Fallece a los 96 años el arquitecto salmantino Antonio Fernández de Alba

Reconocido con el Premio Castilla y León de las Artes de 1988, restauró la Plaza Mayor de Salamanca y, entre otras obras de prestigio, convirtió el antiguo Hospital San Carlos en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Clausura del congreso internacional 'Restaurar la Memoria' (2024). En la imagen, recoge el premio el arquitecto Antonio Fernández Alba - Rubén Cacho (ICAL)
Clausura del congreso internacional 'Restaurar la Memoria' (2024). En la imagen, recoge el premio el arquitecto Antonio Fernández Alba - Rubén Cacho (ICAL)

El arquitecto salmantino Antonio Fernández de Alba falleció este martes en Madrid a los 96 años, según informó hoy la Real Academia Española (RAE), de la que era miembro desde que tomará posesión en 2006 tras haber sido elegido en 2004. Reconocido con el Premio Castilla y León de las Artes de 1988, Fernández de Alba restauró la Plaza Mayor de Salamanca y, entre otras obras de prestigio, convirtió el antiguo Hospital San Carlos en el museo Reina Sofía.

Catedrático de Elementos de Composición de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, también era miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y arquitecto honorario por los Colegios de Profesionales de Colombia. Además, fue nombrado doctor ‘honoris causa’ por las universidades de Valladolid, Alcalá de Henares y la Politécnica de Cartagena.

Entre sus cargos más relevantes, dirigió entre 1984 y 1987 el Instituto de Restauraciones del Patrimonio Histórico Español, fue presidente de 1987 a 1990 del Patronato del Museo de Arte Contemporáneo y formó parte entre 1996 y 1999 del Patronato del Museo del Prado.

En el conjunto de su obra arquitectónica destacan restauraciones como la del Convento del Rollo de Salamanca, entre 1958 y 1962 por la que recibió el Premio Nacional de Arquitectura en 1963, así como la del Observatorio Astronómico Nacional, entre 1976 y 1978, trabajo que le hizo merecedor del Premio Nacional de Restauración. Entre sus obras más relevantes se encuentran también la Casa de Cultura de Vitoria, el Tanatorio de la M-30 de Madrid, el Edificio Politécnico del Campus Universitario de Ciudad Real y el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC, en Madrid.

Además, del Premio Castilla y León de las Artes en 1988, recibió la Medalla de Oro de la Arquitectura en 2002, la Medalla de Oro de la ciudad de Salamanca el mismo año, el Premio Nacional de Arquitectura a la trayectoria profesional en 2003 y la Medalla de Honor de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en 2004.

Entre sus libros figuran ‘El diseño entre la teoría y la praxis’ (1971), ‘Diálogos en la casa de Virgilio’ (1997), ‘De varia restauratione: intervenciones en el patrimonio arquitectónico’ (1999), ‘Espacios de la norma. Lugares de invención’ (2000), ‘La ciudad herida’ (2001), ‘El Escorial, metáfora en piedra’ (2004) y 'Las primaveras de Ilión’ (2010).

Según recordó la RAE, en junio de 2016, Antonio Fernández de Alba publicó ‘En el umbral de la palabra. Entorno urbano, espacios y lugares de la sede de la Real Academia Española’, primera obra dedicada íntegramente al edificio institucional inaugurado en 1894. En 2018 publicó ‘Locus civitatis: escritos metropolitanos y otras afinidades’. Sus últimas obras fueron 'Azules de otoño cerrado’ (2021), ‘Cantos rodados’ (2022) y ‘Quiebran albores’ (2023).

Arquitecto de vanguardia

En 1988, la Junta de Castilla y León le reconoció con el Premio Castilla y León de las Artes, como “uno de los arquitectos más reputados de España, además de docente y ensayista de reconocido prestigio”, según recoge la Administración Autonómica en la biografía publicada en su portal web. Desde el inicio de su ejercicio profesional, Fernández de Alba llevó a cabo una gran actividad académica vinculada a las innovaciones pedagógicas de las vanguardias históricas en los diferentes países europeos e iberoamericanos, participando como profesor invitado en las facultades de arquitectura de diversas ciudades extranjeras.

Fernández Alba defendía, según la Junta, “la dimensión estética como reducto final de la arquitectura frente a los procesos mercantiles de creación espacial”. De hecho, participó en los movimientos de la vanguardia artística española (El Paso 1957), ADI-FAD (1963), Nueva Forma (1970), Astrágalo (Cultura de la Arquitectura y la Ciudad 1994). 

“La actitud intelectual de Fernández Alba le llevó a concebir el proyecto de la arquitectura como un proceso inscrito en la teoría del conocimiento del hombre, más que a restablecer representaciones formales manipuladas por los grupos de gestión o de poder. La razón más válida de la arquitectura, para él, debe buscarse en los presupuestos esenciales de la existencia del hombre: necesidad del recinto material y su capacidad de ensoñación poética, frente a las deformaciones que reproducen en muchos lugares la especialidad medioambiental posmoderna”, concluye.

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