Diez años del inicio de la lucha contra la hepatitis C: la enfermedad contagiada mayoritariamente en hospitales
Esther Mate, presidenta de la Plataforma de Afectados contra la Hepatitis C en Salamanca, ha explicado cómo fue esta batalla contra el Gobierno de España hasta lograr un tratamiento digno para todos los pacientes
Hasta hace unos años, padecer cualquier tipo de hepatitis se había convertido en un auténtico calvario para aquellas personas enfermas tanto en Salamanca como en el resto de España, lo que hacía que se tuvieran que buscar soluciones eficaces para muchos que, en el caso de no poder vacunarse y tener un tratamiento no tuvieran que sentir dolores por todo el cuerpo y síntomas que, en vez de hacer una vida mejor, empeoraban la calidad de vida.
Esther Mate, presidenta de la Plataforma de Afectados Contra la Hepatitis C en Salamanca, inició una lucha junto a cientos de personas que alzaban la voz por no tener que pagar tratamientos al alcance de muy pocos, ante una enfermedad que provoca inflamación en el hígado, y que evoluciona en importantes daños para el propio cuerpo humano por la importancia de este órgano.
En primer lugar, se tiene que conocer cada uno de los tipos y las posibles vacunas y curas, siendo la A una de las que se pasa sin problema y ante la que existe una vacuna, la B existiendo una inyección que, en el caso de estar vacunado, no pone en riesgo a los humanos, o la C, una de las que no tiene vacuna y donde el tratamiento es esencial para que se logre pasar sin problema alguno. En esta última con medicación efectiva, pero siendo antes de 2015 un tratamiento muy tóxico para el propio cuerpo humano. Asimismo, cabe destacar que a lo largo de los años se han ido descubriendo otras como la D o la E, pudiendo convertirse la primera en crónica mientras que la segunda es aguda pero pasa por sí sola, al igual que la A.
En la hepatitis C hubo un gran problema a nivel generacional, con contagios que se llegaron a dar en los centros sanitarios por transfusiones debido a que se desconocía la enfermedad por aquel entonces, hace décadas, provocando que el plasma contaminado se llegara a inyectar en miles de personas. En palabras de Esther: “Dentro del sistema de salud se contagió mucha gente, provocando una gran estigmatización de la propia enfermedad culpando a mucha gente de tener problemas con las drogas”, algo similar a lo que ocurrió en los años 80 y 90 con el VIH.
El nombre de las personas afectadas se manchaba día a día, con políticos a nivel nacional que llegaron a acusar de robar dinero de las arcas públicas a las personas enfermas de cáncer para tratar la hepatitis C. Del mismo modo, se llegó a tratar este tema exponiendo ante los medios públicos que las personas con problemas de drogadicción eran las que padecían hepatitis C, siendo únicamente un uno por ciento de la población la contagiada por este motivo. El objetivo quedaba claro, concienciar a la sociedad de que, esta enfermedad, afectaba a cualquier colectivo del planeta tierra.
Deshonrar la memoria de las personas que se llevó la enfermedad, además de dañar moralmente a las demás en tratamiento, hizo que las organizaciones pusieran el grito en el cielo para buscar soluciones. Y es que hasta 2015, el tratamiento era muy nocivo para el cuerpo humano, con dolores musculares, caída de pelo y hasta suicidios provocados por el gran malestar que se sentía.
Así pues, surgió un nuevo antiviral en el que la tasa de curación era del 95 por ciento con efectos secundarios mínimos como eran, en casos puntuales, dolores de cabeza. Ante la efectividad de esto y como explica Esther: “Los tratamientos para seis meses costaban más de 100.000 euros mientras que en países con menos recursos llegaba a costar únicamente 10 o 20 euros, lo que llegó a hacer que mucha gente se fuera a estos lugares, como por ejemplo Marruecos, para comprar los medicamentos allí y traerlos de vuelta a España”.
A raíz de estos precios, muchas plataformas y asociaciones decidieron iniciar una lucha en 2015, reuniéndose con los organismos públicos regionales y a nivel nacional para conseguir “acceder directamente a los tratamientos”. De este modo, el objetivo era claro, lograr “una coordinación efectiva entre Atención Primaria, especializada y los diferentes grupos de riesgo”.
Después de varios años en los que se salió a las calles tanto de Salamanca como del resto de España se consiguió uno de los mayores hitos por las diferentes plataformas, bajar la tasa de afectados por hepatitis C del 0,22 por ciento hasta el 0,1 por ciento. De este modo, tanto solo de 2018 a 2025, en el conjunto nacional, se llegaron a curar 172.000 personas. Además, y como asegura Esther, actualmente “sería muy raro encontrar nuevos casos gracias a los tratamientos y las vacunas”.
Otro de los puntos en los que ha ahondado la representante de la plataforma es la mentira constante que se vivían en los centros sanitarios, donde “llegaron a afirmar que se había curado en Salamanca a unas mil personas declarando que era el total de las que padecían la enfermedad cuando todavía quedaban otras miles sin curar”, palabras que dolieron, y mucho, al colectivo.
En muchos casos, la lucha también pasa por rechazar ofertas que palian los síntomas, pero que no se curan cuando se habla de heridas interiores. Así fue como “se rechazaron subvenciones para mantenernos independientes y libres en nuestra lucha”.
Con todo esto, el reto es claro, ya que en la actualidad existen todo tipo de pruebas para detectar cualquier tipo de hepatitis. En palabras de Mato: “Aun queda gente infectada por detectar y tratar, ya que muchas aún no lo saben”. Entre los desafíos pendientes aún queda un largo camino por recorrer, tanto en los casos ‘ocultos’, como para “seguir investigando para conseguir una vacuna contra la hepatitis C, un tratamiento contra la B o mantener una conciencia pública en todas las hepatitis virales”.
Ahí reside, también, la importancia de la vacuna y tener conciencia sobre la misma, ya que en el caso de no haber tratamiento, se conseguiría erradicar al cien por cien esta enfermedad en el caso de protegernos a nosotros mismos y a los demás.
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