“Espero poder volver a casa y no tener que embarcarme nunca más”, un salmantino en la Flotilla a Gaza
Néstor Prieto, desde el barco Adara, realiza la travesía por motivos profesionales, documentado lo que ocurre a bordo, los ataques de drones que reciben y la presión a la que están sometidos a medida que se acercan a su destino
Acaban de pedir a la ONU una escolta marítima y observadores diplomáticos tras los ataques nocturnos que sufrieron en la madrugada del miércoles los barcos de la Global Sumud Flotilla. Se encuentran en aguas internacionales, pero aseguran haber sufrido más de 11 ataques de drones lo que ha hecho que pidan medios de protección a los organismos internacionales con el fin de que la flotilla pueda llegar hasta Gaza y llevar la ayuda humanitaria que transportan.
En uno de los 50 barcos que conforman la flotilla rumbo a Gaza se encuentra un salmantino, Néstor Prieto. Graduado en Ciencia política y Administración Pública, Néstor trabaja para varios medios de comunicación y se ha embarcado en la flotilla no como activista, sino para contar el día a día de una expedición humanitaria que tiene al todopoderoso Israel en contra.
Han pasado una noche tensa, en los barcos se han registrado varias explosiones. A la pregunta de cómo se encuentran, Néstor asegura que están bien y reconoce que “es normal tener miedo por la situación”. Explica que no ha embarcado “en un acto de aventurerismo ni en un acto de heroísmo”, sino que “sabía que iba a poder trabajar como profesional de la información con ciertas garantías, que no estaba haciendo nada ilegal y que iba a recorrer aguas internacionales”.
Néstor convive con una veintena de personas en el barco Adara, un barco preparado para albergar a unas diez, lo que hace que la convivencia sea “complicada”. “Todo el mundo hace turnos de trabajo de cocina, de limpieza, de guardias nocturnas, da igual si eres prensa, tripulación, activista o médico. Duermes poco, la comida no es la que te gustaría, apenas hay privacidad, pero bueno, seguimos adelante”.
Están al sur de Creta, a unos cinco días para llegar a Gaza y a medida que recorren millas y se acercan a destino saben que las cosas se van a ir complicando. “El escenario que vamos a vivir es que se va a aumentar la presión sobre la flotilla. Creo que Israel tiene claro que quiere evitar que llegue y va a llevar a cabo ataques preventivos para tratar de desmovilizarnos” asegura. Cinco días que no serán fáciles, pero el ánimo no decae. “Estamos recibiendo muchas presiones y muchos ataques. El primero que espera poder volver a casa y no tener que volver a embarcarme nunca en un barco soy yo. Tan pronto como los gobiernos organicen un corredor humanitario y yo pueda viajar como periodista a Palestina, igual que he estado en el Líbano, lo haré. Ojalá, más pronto que tarde las autoridades den ese paso adelante, asuman el vacío que está sumiendo la sociedad civil y podamos estar en un nuevo escenario”, añade.
La presión internacional es lo único que puede conseguir que lleguen a su destino. “No estamos haciendo nada irregular, necesitamos que se ponga toda la presión para que podamos llegar”, asegura y añade, convencido de que se puede llegar a Gaza, que “estamos a tiempo, antes de que pueda haber un ataque mayor”. “Varios gobiernos y Naciones Unidas han dicho que esto no es ilegal, creo que hay posibilidades reales de llegar y por tanto debe permitirse la entrada de la Global Sumud Flotilla y el reparto de la ayuda humanitaria”. El optimismo no esconde la certeza de que el escenario podría ser otro.
La decisión de embarcarse en la flotilla ha sido meditada a pesar de las “prisas” con las que se ha organizado la expedición. “Yo lo miré mucho, lo hablé con mi familia y mis amigos… no podemos ir a hacer el loco” afirma y reconoce que estudió la ruta y la planificación, vio que se navegaba por aguas internacionales con barcos con bandera europea que accederían a la Franja por aguas palestinas. “El bloqueo que Israel ejerce sobre esas aguas está considerado ilegal por el derecho internacional, no debería actuar allí”, añade. “Es una oportunidad de llevar ayuda humanitaria” y ese pensamiento fue el que le dio el último empujón. “Uno confía en que pueda ser así, sabes que hay altas posibilidades de que no ocurra, pero, en cualquier caso, vas con la convicción de que es una misión desarmada, que la gente que te acompaña son activistas, médicos, observadores internacionales o periodistas, y confiamos en llegar”.
“Es duro mentalmente estar embarcado, pero uno asume los costes humanos, físicos y mentales de embarcarse. Es una decisión complicada, pero la verdad es que, pese a que hoy estamos bajo ataques, que llevo tres semanas sin ver a mi familia y a mis amigos estoy contento con la decisión que tomé”.
También te puede interesar