Aquel grupo de hombres y mujeres de primitiva morfología, permanecía totalmente inmóvil en lo alto de la meseta. Las señales dictadas por las piedras, la fuerza del viento y la posición de las estrellas, habían confabulado el momento preciso en el que desde el cielo debía llegar la señal esperada durante generaciones. La noche antes, el chamán de aquel grupo había viajado a través de las estrellas para preparar el encuentro. Tras horas en completo estado de éxtasis, dictaminó que el día había llegado y desde los cielos oscuros tras el vencimiento del astro de luz, descenderían los dioses venidos desde las estrellas, los mismos que habían puesto en marcha miles de años atrás, los ciclos de la vida y el ritmo de las cosas. 

Y es que desde la antigüedad más remota, son muchas las tribus o clanes que han ofrecido su existencia a la supremacía de supuestos seres extraterrestres, entidades venidas desde más allá del arco que forma el fin del cielo y el comienzo de lo que no se ve. Evidentemente este es un tema lleno de controversia, pero habría que apuntar también hacia las supuestas evidencias o rastros que vienen a avalar las finamente hiladas hipótesis sobre este particular.

Ya en la Biblia, concretamente en El Génesis, aparece de manera explícita que en aquellos tiempos fue agregada a la Tierra una segunda raza, un linaje que era de “origen celestial”. En el capítulo 6 del Génesis, justo antes de la descripción del Diluvio, puede leerse: Y -habiendo comenzado los hombres a multiplicarse sobre la Tierra, y engendrado hijas. Viendo los hijos de Dios las hijas de los hombres que eran hermosas, tomaron mujeres las que escogieron entre todas... 

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había gigantes sobre la Tierra en aquellos días: porque después que los hijos de Dios entraron a las hijas de los hombres, y ellas tuvieron (los Nephilim, los "caídos"), éstos son los poderosos desde la antigüedad varones de fama.- Quizá sea simplemente un asunto relacionado con la interpretación del texto o un vestigio pagano olvidado por los trascriptores y adaptadores de los textos bíblicos, pero no es ni mucho menos, el único punto de inflexión que aparece en la Biblia. En ella podemos encontrar algunos pasajes en los que se habla de seres llegados desde el cielo, descendidos para escoger a sus esposas de entre los humanos. Seres de luz aparecidos desde las entrañas de las nubes, etc.

El “mestizaje” entre seres mortales y supuestos seres venidos desde otros mundos, aparecen frecuentemente en textos de los antiguos griegos y en el folclore más enraizado de los indios americanos y muchas de las etnias africanas. Pero vayamos un poco más allá: A lo largo del último siglo se han encontrado objetos y señales que aparentemente tienen su iconografía basada en culturas que a priori no son propias del planeta en el que vivimos, o por lo menos son discordantes con la datación de las culturas que la sustentaban. 

Hablamos de los conocidos como “Oopart” (Out Of Place ARTifact), o lo que es lo mismo, artefactos u objetos fuera de lugar o de su tiempo. Es un término adoptado por el zoólogo norteamericano Iván Sanderson, que se refiere a objetos arqueológicos que aparentemente se han encontrado en lugares o épocas donde se creía imposible por sus características. Dicho de otro modo, objetos o señales anacrónicas. Existen algunos expedientes conocidos a nivel mundial por lo llamativo, como por ejemplo las Líneas de Nazca –de las que ya hemos hablado en esta página dominical-, las Esferas de Piedra de Costa Rica, los Aviones Quimbayas, el Astronauta de Palenque, etc.

Aviones Quimbayas

La Quimbaya fue una etnia y cultura indígena colombiana emergente en el siglo X dC. Fueron famosos por la producción de piezas de oro de enorme belleza y calidad. De ella se puede decir que tenían una técnica de orfebrería altamente perfeccionada, hasta tal punto, que aún hoy en día se hace complicada igualar la técnica de alguna de sus piezas. Hace casi mil años, entre otras piezas, forjaron unos broches con aleación de cobre y oro que a primera vista parecen representaciones de insectos alados. Pero siendo un poco más precisos en la observación y pormenorizando los detalles, se aprecia como en ellos se revelan alas delta, alerones, aletas a modo de timón… detalles propios del diseño de un avión y no de un insecto. 

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¿Es posible que esta cultura del año 1.000 dC., pudiese conocer algún tipo de aeronave? Hasta ahora se han descubierto más de una veintena de piezas de este tipo, estando todas ellas sujetas por el hilo de la controversia y las interpretaciones. Y es cierto que en unas cuantas piezas cabe la duda de si querían representar aves o insectos, pero, ¿hay algún animal volador que lleve hélice o timón de navegación? No han sido pocas las pruebas que se han realizado sobre estos objetos de orfebrería, incluyendo entre ellas, muchas de tipo aerodinámico y de vuelo reales -construyendo un modelo a escala con el mismo diseño-, y se ha demostrado de forma exitosa que son perfectamente capaces de realizar maniobras de vuelo. ¿Demuestra esto que los aparatos voladores ya estaban presente en la antigüedad, muchos siglos antes de que fuesen imaginados y maquetados por grandes como Leonardo Da Vinci o los hermanos Wright? Quizá es mucho aventurar, pero da cabida cuando menos al sembrado de la duda.

Y sin dejar de mirar al cielo, podemos hablar de <<El hombre de Hierro>>, una estatuilla de 24 centímetros de altura y unos 10 kilogramos de peso, que representa al dios Vaisravana, conocido en el Tíbet como Jambhala o el Rey Budista del Norte. Fue esculpido hace 1.000 años aproximadamente, pero lo realmente interesante y sorprendente es que la figurilla está tallada sobre un fragmento del meteorito Chinga, que cayó entre Mongolia y Siberia hace 15.000 años. 

¿Por qué tallar una deidad sobre un trozo de roca proveniente del espacio exterior?, ¿Responde a algún tipo de ofrenda a entidades provenientes desde fuera de nuestro planeta? Sea como sea, tenemos a lo largo y ancho de nuestra querida Tierra, ejemplos de inconexiones entre el razonamiento lógico y científico –que siempre debe prevalecer- y los planteamientos e hipótesis más cercanas a los sueños eternos de cada una de las civilizaciones que han llenado y siguen llenando el zurrón de la existencia y su continuo dilema existencial. Habrá ocasión para hablar detenidamente de algunos nombres propios defensores de estos postulados, como Jacques Vallee, Andrew tomas, Peter Kolosimo o el archiconocido Erich von Däniken y su “Recuerdos del futuro”. Mientras tanto, seguimos con las miras puestas en las estrellas, allí donde la vida cobra sentido a través de los sueños imperecederos.

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