Muerte, palabra convertida en tabú en nuestra sociedad, y que a poco que se la mente, produce el rechazo colectivo. Esta semana traigo a esta serie dominical, el interesante asunto de la fotografía post mortem o retrato de difuntos. Para hablar de ello, recuperamos de mi dossier particular, una entrevista mantenida con la buena amiga periodista y excelente escritora, Mónica González, quien desde un interesante y documentado punto de vista, nos ayuda a adentrarnos en el tema.

¿Hablamos de la muerte? - La muerte es un paso más de la vida. Es verdad que a veces lo vemos de dos maneras, o bien con recelo, porque sentimos miedo, o bien como una bendición, porque también representa una forma de trascender en la vida.

Pero en esta cultura occidental, lo general es que la muerte sea un trago por el que nadie desea pasar. - Evidentemente, en la sociedad de hoy, en el siglo XXI, la gente lo vive con mucho recelo, y con mucha lejanía. Si te das cuenta, cuando alguien fallece, le llevamos al tanatorio, lo hacemos en el hospital… es decir, el muerto se va, y lo que nos ocurre es que tenemos miedo a esa soledad.  Anteriormente, en la época de nuestros abuelos, a principios del siglo XX, la gente  fallecía en su casa, y los familiares y cercanos asistían con normalidad a rendirle el último adiós.

Recuerdo en mi infancia, como había vecinos que en su casa tenían al muerto y lo velaban junto con algunos vecinos durante todo el día y la noche. - Normalmente si fallecía por causas naturales, se colocaba en la cama donde dormía, y una o dos mujeres de la familia, lavaban al difunto, lo perfumaban, lo vestían con ropa de gala, y llenaban la habitación de flores. También se hacía en el salón-comedor porque era más grande, y venía toda la familia, familiares lejanos, vecinos, gente del pueblo o de la ciudad…

¿Hablamos de la fotografía post mortem? - La fotografía donde podemos ver a una familia de vivos, junto con un muerto que no lo parece. Esta fotografía post mortem, actualmente la realizan los médicos forenses, también cuando se hacen disecciones. Pero en este caso lo que nos ocupa, es lo que se llama recordatorio, el recordatorio familiar. Una familia pagaba a un fotógrafo para que le hicieran un retrato. Hablamos principalmente de las clases obreras, y para ellos, esa fotografía del difunto, seguramente sería la única que tendrían. En aquel momento hacerse una fotografía era muy caro, y sólo se lo podían permitir con cierta frecuencia, la gente de la alta sociedad.

¿Cómo fue ese punto de partida en el retrato de difuntos? ¿Cómo empezó todo? - Creo que el hecho de fotografiar o retratar a un difunto, no parte del siglo XIX, ni del XVIII, ni siquiera del XVII. Parte de los egipcios con la momificación, a otro nivel. Los mayas lo hacían con máscaras de jade. Aristóteles ya lo habló en uno de sus estudios acerca del retrato post mortem. Leonardo Da Vinci lo hizo en el siglo XVI, cuando inventó la famosa cámara oscura, de donde poco después partió el tema de la fotografía. A partir de ahí llegamos al Renacimiento, siglo XV-XVI, lo que llamamos antecedentes de la fotografía post mortem. A partir de ahí se comercializa, se familiarizan con un concepto llamado “memento mori”, que significa “recuerda que morirás” o “recuerda que eres mortal”. Porque al fin y al cabo todos llegaremos a ese punto de la vida. El memento mori es el retrato de la persona por medio de la pintura. En aquel momento se retrataba a los difuntos mediante un retrato pintoresco o de pintura. A partir de ahí comenzó a utilizarse el retrato, no sólo para inmortalizar al individuo que acababa de fallecer, sino para concienciarnos también de la fugacidad de la vida, porque es evidente que hay que estar preparado para la muerte. Y no sólo preparado para la muerte, sino también porque era una manera en el momento de morir, de ser recordado su paso por el Mundo. Es una manera de que las generaciones posteriores te recuerden, recuerden tu existencia.

Preparar al difunto para ese retrato, debía ser todo un ritual, ¿verdad?
- Nos  tenemos que dar cuenta que cuando una persona fallece, hay líquidos que se van del cuerpo, aparece el llamado “rigor mortis”, el cuerpo se va descomponiendo… pero las personas que hacían este tipo de fotografía, lo hacían como una manera de plasmar el alma del difunto, una manera de recordar el difunto, y una especie de reliquia. No era nada escabroso, como ahora nos puede parecer cuando buscamos por Internet “fotografía post mortem” y dices ¡qué horror! En aquel momento, en el siglo XIX era algo bonito, era como una ceremonia. Los familiares acicalaban al difunto. Los profesionales de la fotografía se preparaban, le daban una especie de maquillaje especial. Pero la naturalidad de un vivo, no es la expresión de un difunto. La posición de los labios por ejemplo era muy tensa, tenían que hacer una especie de manipulación de la sonrisa, metiendo a veces algodones en la comisura de los labios para que pareciera que estaba sonriendo, o les abrían los ojos con unas cucharillas de café, para que pareciera que estaban despiertos. Era una manera de buscar la espontaneidad en una escena, que era tétrica, pero a la vez para ellos era bonita, porque querían reflejar el paso de ese familiar suyo tan cercano de la vida a la muerte, que por circunstancias determinadas se tenían que ir. Es verdad que en la fotografía post mortem -hablábamos del Renacimiento-, hay que hablar del Barroco con Rembrandt, este artista maravilloso del que tenemos retratos fantásticos, dónde el realismo de la enfermedad se plasma de una forma magnífica, y a partir de ahí, pasamos el siglo XV, XVI, XVII, XVIII, y ya llegamos al XIX, cuando la fotografía post mortem da una evolución a lo que estamos hablando hoy. Gracias a su creador, Louis Daguerre y a su daguerrotipo, ahora hablamos de una fotografía, aunque por aquellos días, con un procedimiento muy largo. También hay que recordar que la fotografía actual es muy rápida, sacamos una foto, y tarda 2 milisegundos, o 1 milisegundo. En aquel momento a lo mejor para tomar una fotografía tardaban 30 minutos o más.

Una foto hecha con daguerrotipo, precisamente para los que estaban vivos, no era lo más cómodo, porque el sujeto evidentemente se movía.
- Claro, tenían que estar estáticos. Porque se tardaban 30 minutos en sacar esa impronta, en esa superficie de plata molida, que era donde se imprimía de alguna manera lo que acababan de plasmar.

¿Se extendió esta práctica? - La verdad que en aquel momento, en el siglo XIX, la gente tomaba la fotografía de difuntos como algo muy normal, además estaba muy en auge. Primero empezaron las familias de la alta sociedad, luego se extendió debido a que fueron bajando los precios, al resto de clases sociales. Incluso encontrábamos en los periódicos de aquel momento, algo tan irrisorio como “Se retratan cadáveres a precios ajustados”. Imagínate abrir ahora cualquier periódico y encontrarte eso… sería algo insólito. Pero en aquel momento, no era ninguna excepción, era algo muy natural, y a la gente le gustaba hacer ese tipo de improntas, porque luego lo recordaban con cariño.

¿Y la puesta en escena? - En las fotografías aparecían determinados elementos que indicaban o daban pistas sobre el difunto. Imagínate una familia alrededor de una mesa cenando con el difunto, para señalar quién era, se utilizaba una rosa con el tallo corto y le daban la vuelta hacia abajo. Si querían mostrar la hora en la que una persona había fallecido, se colocaban relojes de mano. Si eran militares, sacerdotes o monjas quienes habían fallecido, se les retrataba con sus vestimentas típicas. O sea, que cada uno tenía una manera de ser retratado. Con los niños, en muchos casos, parece que están vivos, y dan sensación de vida, y aunque resulte tétrico, pues parece hasta bello.

En algunas fotografías de difuntos, no se logra distinguir quién es el vivo y quién es el muerto. - Es impresionante el realismo de algunas de estas fotografías, que no dejan de ser de algún modo escabrosas pero a la vez bellas, retratos de la realidad, y la realidad era que alguien se moría, y alguien seguía viviendo.

Esta forma de hacer pervivir el alma del difunto, ¿está localizada en sociedades muy concretas? - La fotografía post mortem empezó en Paris, porque fue donde se creó el daguerrotipo, y este invento fue uno de sus impulsores. Con el tiempo se extendió de Este a Oeste y de Norte a Sur. Fue desde Europa hacia América Latina, sobre todo en los países latinoamericanos, imagino que por la tradición que tienen de los difuntos. Porque no hay que olvidar que debido a la evolución que conllevó el cambio de siglo -del XIX al XX-, la sociedad experimentó un cambio de 360 grados con respecto a la muerte, y de alguna manera, tuvimos que poner algunas fechas significativas, como el día 1 de Noviembre, el día de todos los Santos. En América Latina, esto lo viven con mucha pasión.

Hoy en día abrimos un periódico y encontramos páginas y páginas de esquelas, en las que se pone la fotografía y el nombre del difunto. ¿Algo va quedando? - Hombre, yo creo que es una manera de homenajear al difunto, ponen la foto del difunto vivo. A mí las esquelas actuales no me gustan. Me parecen muy frías, un mercado. Me gustaría más una fotografía aunque fuera de esta manera, y tuviera un verso debajo, alabando lo bonito y lo que no fuera tan bonito de la persona. Si en este trance nuestros familiares fueran valientes, y pusieran algo así, todo cambiaría. Quizá algún día, a lo mejor en el siglo XXII, volveremos a lo que se hacía en el siglo XIX, cuando tú y yo ya no estemos, Juanca. Seguramente nuestros nietos o bisnietos harán este tipo de cosas. Es un guiño, una manera deliciosa de contener el alma, y reflejar lo que es la vida y la muerte en un mismo plano.

Muchas gracias Mónica por este interesante rato de conversación.
- Un placer, Juanca.

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