Fuertes, inteligentes y generosas: así eran las mujeres 'invisibles' de Pizarrales que han sobrevivido a la fragilidad del tiempo y la memoria

Rescatamos la historia de cinco pizarraleñas que contribuyeron al desarrollo del famoso barrio salmantino

María Ángeles Seijas 
María Ángeles Seijas 

De la señorita Maruja y su escuela a las protestas de Manuela por la falta de agua. Pizarrales esconde miles de historias, como las de quince mujeres destacadas en su época por la ayuda que brindaban a los vecinos de un barrio en desarrollo donde había muchas carencias y limitaciones. Todas ellas podrían haber quedado relegadas al olvido por la fragilidad del tiempo y la memoria si no fuera por la labor de un grupo de pizarraleñas, la Fundación Plan B, Asprodes y profesoras y alumnas de Psicología y Antropología de la USAL. 

Esas historias han sido rescatadas en el libro 'Las (In)visibles de Pizarrales'. Se presentará a las 19:00 horas de este viernes en la iglesia vieja, que también acogerá este sábado la inauguración de la exposición homónima, con visitas guiadas por la mañana y por la tarde. Salamanca24horas se ha propuesto acercar cinco de ellas a nuestros lectores con la ayuda de cuatro integrantes del proyecto, que "contribuye a fortalecer la identidad del barrio, asentada en el trabajo que hicieron esas mujeres. No se nos ha regalado nada. Cualquier cosa que se ha logrado aquí es fruto de la reivindicación y el esfruerzo", señala Yolinda. 

Teresa, la altruista maestra de arte 

Teresa nació en Hondarribia, Guipúzcoa, y estudió Bellas Artes en Barcelona. Todo el conocimiento basado en la creatividad que adquirió en la Ciudad Condal lo trasladó a Pizarrales en los años 60, cuando el barrio aún estaba en desarrollo y poblado de familias humildes. Sus alumnos tenían pocos recursos para poder comprar material que les permitiese dar rienda suelta a su imaginación, por lo que les enseñaba a reciclar pequeños objetos que tenían en casa (latas, tapas…). También les llevaba a otros rincones de la capital, como al campo de San Francisco, para que aprendieran a pintar al natural.

“Era muy querida por sus cualidades como maestra de arte y trataba de implicar a las familias en la educación de los pequeños. Se le conocía igualmente por sus dotes generosas”, destaca Yolinda. Ese carácter altruista y de compromiso era patente con aquellos alumnos que “iban a la escuela sin alimento” (“Les daba su bolso de cubo y les decía que fueran al bar a comer y que pagaran con lo había dentro. Siempre se le recuerda con cariño”) y sobrevivió a su muerte en 2008: “Donó parte de su patrimonio a una ONG en Etiopía para que los niños de allí pudieran ir al colegio”.

La alfabetización, la máxima prioridad de Elvira

Elvira junto a otras integrantes del proyecto 'Las invisibles de Pizarrales'
Elvira junto a otras integrantes del proyecto 'Las invisibles de Pizarrales' 

Elvira, de etnia gitana, trabajaba de limpiadora en Galerías Preciados, en Madrid, hasta que su novio le pidió casarse y trasladarse a Pizarrales. Tenía tan solo dieciséis años, diecisiete cuando tuvo a su primera hija. "Vivía en una chabola con sus suegros sin ninguna comodidad y pasó por todas las penalidades propias de los 70 u 80", mantiene Auxi. Aún así, era una mujer independiente y la albafetización se convirtió en su máxima prioridad. "Quería que sus hijos sacaran como mínimo el graduado escolar. En este aspecto, su mayor logro es haber tenido una nieta que es abogada y que trabaja en la Fundación Secretariado Gitano". 

Fue la propia Elvira la que dio a conocer su historia a las integrantes de la iniciativa 'Las invisibles de Pizarrales'. "Nos parecía interesante que alguna mujer gitana del barrio nos contara su vida y esta señora ha sido un descubrimiento. De todas las que hemos rescatado... ella tiene algo". Además de ofrecer sus vivencias, la pizarraleña ha participado activamente en el proyecto. "Conoce a muchísima gente". Quizá porque cuando era más joven colaboraba con otras vecinas para superar las adversidades del día a día: "Todas tenían muchos hijos y que salir a trabajar. Unas cuidaban de otras y no había ningún tipo de discriminación". 

La señorita Maruja  y sus más de ochenta alumnos en casa

María Ángeles Seijas 
María Ángeles Seijas 

Aunque nacida en Bercianos de Vidriales, Zamora, María Ángeles Seijas se trasladó a Salamanca siendo "muy jovencita". "Lo que más le gustaba era dar clase a los niños. Ella se formó de manera autodidacta. Tenía dotes para estudiar, pero sus padres no le pudieron dar una carrera. Lo suplió aprendiendo por su cuenta y con la educación que recibió en el colegio y que no pudo completar", cuenta con cariño su hija Roxana.

La señorita Maruja, como era conocida, hacía uso de los libros que tenía a su alcance para enseñar a pupilos de edades muy diferentes. Matemáticas, Lengua, Geografía e Historia eran algunas de las asignaturas que impartía. "Siempre fue una apasionada de lo que hacía y, como no había aulas suficientes para dar clase a todos los niños, mi madre se ocupaba de hacer esa función. Llegó a tener en casa hasta ochenta estudiantes", reconoce. Y es que además de sus propios alumnos recibía a otros pequeños cuyos padres no podían cuidarlos porque tenían que trabajar. 

María 'La canaria' y su espíritu luchador

María 'La canaria'
María 'La canaria'

María 'La canaria' debe su sobrenombre al archipiélago que la vio nacer. Todo el mundo la conocía por ese apodo, así como por ser una mujer "muy recia, batalladora y luchadora que siempre defendía a los vecinos del barrio", afirma Soraya Iglesias. Sufrió la posguerra de primera mano, ya que fue duramente represaliada. "Le rapaban el pelo, le hacían beber aceite de ricino... Hubo más gente de Pizarrales en la cárcel, pero ella entró más veces y estuvo más tiempo que el resto". 

En sus días de libertad, 'La canaria' vívia en una corrala donde acogía a otras personas en régimen de alquiler. "No dejaba que ninguna de ellas pasara hambre". Además de su generosidad, sus vecinos conocieron de primera mano el gran genio que tenía. "A veces discutía con los muchachos, pero, aunque pusiera muchas pegas o diera voces, al final siempre acababa pidiendo perdón". 

Olga Calvo, la niña que cumplió su sueño de ser científica pese al machismo de la época 

Olga Calvo
Olga Calvo

El papel de la mujer en buena parte del siglo XX se reducía al de ama de casa, a cuidar de la familia y hacerse cargo de las tareas del hogar. "A las niñas, desde el propio colegio, normalmente les decían que no valían para estudiar o que no podrían hacer una carrera. Lo normal es que fueran a limpiar casas", admite Soraya. Olga Calvo no estaba dispuesta a cumplir con los convencionalismos de la época, y menos por la inteligencia que demostró desde pequeña. "Sacaba buenas notas y en los últimos cursos conoció a una profesora que le propuso estudiar en el instituto Lucía de Medrano. Allí también coincidió con alguien que se interesó por ella, por las capacidades que tenía". 

Superado exitosamente el COU, Olga se decantó por Biología, materia que le había interesado desde niña. "Había visto una película en la que hablaban de la genética y a ella le gustó". Sacó la la carrera con buenas notas y estuvo años trabajando fuera de España, en Estados Unidos. "Volvió y estuvo en Barcelona antes de llegar a Salamanca. Ha sido directora del Instituto de Biología Funcional y Genómica". Su historia podría resumirse como la de "una chica de un barrio humilde que ha llegado lejos y que es un ejemplo para mucha gente". 

 

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