policías y otros empleados que noles queda otra que estar ahí.

Igualmente,pide a toda la gente que tenga un mínimo de conciencia social. “Queno bajen a por el pan todos los días. Que se den cuenta que no, quehay que tener cuidado de nuestros mayores y que, si se contagian,probablemente no tengamos tiempo de salvarlos”. Asimismo indica quepuede que a su abuela la hubieran bajado al hospital en un primermomento y tampoco hubiera salvado la vida, porque “la violencia delvirus es brutal. Y de escucharlo a vivirlo es muy distinto”. Perosi puede que hubiera vivido más, y quién sabe si habría podidocontarlo.

Porúltimo, sí pide que se destinen más recursos. “Los números deatención están colapsados. Si dejan a los callcenter abrir,igual podrían dedicar varias de sus líneas a atender llamadas”con esos cientos de médicos, enfermeras y auxiliares que están enel paro. “Pagamos impuestos para mantener el estado del bienestar ytener una atención digna que a mi abuela se le digno”, asegura.

Y,cómo no, le gustaría que cuando pase todo esto, se depurenresponsabilidades. “No es normal que estén pensando en utilizarFonseca o el CRE del Alzheimer cuando tenemos un hospital a punto determinarse, y eso que tenía que estar hace dos años y algoacabado”. No sólo eso, sino que cuando ha llegado el turno de laenfermedad, los sanitarios tienen pocos medios “y están haciendolo que pueden”.

Seacomo fuere, el virus terminado con la esperanza y con la vida demuchas personas, también con la de la abuela de Javier, quien hapodido ver “en vivo y en directo” la mortalidad del mismo. Porque11 horas desde que apareció el primer síntoma fueron las que tardóel SARS-CoV-2 en acabar con la vida de una de las personas a las quemás quería en el mundo.

Comentarios
anónimo Hace 4 años (26/03/2020 00:47)
El gobierno tendrá que responder de todo esto, por no haber aislado debidamente los primeros casos ni tener medios de protección suficiente para sanitarios que queriendo curar solo solo extendiendo más el virus. ESPAÑA NO ESTA NI MEDIO PREPARADA PARA UNA GUERRA VIRICA. MIREMOS A JAPON Y A PAISES DONDE PODAMOS APRENDER ALGO POSITIVO. <br/>2022
Esto pasaba antes Hace 4 años (26/03/2020 01:48)
Esto pasaba antes del virus no se de que os asombrais <br/>195
Ver más