Dudas, sentirse desorientados, sufrir acoso o un rechazo que los marca de por vida de forma traumática, así viven la disforia de género los niños y adolescentes hasta su mayoría de edad en gran número de los casos que llegan hasta las consultas salmantinas de psiquiatría.
No obstante, la “situación” se ha vuelto algo esperanzadora gracias a la información y comunidades LGTBQ+ asentadas en las redes sociales, las cuales “les ayudan bastante”, así como la evolución de las nuevas generaciones, quienes “están abiertas a novedades sobre la identidad y lo comprenden mejor que los adultos, siendo más permisivos”, indica Ángel Luis Montejo, jefe del Servicio de Psiquiatría y Salud Mental del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca.
¿Qué es la disforia de género y cómo se manifiesta?
Las personas que padecen disforia de género “se sienten identificadas con el género que no corresponde a sus genitales, se trata de una identidad”, en torno a la cual existe “mucha confusión” actualmente.
Ya desde la infancia, los padres suelen detectar esta situación “cuando los niños y niñas empiezan a diferenciar con quién le gusta más estar, la ropa que quieren ponerse o sus preferencias de juegos”, sin embargo, como los tiempos han cambiado y las diferencias entre géneros se han acortado, “disminuyendo en aspectos culturales y sociales” ahora resulta “más difícil”.
En la mayoría de casos, este proceso comienza entre los 3 y los 5 años. Pero como “esto no se habla, no saben lo que les está pasando” y hasta la adolescencia no se produce “una solicitud de ayuda por parte de los familiares o de los propios chicos y chicas”.
En el supuesto de que se de en la infancia, los padres acuden a pediatría, donde se realizan los primeros diagnósticos para comenzar a intervenir y evitar la pubertad, sin embargo, el psiquiatra asegura que en esta etapa “es muy complejo” porque “ni la personalidad ni la identidad ni la orientación sexual están desarrolladas”.
Lamentablemente hoy en día lo más común sigue siendo que no se comunique e inicien este proceso a solas. “Muchos vienen a consulta y no se lo han dicho a sus padres. Depende de la estructura familiar, si son muy rígidas o tradicionales, lo ocultan hasta la mayoría de edad”. Aunque con la nueva Ley Trans, a los 16 años pueden cambiar su nombre en el registro civil e iniciar el tratamiento hormonal sin consentimiento de sus tutores.
Pese a esta norma, la intervención sanitaria se rige por el sistema sanitario autonómico, por tanto, en Castilla y León deben iniciar “el circuito del protocolo y un examen de psiquiatría para hacer un diagnóstico diferencial y determinar lo que les ocurre, para ver si cumplen los criterios”, señala el experto, ya que según indica “algunos lo confunden con ser gay o lesbiana y para evitar arrepentimientos -que suponen el 30 por ciento de los que inician el tratamiento en la adolescencia- nos aseguramos de que antes de ponerlo realmente sea una persona trans, porque es definitivo y produce cambios en el aspecto fisico y emocional”.
“Por fin voy a estar donde quiero estar”
Los casos de maltrato a personas del colectivo trans siguen siendo una cruda realidad, donde “la presión paterna o materna juega un gran papel, a veces los amenazan con echarles de casa” lo que provoca que estos jóvenes vivan reprimidos más tiempo. En ocasiones, incluso la familia “se enfada con nosotros porque no existe una prueba física u orgánica, sino que evaluamos un sentimiento emocional que tiene unos criterios de pertenencia a un género u otro”.
En Salamanca, “cuando vienen a consulta suelen ser mayores de edad y ya han pasado por el proceso de dudas y de convencimiento. Lo que vienen buscando es el tratamiento para cambiar de aspecto y cuando se aprueba el sentimiento es de enorme felicidad porque para ellos significa <<por fin voy a estar donde quiero estar>>”
Montejo recomienda comunicar esta situación “a personas con las que se tiene un vínculo fuerte y son cercanas” ya sean familiares o amigos, para no atravesarlo en soledad.
Además, considera que las aulas deben incorporar un currículo sobre sexualidad ya que “falta formación y sensibilización” y los colegios “carecen de una asignatura” que trate este y otros temas en torno a la identidad, el género o el sexo y la educación sexual.
En estas circunstancias de dolor y redescubrimiento cobra importancia la red de apoyo, por ello, el psiquiatra insiste en “conocer qué es la disforia y el mundo trans” para acompañar a aquellos que lo padecen, recomienda la ayuda psicoterapéutica “para comprenderse y superar los traumas que puedan tener para así salir del armario, aunque cada uno necesita su momento oportuno”. En el caso de sus consultas, plantea a estos adolescentes y jóvenes a vivir durante 6 meses como el género al que quieren transicionar a todos sus efectos, aunque muchos “ya vienen con esto hecho”, algo que les permite saber “cómo se sienten y como están asumiendo el rol al que ellos consideran que pertenecen emocionalmente”.
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