La festividad de San Blas comienza a hacerse notar en Salamanca a pesar de que aún faltan unos días para el 3 de febrero. San Blas fue un médico y obispo en la villa de Sebaste de Armenia Menor, situada en el territorio de Turquía, durante los siglos III y IV. Fue torturado y ejecutado en la época del emperador romano Licinio durante las persecuciones a los cristianos de principios del siglo IV. Este santo es venerado tradicionalmente como “abogado contra los males de garganta”, puesto que uno de los milagros que se le atribuyen es la cura milagrosa de un niño al que se le clavó una espina de pescado en la garganta. Se le considera el protector de las enfermedades de esa parte del cuerpo y el patrón de los laringólogos.
Cada localidad marca sus propias costumbres para este día organizando procesiones, mercadillos, romerías, danzas o elaborando dulces típicos. En Salamanca, las protagonistas son unas peculiares gargantillas de colores.
De acuerdo con la creencia popular, estos lazos sirven para protegerse de las afecciones de garganta, como son los catarros, las anginas o los principios de pulmonía, esta última considerada una enfermedad mortal años atrás. Cuenta la leyenda que se deben llevar anudadas al cuello hasta el Miércoles de Ceniza, que se celebra este año el próximo 2 de marzo y que es cuando se tienen que quemar. Esta tradición tiene especial seguimiento en muchas partes de la provincia como Ciudad Rodrigo, San Miguel de Valero o El Maíllo.
En la capital del Tormes, ya desde la pasada semana, pueden verse varios vendedores ambulantes vendiendo en una tablilla las diferentes telas de colores por varios puntos del centro de la ciudad. Todas, están bendecidas por un párroco de la iglesia San Juan de Sahagún y selladas con la imagen del santo. La Plaza Mayor, la calle Toro, la puerta de Zamora y la plaza del Mercado Central son algunas de las ubicaciones donde se pueden adquirir.
Este medio ha hablado con un matrimonio que lleva vendiéndolas, siguiendo la tradición familiar, más de 40 años. Vicente Pérez y su mujer Mercedes Gómez cuentan que su familia es la única que aún continúa con el negocio en la capital charra, ya que muchas otras no han encontrado relevo generacional para seguir. La mujer con tan solo 10 años vendía estas cintas de colores con su madre por las calles salmantinas, aseguran. A ella, nos la encontramos junto a la iglesia San Marcos vendiendo gargantillas a una señora mayor que va acompañada de su nieto. A él, en la puerta de la iglesia San Juan de Sahagún esperando a que alguien se acerque para vender las primeras de la tarde, “cada año que va pasando las ventas empeoran”, asegura Vicente.
Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios